Por Oscar Torres
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Introducción: El agotamiento del relato progresista en Chile
La aclamada libertad económica ha impulsado una estructura social fragmentada, tercerización laboral y estratos medios difíciles de medir que han adquirido un papel central en la política. En los años 40, la antropóloga Larissa Lomnitz ya identificaba el fenómeno del “pituto”, fuertemente arraigado en la cultura nacional (más que en otras naciones). Este mecanismo de intercambio de favores permitió a los “sectores medios” chilenos posicionarse como mediadores entre la élite empresarial-política y los trabajadores. La polarización de los años sesenta y el quiebre constitucional del año 1973 acrecentó este fenómeno e hizo que fuera necesario para que sus miembros pudieran conservar su estatus al interior de la sociedad (Barozet, 2006). Al evolucionar este fenómeno hubo grupos al interior de los sectores medios que lograron consolidarse como Élite Político-partidista. Dando origen a la lógica de caudillos que hoy dirige la política nacional.
Los Partidos Políticos, Movimientos Políticos y Organizaciones Intermedias de la Sociedad no suelen ser estructuras unitarias, contienen corrientes y caudillos que se unen temporalmente entre sí para disputar espacios de poder al interior del Estado o los territorios. Así, han logrado capturar las instituciones públicas y consolidar su hegemonía sobre ellas, a tal punto que hoy son capaces de controlar instituciones completas a nivel nacional-regional, permitiéndoles licitar proyectos y adjudicarse fondos públicos entre sí, entregar beneficios de trato directo y por mercado público a sus aliados y reservarse los puestos de trabajo mejor remunerados. Este control sobre el flujo de recursos públicos permite construir legitimidad territorial, lo que eventualmente se traducirá en votos, y por ende, en hegemonía. Esta capacidad de controlar flujos de recursos públicos en un país sin desarrollo industrial, con bajos sueldos y un campo profesional estancado permite cambiar la realidad económica y social de las personas, y por tanto, controlar sus voluntades.
Lo anterior refuerza la tesis de Bertrand de Jouvenel (Sobre el Poder: historia natural de su crecimiento, 1945), al afirmar que el poder tiende a expandirse por su propia lógica interna sin confundirse con los intereses del pueblo o nación, no se limita por ideologías o constituciones, estas incluso pueden ser sometidas a interpretaciones distintas a las de sus creadores.
“No es cierto que el Poder se esfume cuando traiciona la fuente jurídica de la que procede, aún cuando actúa en contra de la función que tiene encomendada. Sigue mandando y siendo obedecido, que es la condición necesaria y suficiente para que el Poder exista. Y ello demuestra que no se confunde sustancialmente con la nación. (...) Es capaz de existir como pura imposición, y así es como se le debe considerar para captar su realidad sustancial” (p.95).
Mientras el pueblo es educado en la fe ciega en la institucionalidad, otros la explotan en su favor. Cada Ministerio, Seremi, Superintendencia, Gobierno Regional, Municipalidad, cupo en el Congreso, Departamento, Concejalía, etc. Son botines y engranajes a capturar. Así es como las conciben los líderes políticos y así es como lo seguirán concibiendo. En ese escenario, nace un tipo de pensamiento por supervivencia que acepta dos cosas: primero, el hecho de que las instituciones no han sido ni serán neutrales y están manipuladas en desmedro de la población chilena, y segundo, que eso no puede cambiarse en el corto y mediano plazo.
¿Qué es el Pragmatismo Nacional?
El Pragmatismo Nacional es una forma de ver y actuar la política orientada a la ocupación efectiva del poder, priorizando resultados sobre narrativas, identidades o ideologías. Opera sin restricciones doctrinarias fijas, incorporando ideas diversas según su utilidad en contextos nacionales específicos. En consecuencia, rechaza al idealista, al dogmático y el victimismo como identidad política. Esta doctrina no busca legitimarse a través de valores universales ni de categorías necesariamente clasistas. Tampoco reconoce autoridad en la moral o la ética. Asume la ley como el único límite legítimo para la acción política y reconoce que esta puede ser interpretada, estirada e incluso torcida sin consecuencias para el actor que la domina. La explotación de vacíos legales, interpretaciones ventajosas e instrumentalización de las instituciones son parte de la vida política, no un dilema de ética o elección personal. El sistema tolera, permite y premia estos actos. Negarse a aceptar esta realidad implica; primero, ser sometido democráticamente por quienes la aceptan y segundo, operar en una profunda desventaja. La confianza ciega en las instituciones -sin disputar su diseño o su dirección- no es virtud republicana, es una forma de ignorancia.
Se reemplaza el “yo creo” por él “esto sirve”, marcando una diferencia con la tradición liberal y progresista, donde el individuo y su moral son el centro. Aquí se exige lo contrario; despersonalización estratégica, romper con el “yo soy esto o aquello” y lealtad a una estructura concreta, no a una ideología.
En términos prácticos, ejecutar esta filosofía implica seleccionar una institución, área académica o nodo territorial desde la cual generar una estructura capaz de ejercer poder. ¿Qué se entiende por ejercer poder? acumular fuerza humana y política que permita disputar elecciones, ocupar instituciones públicas y adjudicarse fondos. La fuerza humana se divide en dos tipos de personas:
a. Los cuadros [1]
b. Aliado base [2]
Y La fuerza política tiene tres tipos:
a. Legitimidad institucional [3]
b. Legitimidad académica [4]
c. Legitimidad territorial [5]
El antagonista del Pragmatismo Nacional son los incapaces con poder. Pretende aplicar la meritocracia contra quienes la profesan, pero no la cumplen. Siendo implacables ante la ineficiencia estatal. Esta corriente no pretende ser una ideología más, sino la síntesis de una contradicción histórica en un territorio específico.
Orígenes del Pragmatismo Nacional
En Maquiavelo (El Príncipe, 1513) encontramos un pensamiento pragmático al analizar el acto político puro, sin filtros morales. Redefiniendo el concepto de virtud hacia un sentido práctico. Los actos son válidos según su eficacia por resultados concretos, no por moralidad abstracta. Por su parte, Saul Alinsky (Rules for Radicals, 1971) es un ejemplo más contemporáneo, al construir un manual de estrategia política brutalmente lúcida en un contexto de despolitización e individualidad orientado a ocupar espacios de poder.
“Los problemas por los que luchamos hoy a vida o muerte serán pronto olvidados. Las situaciones mutables cambiarán los deseos y los problemas (...) de ahí que el actuar debe girar alrededor de un punto central; lo importante es aumentar la fortaleza de la organización (...) para organizar una comunidad el organizador debe comprender que en la sociedad extremadamente móvil y urbanizada en la que vivimos, la palabra comunidad significa comunidad de intereses y no comunidad física” (pp.131-142).
Entonces ¿el fin justifica los medios? Sólo si se cumplen dos condiciones, que;
a. El medio se mantenga al interior del margen interpretativo de la legalidad y
b. Posicione favorablemente al actor para fortalecer un proyecto nacional soberano.
Antonio Gramsci concibe las ideologías como herramientas en un campo de batalla (no como fines en sí mismas), las cuales no deben usarse para predicar, sino para vencer. En sus Cuadernos de la Cárcel (escritos entre 1929 y 1935) analiza la batalla política en sus tres formas; guerra de movimientos [6], guerra de posiciones [7] y guerra de desgaste [8]. Ofreciendo una clasificación dinámica de los actos políticos en función de elevar el actuar y el pensamiento a un nivel estratégico y pragmático. En esa misma línea, Giovanni Sartori (Ingeniería Constitucional Comparada, 1994), desarrolla; cómo el diseño institucional condiciona la política, exponiendo que los diversos sistemas políticos no son en ningún caso neutros. Premian o castigan a los actores según cómo estén estructurados. Por ejemplo, en el sistema chileno, el método D´Hondt premia a los actores que generan pactos amplios, para sumar la mayor cantidad de nichos votantes a sus listas y así, obtener más cupos al interior de las instituciones, arrastrar a otros candidatos de su lista con menor base electoral y la posibilidad de dejar fuera a adversarios políticos con mayor base electoral.
Jaime Guzmán, separado de su faceta religiosa y conservadora, tiene postulados pragmáticos. Adaptó su doctrina al momento histórico. Trabajó con militares sin ser militarista y defendió el concepto de democracia sin ser realmente demócrata. Logró blindar el proyecto de su núcleo a través de la Constitución que creó. En ella, el poder reside en la nación, no en el pueblo. Apostó a la institucionalidad como muralla contra cambios profundos. Su obra es una guía de cómo blindar un proyecto político a través de la institucionalidad. Fue un arquitecto de poder peligroso y uno de los pocos intelectuales de Derecha chilena.
“Lo que el gremialismo impugna es la instrumentalización política de los grupos intermedios, porque ello los desnaturaliza, desvirtuando su finalidad (...) Por eso el gremialismo ha reiterado que su afán despolitizador no se refiere a las personas, sino a las instituciones no políticas de la sociedad (...) El gremialismo reconoce el derecho de todo gremialista en cuanto persona o ciudadano a asumir la opción política que prefiera, sin otro límite que el que no sea de contenido totalitario” (1992, p.53).
Para Guzmán, el totalitarismo son todos sus adversarios políticos. Disputa el sentido común de las personas, se apropia de la democracia (sin ser demócrata) y encasilla a sus adversarios como antagonistas para la sociedad (los totalitarios).
“Lo que sucede es que el término “político” se emplea habitualmente no para designar simples enunciados doctrinarios de validez universal y permanente, sino ideologías que pretenden llevar a la práctica esos principios dentro de una comunidad nacional histórica determinada. Ahí reside, a mi juicio, la diferencia más perceptible entre una doctrina y una ideología. De este modo, de una doctrina (...) surgen variadas ideologías sustancialmente compatibles con esa misma doctrina. Denominaciones como conservantismo, liberalismo, democracia cristiana, socialdemocracia y otras, representan algunos de los troncos ideológicos más conocidos en el occidente, dentro de la variadisima multiplicidad de versiones que cada uno de ellos ofrece. Más aún, el término “política” abarca también —y en ocasiones en forma preferente— a las diversas opciones contingentes en que estas tendencias ideológicas se manifiestan en cada país y momentos determinados, a través de grupos, movimientos o partidos políticos. Así como de una misma doctrina pueden derivarse diferentes ideologías, de una misma ideología pueden surgir diversas formulaciones en lo más contingente. El gremialismo se compromete con la doctrina sobre el hombre y la sociedad antes enunciada, pero no se liga a ninguna ideología ni partido político determinado” (1992, pp.55-56).
Para cerrar, un ejemplo no occidental. El legado en China de Deng Xiaoping es pragmático, guió un Estado Socialista y dogmático en crisis hacia una trayectoria de superpotencia económica moderna manteniendo el control del poder político por en su estructura. Reguló el alcance de la propiedad privada e incentivó la inversión extranjera a través de zonas económicas flexibles. China logró integrarse al sistema económico global sin renunciar a su soberanía. Deng sostuvo el desarrollo gradual sin “grandes saltos hacia adelante” rompiendo el igualitarismo asociado a Mao. Defendió el concepto de flexibilidad nacional y la no existencia de una receta única. Aunque fue defensor de la libertad económica en muchos sentidos, mantuvo un fuerte control político territorial a través de la industria militar. Sus prioridades fueron el desarrollo y modernización de la industria y agroindustria.
“No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones”.
¿Qué hacer con el Pragmatismo Nacional?
El Pragmatismo Nacional hace un llamado a concebir la política como una actividad de supervivencia. No como oficio, virtud o privilegio. Y como tal, el comportamiento del individuo no debe ser leal a una ideología, sino a una estructura de desarrollo nacional que no necesariamente lleva la misma bandera. Hay que participar en la vida política aceptando sus crudas verdades, ya sea en el territorio, la academia o lo institucional. Usar las contradicciones de esos espacios para beneficiar a un núcleo propio con intenciones de promover el desarrollo nacional. De lo contrario, los incapaces con poder, de derecha e izquierda, seguirán lucrando a pesar de sus contradicciones. El aumento de vanguardias que disputan espacios de poder real altera la correlación de fuerzas y puede llevar a la crisis de instituciones capturadas por los mercaderes de la política. Abriendo espacios conquistables para el individuo y grupo pragmático.
Como ejemplo, citaré una experiencia personal de aplicación de pragmatismo nacional desde una asimetría desventajosa y pocos recursos; cuando quise ingresar al mundo de la academia e investigación durante mis estudios la respuesta de referentes cercanos era incredulidad, por falta de padrinazgo y origen. En regiones la competitividad académica es baja y en la mayoría de casos, no existen espacios para desarrollar un pensamiento crítico e investigativo avanzado. Desde la falta de recursos para pagar tutorías privadas era difícil alcanzar competitividad. Entonces exploté una vulnerabilidad del sistema (que probablemente parcharán si más gente abusa de ella). Enviar artículos científicos sin conocer un ápice de metodología de la investigación, imitando estructuras ajenas con ideas y fundamentación artesanal propia, con el único fin de obtener retroalimentaciones (aunque fueran despectivas) para aprender el lenguaje de las Revistas Académicas y publicar mis primeros artículos, que me permitirán construir legitimidad en el área ambiental para posteriormente ganar obtener espacios institucionales y con ello, construir legitimidad territorial para el desarrollo de un proyecto ecológico y soberano. Lo pragmático de la acción radica en beneficiarse de un espacio ajeno con su propia lógica, incluso cuando pretende rechazarte por clase u origen, a través de explotar vulnerabilidades, el adversario puede trabajar para ti.
¿Qué diferencia al Pragmatismo Nacional del Cinismo y Oportunismo?
Es sabido de antemano que este conjunto de ideas será percibido por el duopolio como una reivindicación al cinismo y al oportunismo. Pero lo que diferencia a esta metodología de esas características negativas es su ética nacional. “Lo que es bueno para Chile”, y naturalmente lo que es bueno para Chile implica excluir conductas contra el pueblo y sus hijos. Como ejemplo: un pragmático captura una institución no sólo para percibir un sueldo que le asegure estabilidad en la sociedad, sino también, para ejecutar la labor desde una real vocación de servicio público y abrir espacio para los suyos; disputa una junta de vecinos, un centro de estudiantes o un espacio en partidos-movimientos políticos no sólo para conquistar flujos de recursos públicos, sino también para transformar positivamente la vida de los compatriotas. Sería cinismo u oportunismo sí y sólo sí no fuera decir en voz alta cómo opera la política real en Chile. Solo que no para un proyecto de desarrollo nacional, sino para fines propios de determinados caudillos que ganan momentáneamente el poder y algunos otros lo han logrado mantener en el tiempo. Entonces el dilema ya no es ser cínico u oportunista, sino ser ingenuo o actor.
Notas
[1] Los destacados del grupo, con pensamiento crítico y capacidad de ejercer un rol por sí mismos. Tienen objetivos propios, lo que contribuye a la dirección de la estructura hacia la cual se mantiene lealtad. Buscan ser recompensados con cargos de alta dirección. Se debe aspirar hacia lealtades perpetuas.
[2] Personas afines, sus aspiraciones no son políticas, sino económicas y a veces sociales/ambientales. Su rol esencial radica en la capacidad de convocatoria para fines específicos y sumar fuerza electoral o territorial. Buscan ser recompensados con fondos públicos, cargos públicos menores y en algunos casos con la transformación de su realidad territorial. Sus lealtades pueden ser temporales o perpetuas.
[3] Son cargos en el Estado. Ya sea por elección democrática, cargo de alta dirección por confianza o entrar como funcionario por trato directo o concurso público. La autoridad o alta dirección permite licitar, adquirir por mercado público y ofrecer trabajo a los cuadros y aliados base. Los funcionarios base permiten obtener información o afinidad privilegiada.
[4] Es la autoridad que entrega el ser un profesional destacado. Permite atraer aliados base, formar cuadros a través de la docencia, tener mayor peso en los espacios donde se emiten ideas (a veces imponerlas) y controlar flujos de recursos públicos relacionados a la innovación, academia, ciencia y cultura.
[5] Se manifiesta a través de personalidades jurídicas como juntas de vecinos, fundaciones, corporaciones, organizaciones comunitarias, etc. Es la autoridad para dirigir a una comunidad de personas e intereses. Permite reclutar, principalmente aliados base, algunos cuadros y sumar grandes cantidades de fuerza electoral. [6] Confrontación directa que pretende tomar control del Estado o partes de él mediante elecciones democráticas, golpes de estado o revueltas. Como ejemplos, tenemos la elección de la Unidad Popular en Chile y el Golpe de Estado de 1973.
[7] Acumulación progresiva de fuerzas que buscan ocupar espacios de influencia para construir hegemonía desde distintas trincheras y canalizar recursos. Como ejemplo; partidos políticos insertándose en territorios o posicionando militantes en instituciones públicas. También elecciones internas de organizaciones políticas (ya que no forman parte del Estado directamente pero si son capital social y otorgan legitimidad en la sociedad civil).
[8] Busca disputar el sentido común de las personas, erosionando la hegemonía dominante a través del lenguaje, la moral y la cultura. Como ejemplo; la influencia del feminismo occidental en latinoamérica. Antes de ingresar a los Estados y conseguir recursos, cambiaron el sentido común de las personas influyendo profundamente sobre la opinión pública.
Bibliografía
ALINSKY, Saul. (1971): Rules for Radicals. Disponible en: https://traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Tratado%20para%20radicales-TdS.pdf
BAROZET, Emmanuelle. (2006): El valor histórico del pituto: clase media, integración y diferenciación social en Chile. Revista de Sociología del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile, n°20, 2006, pp.69-96. Disponible en: https://www2.facso.uchile.cl/sociologia/docs/Barozet_ValorHistorico_Pituto.pdf
DE JOUVENEL, Bertrand. (1945): Sobre el poder: historia natural de su crecimiento. Disponible en: https://www.elcato.org/sites/default/files/sobre-el-poder-libro-electronico.pdf
Fundación Jaime Guzman (1992): Escritos Personales. Disponible en: https://www.fjguzman.cl/wp-content/uploads/2018/02/Escritos-personales-2011n.pdf
GRAMSCI, Antonio. (1929-1935): Cuadernos de la cárcel. Disponibles en: https://www.abertzalekomunista.net/images/Liburu_PDF/Internacionales/Gramsci_Antonio/Cuadernos_de_la_carcel-Completo-6_Tomos-PAGINADO.pdf
MAQUIAVELO, Nicolas. (1513): El Príncipe. Disponible en: https://ocw.uca.es/pluginfile.php/1491/mod_resource/content/1/El_principe_Maquiavelo.pdf
SARTORI, Giovanni. (1994): Ingeniería Constitucional Comparada. Disponible en: https://fundamentoscpuba.wordpress.com/wp-content/uploads/2020/05/sartori-giovanni.-1994-1994.-ingenierc3ada-constitucional-comparada.-una-investigacic3b3n-de-estructuras-incentivos-y-resultados-rotated-1.pdf
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Los Partidos Políticos, Movimientos Políticos y Organizaciones Intermedias de la Sociedad no suelen ser estructuras unitarias, contienen corrientes y caudillos que se unen temporalmente entre sí para disputar espacios de poder al interior del Estado o los territorios. Así, han logrado capturar las instituciones públicas y consolidar su hegemonía sobre ellas, a tal punto que hoy son capaces de controlar instituciones completas a nivel nacional-regional, permitiéndoles licitar proyectos y adjudicarse fondos públicos entre sí, entregar beneficios de trato directo y por mercado público a sus aliados y reservarse los puestos de trabajo mejor remunerados. Este control sobre el flujo de recursos públicos permite construir legitimidad territorial, lo que eventualmente se traducirá en votos, y por ende, en hegemonía. Esta capacidad de controlar flujos de recursos públicos en un país sin desarrollo industrial, con bajos sueldos y un campo profesional estancado permite cambiar la realidad económica y social de las personas, y por tanto, controlar sus voluntades.
Lo anterior refuerza la tesis de Bertrand de Jouvenel (Sobre el Poder: historia natural de su crecimiento, 1945), al afirmar que el poder tiende a expandirse por su propia lógica interna sin confundirse con los intereses del pueblo o nación, no se limita por ideologías o constituciones, estas incluso pueden ser sometidas a interpretaciones distintas a las de sus creadores.
“No es cierto que el Poder se esfume cuando traiciona la fuente jurídica de la que procede, aún cuando actúa en contra de la función que tiene encomendada. Sigue mandando y siendo obedecido, que es la condición necesaria y suficiente para que el Poder exista. Y ello demuestra que no se confunde sustancialmente con la nación. (...) Es capaz de existir como pura imposición, y así es como se le debe considerar para captar su realidad sustancial” (p.95).
Mientras el pueblo es educado en la fe ciega en la institucionalidad, otros la explotan en su favor. Cada Ministerio, Seremi, Superintendencia, Gobierno Regional, Municipalidad, cupo en el Congreso, Departamento, Concejalía, etc. Son botines y engranajes a capturar. Así es como las conciben los líderes políticos y así es como lo seguirán concibiendo. En ese escenario, nace un tipo de pensamiento por supervivencia que acepta dos cosas: primero, el hecho de que las instituciones no han sido ni serán neutrales y están manipuladas en desmedro de la población chilena, y segundo, que eso no puede cambiarse en el corto y mediano plazo.
¿Qué es el Pragmatismo Nacional?
El Pragmatismo Nacional es una forma de ver y actuar la política orientada a la ocupación efectiva del poder, priorizando resultados sobre narrativas, identidades o ideologías. Opera sin restricciones doctrinarias fijas, incorporando ideas diversas según su utilidad en contextos nacionales específicos. En consecuencia, rechaza al idealista, al dogmático y el victimismo como identidad política. Esta doctrina no busca legitimarse a través de valores universales ni de categorías necesariamente clasistas. Tampoco reconoce autoridad en la moral o la ética. Asume la ley como el único límite legítimo para la acción política y reconoce que esta puede ser interpretada, estirada e incluso torcida sin consecuencias para el actor que la domina. La explotación de vacíos legales, interpretaciones ventajosas e instrumentalización de las instituciones son parte de la vida política, no un dilema de ética o elección personal. El sistema tolera, permite y premia estos actos. Negarse a aceptar esta realidad implica; primero, ser sometido democráticamente por quienes la aceptan y segundo, operar en una profunda desventaja. La confianza ciega en las instituciones -sin disputar su diseño o su dirección- no es virtud republicana, es una forma de ignorancia.
Se reemplaza el “yo creo” por él “esto sirve”, marcando una diferencia con la tradición liberal y progresista, donde el individuo y su moral son el centro. Aquí se exige lo contrario; despersonalización estratégica, romper con el “yo soy esto o aquello” y lealtad a una estructura concreta, no a una ideología.
En términos prácticos, ejecutar esta filosofía implica seleccionar una institución, área académica o nodo territorial desde la cual generar una estructura capaz de ejercer poder. ¿Qué se entiende por ejercer poder? acumular fuerza humana y política que permita disputar elecciones, ocupar instituciones públicas y adjudicarse fondos. La fuerza humana se divide en dos tipos de personas:
a. Los cuadros [1]
b. Aliado base [2]
Y La fuerza política tiene tres tipos:
a. Legitimidad institucional [3]
b. Legitimidad académica [4]
c. Legitimidad territorial [5]
El antagonista del Pragmatismo Nacional son los incapaces con poder. Pretende aplicar la meritocracia contra quienes la profesan, pero no la cumplen. Siendo implacables ante la ineficiencia estatal. Esta corriente no pretende ser una ideología más, sino la síntesis de una contradicción histórica en un territorio específico.
Orígenes del Pragmatismo Nacional
En Maquiavelo (El Príncipe, 1513) encontramos un pensamiento pragmático al analizar el acto político puro, sin filtros morales. Redefiniendo el concepto de virtud hacia un sentido práctico. Los actos son válidos según su eficacia por resultados concretos, no por moralidad abstracta. Por su parte, Saul Alinsky (Rules for Radicals, 1971) es un ejemplo más contemporáneo, al construir un manual de estrategia política brutalmente lúcida en un contexto de despolitización e individualidad orientado a ocupar espacios de poder.
“Los problemas por los que luchamos hoy a vida o muerte serán pronto olvidados. Las situaciones mutables cambiarán los deseos y los problemas (...) de ahí que el actuar debe girar alrededor de un punto central; lo importante es aumentar la fortaleza de la organización (...) para organizar una comunidad el organizador debe comprender que en la sociedad extremadamente móvil y urbanizada en la que vivimos, la palabra comunidad significa comunidad de intereses y no comunidad física” (pp.131-142).
Entonces ¿el fin justifica los medios? Sólo si se cumplen dos condiciones, que;
a. El medio se mantenga al interior del margen interpretativo de la legalidad y
b. Posicione favorablemente al actor para fortalecer un proyecto nacional soberano.
Antonio Gramsci concibe las ideologías como herramientas en un campo de batalla (no como fines en sí mismas), las cuales no deben usarse para predicar, sino para vencer. En sus Cuadernos de la Cárcel (escritos entre 1929 y 1935) analiza la batalla política en sus tres formas; guerra de movimientos [6], guerra de posiciones [7] y guerra de desgaste [8]. Ofreciendo una clasificación dinámica de los actos políticos en función de elevar el actuar y el pensamiento a un nivel estratégico y pragmático. En esa misma línea, Giovanni Sartori (Ingeniería Constitucional Comparada, 1994), desarrolla; cómo el diseño institucional condiciona la política, exponiendo que los diversos sistemas políticos no son en ningún caso neutros. Premian o castigan a los actores según cómo estén estructurados. Por ejemplo, en el sistema chileno, el método D´Hondt premia a los actores que generan pactos amplios, para sumar la mayor cantidad de nichos votantes a sus listas y así, obtener más cupos al interior de las instituciones, arrastrar a otros candidatos de su lista con menor base electoral y la posibilidad de dejar fuera a adversarios políticos con mayor base electoral.
Jaime Guzmán, separado de su faceta religiosa y conservadora, tiene postulados pragmáticos. Adaptó su doctrina al momento histórico. Trabajó con militares sin ser militarista y defendió el concepto de democracia sin ser realmente demócrata. Logró blindar el proyecto de su núcleo a través de la Constitución que creó. En ella, el poder reside en la nación, no en el pueblo. Apostó a la institucionalidad como muralla contra cambios profundos. Su obra es una guía de cómo blindar un proyecto político a través de la institucionalidad. Fue un arquitecto de poder peligroso y uno de los pocos intelectuales de Derecha chilena.
“Lo que el gremialismo impugna es la instrumentalización política de los grupos intermedios, porque ello los desnaturaliza, desvirtuando su finalidad (...) Por eso el gremialismo ha reiterado que su afán despolitizador no se refiere a las personas, sino a las instituciones no políticas de la sociedad (...) El gremialismo reconoce el derecho de todo gremialista en cuanto persona o ciudadano a asumir la opción política que prefiera, sin otro límite que el que no sea de contenido totalitario” (1992, p.53).
Para Guzmán, el totalitarismo son todos sus adversarios políticos. Disputa el sentido común de las personas, se apropia de la democracia (sin ser demócrata) y encasilla a sus adversarios como antagonistas para la sociedad (los totalitarios).
“Lo que sucede es que el término “político” se emplea habitualmente no para designar simples enunciados doctrinarios de validez universal y permanente, sino ideologías que pretenden llevar a la práctica esos principios dentro de una comunidad nacional histórica determinada. Ahí reside, a mi juicio, la diferencia más perceptible entre una doctrina y una ideología. De este modo, de una doctrina (...) surgen variadas ideologías sustancialmente compatibles con esa misma doctrina. Denominaciones como conservantismo, liberalismo, democracia cristiana, socialdemocracia y otras, representan algunos de los troncos ideológicos más conocidos en el occidente, dentro de la variadisima multiplicidad de versiones que cada uno de ellos ofrece. Más aún, el término “política” abarca también —y en ocasiones en forma preferente— a las diversas opciones contingentes en que estas tendencias ideológicas se manifiestan en cada país y momentos determinados, a través de grupos, movimientos o partidos políticos. Así como de una misma doctrina pueden derivarse diferentes ideologías, de una misma ideología pueden surgir diversas formulaciones en lo más contingente. El gremialismo se compromete con la doctrina sobre el hombre y la sociedad antes enunciada, pero no se liga a ninguna ideología ni partido político determinado” (1992, pp.55-56).
Para cerrar, un ejemplo no occidental. El legado en China de Deng Xiaoping es pragmático, guió un Estado Socialista y dogmático en crisis hacia una trayectoria de superpotencia económica moderna manteniendo el control del poder político por en su estructura. Reguló el alcance de la propiedad privada e incentivó la inversión extranjera a través de zonas económicas flexibles. China logró integrarse al sistema económico global sin renunciar a su soberanía. Deng sostuvo el desarrollo gradual sin “grandes saltos hacia adelante” rompiendo el igualitarismo asociado a Mao. Defendió el concepto de flexibilidad nacional y la no existencia de una receta única. Aunque fue defensor de la libertad económica en muchos sentidos, mantuvo un fuerte control político territorial a través de la industria militar. Sus prioridades fueron el desarrollo y modernización de la industria y agroindustria.
“No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones”.
¿Qué hacer con el Pragmatismo Nacional?
El Pragmatismo Nacional hace un llamado a concebir la política como una actividad de supervivencia. No como oficio, virtud o privilegio. Y como tal, el comportamiento del individuo no debe ser leal a una ideología, sino a una estructura de desarrollo nacional que no necesariamente lleva la misma bandera. Hay que participar en la vida política aceptando sus crudas verdades, ya sea en el territorio, la academia o lo institucional. Usar las contradicciones de esos espacios para beneficiar a un núcleo propio con intenciones de promover el desarrollo nacional. De lo contrario, los incapaces con poder, de derecha e izquierda, seguirán lucrando a pesar de sus contradicciones. El aumento de vanguardias que disputan espacios de poder real altera la correlación de fuerzas y puede llevar a la crisis de instituciones capturadas por los mercaderes de la política. Abriendo espacios conquistables para el individuo y grupo pragmático.
Como ejemplo, citaré una experiencia personal de aplicación de pragmatismo nacional desde una asimetría desventajosa y pocos recursos; cuando quise ingresar al mundo de la academia e investigación durante mis estudios la respuesta de referentes cercanos era incredulidad, por falta de padrinazgo y origen. En regiones la competitividad académica es baja y en la mayoría de casos, no existen espacios para desarrollar un pensamiento crítico e investigativo avanzado. Desde la falta de recursos para pagar tutorías privadas era difícil alcanzar competitividad. Entonces exploté una vulnerabilidad del sistema (que probablemente parcharán si más gente abusa de ella). Enviar artículos científicos sin conocer un ápice de metodología de la investigación, imitando estructuras ajenas con ideas y fundamentación artesanal propia, con el único fin de obtener retroalimentaciones (aunque fueran despectivas) para aprender el lenguaje de las Revistas Académicas y publicar mis primeros artículos, que me permitirán construir legitimidad en el área ambiental para posteriormente ganar obtener espacios institucionales y con ello, construir legitimidad territorial para el desarrollo de un proyecto ecológico y soberano. Lo pragmático de la acción radica en beneficiarse de un espacio ajeno con su propia lógica, incluso cuando pretende rechazarte por clase u origen, a través de explotar vulnerabilidades, el adversario puede trabajar para ti.
¿Qué diferencia al Pragmatismo Nacional del Cinismo y Oportunismo?
Es sabido de antemano que este conjunto de ideas será percibido por el duopolio como una reivindicación al cinismo y al oportunismo. Pero lo que diferencia a esta metodología de esas características negativas es su ética nacional. “Lo que es bueno para Chile”, y naturalmente lo que es bueno para Chile implica excluir conductas contra el pueblo y sus hijos. Como ejemplo: un pragmático captura una institución no sólo para percibir un sueldo que le asegure estabilidad en la sociedad, sino también, para ejecutar la labor desde una real vocación de servicio público y abrir espacio para los suyos; disputa una junta de vecinos, un centro de estudiantes o un espacio en partidos-movimientos políticos no sólo para conquistar flujos de recursos públicos, sino también para transformar positivamente la vida de los compatriotas. Sería cinismo u oportunismo sí y sólo sí no fuera decir en voz alta cómo opera la política real en Chile. Solo que no para un proyecto de desarrollo nacional, sino para fines propios de determinados caudillos que ganan momentáneamente el poder y algunos otros lo han logrado mantener en el tiempo. Entonces el dilema ya no es ser cínico u oportunista, sino ser ingenuo o actor.
Notas
[1] Los destacados del grupo, con pensamiento crítico y capacidad de ejercer un rol por sí mismos. Tienen objetivos propios, lo que contribuye a la dirección de la estructura hacia la cual se mantiene lealtad. Buscan ser recompensados con cargos de alta dirección. Se debe aspirar hacia lealtades perpetuas.
[2] Personas afines, sus aspiraciones no son políticas, sino económicas y a veces sociales/ambientales. Su rol esencial radica en la capacidad de convocatoria para fines específicos y sumar fuerza electoral o territorial. Buscan ser recompensados con fondos públicos, cargos públicos menores y en algunos casos con la transformación de su realidad territorial. Sus lealtades pueden ser temporales o perpetuas.
[3] Son cargos en el Estado. Ya sea por elección democrática, cargo de alta dirección por confianza o entrar como funcionario por trato directo o concurso público. La autoridad o alta dirección permite licitar, adquirir por mercado público y ofrecer trabajo a los cuadros y aliados base. Los funcionarios base permiten obtener información o afinidad privilegiada.
[4] Es la autoridad que entrega el ser un profesional destacado. Permite atraer aliados base, formar cuadros a través de la docencia, tener mayor peso en los espacios donde se emiten ideas (a veces imponerlas) y controlar flujos de recursos públicos relacionados a la innovación, academia, ciencia y cultura.
[5] Se manifiesta a través de personalidades jurídicas como juntas de vecinos, fundaciones, corporaciones, organizaciones comunitarias, etc. Es la autoridad para dirigir a una comunidad de personas e intereses. Permite reclutar, principalmente aliados base, algunos cuadros y sumar grandes cantidades de fuerza electoral. [6] Confrontación directa que pretende tomar control del Estado o partes de él mediante elecciones democráticas, golpes de estado o revueltas. Como ejemplos, tenemos la elección de la Unidad Popular en Chile y el Golpe de Estado de 1973.
[7] Acumulación progresiva de fuerzas que buscan ocupar espacios de influencia para construir hegemonía desde distintas trincheras y canalizar recursos. Como ejemplo; partidos políticos insertándose en territorios o posicionando militantes en instituciones públicas. También elecciones internas de organizaciones políticas (ya que no forman parte del Estado directamente pero si son capital social y otorgan legitimidad en la sociedad civil).
[8] Busca disputar el sentido común de las personas, erosionando la hegemonía dominante a través del lenguaje, la moral y la cultura. Como ejemplo; la influencia del feminismo occidental en latinoamérica. Antes de ingresar a los Estados y conseguir recursos, cambiaron el sentido común de las personas influyendo profundamente sobre la opinión pública.
Bibliografía
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