Este texto tiene como objetivo desarrollar y exponer lo absurdo, desinformado e insostenible, de la etiqueta política de “Tercera Posición”, en el panorama actual, incluyendo su nula relación ideológico-estratégica con el nacionalismo. Así mismo, desbaratar el ninismo estéril, esto es la consigna; “ni izquierda ni derecha”. Pretende igualmente este texto, ser un arma para informar a todos (as), quienes tengan confusiones, y busquen en el nacionalismo popular, una bandera de lucha eficiente, para enfrentar a la oligarquía histórica y la hegemonía liberal-global, no cayendo jamás en las garras del reaccionarismo proclive a la derecha.
Primeramente, es necesario plantear el origen de la conocida dicotomía izquierda- derecha ¿Dónde surge esa lucha de posturas?
Lucha Izquierda- Derecha
El origen es fácil de rastrear, y lo encontramos durante el siglo XVIII Occidental, en la Revolución Francesa, como una clasificación táctico- estratégica para diferenciar al poder político institucionalizado, - “La derecha”- (Monarca, nobleza, tradición, etcétera) de quienes se oponen al poder, y luchan por arrebatar el mismo (la izquierda). En esa coyuntura histórica; los campesinos, la burguesía mercantil, y la plebe urbana, se denominaban patriotas, y emprendieron en diversas formas y métodos, la revolución contra el orden monárquico- clerical, derribando al rey y estableciendo una República. En aquel entonces, la burguesía liberal era una clase revolucionaria.
Es decir, existe un antecedente politológico primario que comprueba que el nacionalismo burgués y las fuerzas patrióticas republicanas, se situaron en la izquierda política, toda vez que concebían que la soberanía, recaía en el pueblo y no en un monarca unipersonal, hereditario y absoluto. La revolución francesa fue uno de los episodios que sin duda, delimitó el inicio de la época moderna, y la extensión de la Primera Teoría Política de la modernidad: el liberalismo.
Sabemos entonces que la división de “izquierda- derecha”, es táctico- estratégica, respecto de quienes ostentan el poder político (la derecha) y los que constituyen la oposición (la izquierda). No es una división filosófica- ideológica como suponen torpemente los tercerposicionistas del siglo XXI, argumentando en reduccionismos, que “la derecha es capitalismo” y “la izquierda es marxismo”. Bajo el supuesto de que ello fuera cierto, tendrán que forjar una ideología de raíz filosófica, universalmente contrapuesta tanto al capitalismo (que ni siquiera es una ideología, es un sistema económico), y al marxismo. La alternativa para ese caso, sería una opción pre- moderna; un tribalismo arcaico basado en el trueque, con chamanes y jefes patriarcales, o quizás un sistema medieval feudal, donde se constituyeran reinos gobernados por una familia de sangre noble, que impusieran su ley sobre una determinada masa de campesinos (suposiciones irrisorias).
Aclaremos brevemente algunos conceptos elementales para continuar:
Posición Política: Se refiere a la zona del campo político del poder donde se localiza el individuo o la colectividad, es decir, protegiendo el sistema imperante, o por el contrario, luchando por derribar el orden de cosas existentes. En las relaciones de poder, no existe tercera posición alguna, pues incluso los indiferentes hacen de peso muerto en favor del mantenimiento del statu quo. La posición no es ideología, es una postura táctico-estratégica. Pueden haber ideologías pro-sistema o anti-sistema, y aquellas ideologías pueden ser diversas, por ende sería absolutamente demencial comenzar a plantear terceras, cuartas, quintas, sextas posiciones. En ese contexto, vale explicar lo que es una teoría política.
Teoría Político-filosófica: La teoría política tiene una raigambre antropológica-filosófica esencial, pues abarca explicaciones valóricas profundas, propuestas de cómo debería organizarse la sociedad, definiciones propias de la política, el hombre, la ciudadanía, la libertad, la historia, el poder, etc. El monarquismo, el liberalismo, el socialismo, el fascismo, son ejemplos evidentes de teorías políticas. La cuarta teoría política propuesta por Dugin también es eso, una teoría política, no es una “posición”. Es una torpeza gigante hablar de “cuarta posición”.
Ideología política: La ideología política es la consecuencia inmediata de la filosofía política, pues recoge en un cuerpo lógico de ideas, un variado número de puntos concordantes con una realidad social-histórica determinada. De las ideologías políticas derivan los programas políticos acotados temporalmente por ejemplo, solamente a un periodo de gobierno. Las ideologías pueden ser innumerables, pues como dijimos, surgen en torno a determinadas realidades y épocas, tomando alguna raíz filosófica. Vemos por tanto, lo absolutamente fuera de lugar que tendría llamar “posición política” a una ideología. La posición política por la lucha del poder solo puede ser en dos frentes.
Doctrina Social de la Iglesia: el origen de la "Tercera Posición"
¿Y dónde nace la famosa denominación de “Tercera Posición”? ¿Podemos rastrearla en el tiempo histórico? También es fácil de encontrar, y no surge en el periodo entreguerras del siglo XX, sino antes, con la encíclica Quanta Cura de 1864, del Papa católico Pío IX, elaborando una corriente conocida como: Doctrina Social de la Iglesia, la que realizaba una condena, tanto del socialismo como del liberalismo. Al socialismo lo criticaba por luchar a favor del laicismo, y erradicar a la Iglesia de los poderes del Estado, cuestionando el origen divino del poder (básicamente odiaban el hecho, de que el socialismo hubiese derribado ese timo ridículo de que el poder viene de Dios, y ellos –los clérigos- eran los representantes de ejecutarlo según su arbitrio), y por otra parte, criticaban al liberalismo, por no incluir en sus ejercicios aplicados, una moralización humanista de la relación producción- trabajo.
Si bien hubo cierta condena de las evidentes y aberrantes condiciones humanas producidas por la explotación de la industria, esta doctrina social de la iglesia, respaldó el derecho de la propiedad privada, originando ciertas bases para el desarrollo del corporativismo como propuesta política y económica (participación de los grupos intermedios). Por lo consiguiente, la doctrina Social de la Iglesia siempre se ha manifestado para proteger un statu quo, que favorezca sus intereses; oponiéndose en todas sus formas a la revolución proletaria teorizada por el marxismo (La Segunda Teoría Política de la Modernidad que surge como respuesta al liberalismo, contra la explotación obrera durante la revolución industrial).
En este escenario, se trasluce la primera confusión, al atribuirle un parámetro ideológico a la división izquierda- derecha (marxismo- liberalismo), planteándose a sí misma, la doctrina social iglesia, como una especie de “tercera posición”, que critica aspectos de estas dos vertientes ideológicas, pero conservando axiomas liberales convenientes, como la defensa de la propiedad privada, el capitalismo mercantil, y un lado humanista- cristiano, expresado en la caridad y la lástima por el miserable y desvalido. ¿Qué relevancia tiene esto? Aquí se origina un sinsentido constante en el que, cada quien identificará izquierda y derecha con posiciones relativistas filosófico- ideológicas abundantes y variadas, según su conveniencia y apreciación individual. Se pierde el sentido originario de la clasificación, que no era ideológica, sino táctico-estratégica. Tenemos esa premisa.
El Círculo Proudhon, el Sindicalismo Revolucionario y el Nacional- bolchevismo
Uno de los confusos ejemplos nacionalistas más conocidos y evidentes, será el fenómeno del Círculo Proudhon fundado en 1911 por Édouard Berth y anarco- sindicalista Georges Valois (Que posteriormente fundó el primer partido fascista francés; “Le Faisceau”).
Este círculo, reunía las más variadas posturas ideológicas. Su nombre hacía honor al legendario intelectual anarquista Pierre- Joseph Proudhon, y retomaba postulados del sindicalismo revolucionario, basado en lo propuesto por Georges Sorel ¿Quién fue Georges Sorel? Un disidente del marxismo, y un gran perdedor teórico, debido a que sus ideas de la huelga general total, difícilmente derribarían por sí sola, a la clase dominante, y su visión de la violencia medida o moralista, - sin ánimos de venganza- , parecía infantil e inocente. Se le consideró un divisor del movimiento obrero, de poca calaña e insuficiente influencia. Compitió por el dominio de la Segunda Teoría Política, siendo abismalmente derrotado por el marxismo y el socialismo científico, tanto en el terreno político real como en las ideas. Hoy en día, el sindicalismo ha sido absorbido y reinventado por la burocracia y negociaciones del capitalismo, en donde los trabajadores son capaces de renunciar a derechos duramente conquistados, por algún bono monetario especial.
Aunque las ideas de Sorel, también inspirarán el nacional- sindicalismo; un movimiento considerado de Tercera Teoría Política, el anarco-sindicalismo y también al curioso nacional- bolchevismo alemán, nacido en la década de 1920, que proponía una alianza geopolítica alemana- soviética, y cuyas ideas resultaban un híbrido entre el nacionalismo romántico alemán y leninismo bolchevique ruso. Los movimientos o partidos de Tercera Teoría política (no tercera posición), representaban una fusión entre ideas socialistas- comunistas, y nacionalismo romántico- territorial, pero expresando discursos y programas anticomunistas- internacionalistas y antiliberales.
El Fascismo y el Nazismo
En esa lucha, aparecen el fascismo italiano, y posteriormente el nacionalsocialismo alemán (nazismo), que vencen al nacional- bolchevismo –delegándolo a la marginalidad- y se coronan como la mejor expresión de la Tercera Teoría Política. Surgen una serie de prolongaciones o adaptaciones en varios países; el rexismo belga, el sinarquismo mexicano, la guardia de hierro rumana, el falangismo español, el nacismo chileno, entre muchos otros.
El común denominador de estos movimientos o partidos, era reconocerse como una alternativa intermedia mestizo- nacionalista, entre el comunismo y la necesaria inversión privada (liberalismo económico). Esto se tradujo en varios problemas contradictorios, que comenzaron en el periodo de vida del nazismo y el propio fascismo. En el trascurso evolutivo del nazismo, con la purga conocida popularmente como: “Noche de los cuchillos largos”, se aniquilan todos los elementos revolucionarios- populares que colaboraron alguna vez con el NSDAP; al jefe de las S.A, “los camisas pardas” Ernst Rohm, la seguida disolución de esa agrupación miliciana, así como también al teórico del ala roja del partido Gregor Strasser, cuyo hermano Otto, - expulsado del partido- , había fundado el Frente Negro (Liga combativa de Nacionalsocialistas Revolucionarios). Hitler pactó y negoció con los poderes del Estado del Kaiser, hizo alianzas con la aristocracia y la burguesía alemana, con la finalidad de impulsar una economía corporativista, prometiendo total seguridad al sector privado empresarial, frente al avance de agrupaciones comunistas y socialistas.
El Duce Mussolini, también debió pactar con la burguesía italiana, para frenar el avance del movimiento obrero socialista, que amenazaba con una revolución auténtica de grandes proporciones, donde muchas cabezas de “sangre azul” y religiosas, podían rodar. Mussolini también forjó alianzas con la Iglesia Católica (Esto lo hizo más por conveniencia y realismo político, no era idiota, y sabía que declararse contrario a esta institución en Italia, podría significar un prematuro suicidio en su carrera). Básicamente, formó una alianza con la clase burguesa- mercantil y la Iglesia católica contra el avance socialista. El fascismo y el nazismo proceden entonces, a ultra-derechizarse o mejor dicho; inclinarse hacia el statu quo burgués (política de negociación con los que controlan los medios de producción). El fascismo originario- primitivo, era popular, antimonárquico, squadrista- miliciano, revolucionario y promotor de la violencia contra las viejas y añejas instituciones (futurismo político). Como Gramsci lo dijo; la clave del triunfo del fascismo, fue abrirse nicho entre la pequeña burguesía, entre los pequeños productores, los dotó de un cuerpo ideológico políticamente organizado que antes no existía y concretó una alianza con los grandes industriales capitalistas y la nobleza italiana.
Al finalizar la segunda guerra mundial, específicamente en la batalla de Berlín, observamos un fenómeno interesante: Los alemanes que se sacrifican en vano, son trabajadores, niños ideologizados de las juventudes hitlerianas, viejos veteranos de la primera guerra, miembros del frente de trabajo, es decir, el bajo pueblo mismo. Pero los aristócratas alemanes y los empresarios que una vez apoyaron al nazismo ya estaban lejos y seguros fuera de Alemania. Muchas empresas que alguna vez fueron pro-nazis continuaron subsistiendo incluso hasta el día de hoy. Prueba de que el interclasismo fascista fue un devastador error práctico tan funesto como la “teoría racial”. La única patria del capitalista siempre será la máquina de dinero.
Si bien es cierto, que la Tercera Teoría política fue exterminada materialmente en la segunda guerra mundial, en lo que respecta a ideología, ya se habían alineado con los intereses de la burguesía. Es llamativo observar, como en los fascismos nacionalistas de otras latitudes, se evidenció el mismo problema. El nacional- sindicalismo español de Ledesma Ramos, fue absorbido por el falangismo ultracatólico de Primo de Rivera (ideología de ultraderecha), y posteriormente disuelto totalmente por el franquismo, abiertamente aliado simpatizante y estratégico de Estados Unidos.
En Chile, Jorge González Von Marées comete el error mortal de apoyar a Ibáñez, entregando en ofrenda de sangre, a varios jóvenes patriotas, para ser sacrificados por la derecha liberal- conservadora de Arturo Alessandri, en una masacre horripilante.
En definitiva, antes de la caída del fascismo y el nazismo (haciendo la mención necesaria de que sus aliados burgueses, aristocráticas y religiosos, los traicionaron constantemente durante la guerra mundial), ya habían abandonado sus lineamientos más revolucionarios y “rojos”, para mantener una estable y pacífica convivencia con la burguesía de sus países.
El Peronismo
¿Qué otra fuente ideológica en la historia podrían pretender buscar, que se perciba cómo Tercera posición? Sin duda, la podemos encontrar en el peronismo argentino, o doctrina justicialista (de alma populista, no dogmática, tomando elementos ideológicos variados, contingentes, de tendencia caudillista, basada en la justicia social de la realidad argentina. No la podemos denominar como una nueva teoría política) no obstante, aquí sí tuvo más sentido la categorización tercerposicionista, debido a que resucitaba el aspecto táctico- estratégico de la definición, y no el ideológico. Encajaban en una tercera posición, porque en el contexto post-segunda guerra mundial, con el mundo bipolar separado entre EU y la URSS, planteaban no alinearse posicionalmente con las dos fuerzas geopolíticas (capitalismo- liberal y socialismo- comunismo) que se disputaban el globo terrestre.
Recordemos también que el peronismo fue derrotado finalmente por la reacción oligárquica, comprobando que el interclasismo del peronismo también fue erróneo y de resultados funestos. Mientras las rancias oligarquías coloniales latinoamericanas pervivan, todos los proyectos, populares, nacionalistas, desarrollistas o socialistas se verán obstaculizados.
Pero desde 1990, con la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, se consolida la hegemonía liberal- unipolar, dando paso a la globalización (sólo sobreviven repúblicas socialistas antiimperialistas en las periferias no occidentales del mundo), por lo que, desde la original esencia posicional estratégica del concepto, “la tercera posición” pierde todo sentido geopolítico o razón de ser. El liberalismo se expande como la única realidad ideológica y cultural mundialmente aceptada y ejercida.
La “Tercera Vía”
Tampoco tiene relación la tercera posición con la “tercera vía”, cuyo conocido exponente entre varios, es Tony Blair, que encarna el centrismo reformista, la social- democracia, progresismo valórico y la economía mixta (economía social de mercado), una fusión entre el keynesianismo (doctrina económica que rechaza la idea de la autorregulación del mercado, admitiendo que su desenvolvimiento depende de otros factores, dotando al Estado de facultades para intervenir), y el liberalismo político o democracia liberal. En aspectos ideológicos, la tercera vía es una variación del liberalismo occidental, nada nuevo bajo el sol.
Hasta este punto, hemos comprobado que desde el ámbito táctico- estratégico, la “tercera posición” no tiene motivo de ser, primero porque, desde la caída de la URSS, se consolidó la hegemonía liberal- global, resistiendo solamente algunos gobiernos socialistas patrióticos en las periferias del mundo, y tendencias ideológicas marginales, contraculturas, sin cercanía al poder político (anarquismos varios, resabios de movimientos neofascistas, etc).
Esto podría esquematizarse entre dos fuerzas: una del poder global-imperialista hegemónico, sus instituciones e ideas, contra las tendencias soberanistas, que reivindican casi por instinto (populismo) la patria y la idea de arraigo, es decir; una posición dominante, contra fuerzas subversivas. No hay cabida para tercera posición alguna en la contingencia geopolítica.
Si lo delimitamos a la posición político- estratégica interna de un país como Chile, encontraremos un gobierno neoliberal controlado por una oligarquía pluripartidista y plutocrática, y en la contraparte o en las periferias políticas, veremos todas las agrupaciones y corrientes que encajarían en la etiqueta de “anti- sistema”, ¿Pero qué es ser un verdadero anti-sistema?, no basta con meramente manifestarse en contra de un Gobierno o maldecirlo. Ser anti-sistema, es plantear un radical antiliberalismo revolucionario-ideológico, tanto en lo político como en lo económico, un anti- occidentalismo, y una ética anti-burguesa. En esta panorámica tenemos, al sistema propiamente tal, y las corrientes anti- sistema (Dos fuerzas). Tampoco tiene cabida en este análisis de campo, una tercera posición, siendo imposible una trinchera imparcial aislada o intermedia, entre el poder, y quienes quieren arrebatar el poder.
Como dijimos en párrafos anteriores, para que ese “nacionalismo” que pregonan los tercerposicionistas, fuese una propuesta ideológica externa al marxismo materialista y al liberalismo capitalista, deberían exponer una filosofía, universalmente antípoda a las anteriores propuestas, lo que no es posible, y de hecho, podemos exponer el revoltijo descabellado de ideas, que componen los programas de estos grupos (pseudo- ideas porque creen y reivindican teorías conspirativas bastante difundidas en la Era del consumo masivo). El nacionalismo político y republicano surgió durante la revolución francesa, cuando la burguesía era una clase revolucionaria y visionarios como Robespierre, denunciaban que en la monarquía solo el rey tiene patria, porque es el único soberano y los demás son súbditos; ergo, en la república democrática el pueblo es soberano, por ende el pueblo entero tiene patria.
La Farsa conspirativa del “Marxismo Cultural”
Vivimos en tiempos de hegemonía liberal, incluso la democracia como concepto, fue monopolizada por el liberalismo pluripartidista. Pero de pronto, nos encontramos con la idea extravagante de que los tercerposicionistas (y derechistas varios) alegan la existencia de un enemigo peligroso, expansivo y totalizante, enemigo de las naciones y los valores sagrados (que vienen de lo alto del cielo), cuyo nombre es “marxismo cultural”.
Ya no temen a las ideas de Marx, Engels, Mao o Lenin, sino al marxismo cultural. ¿Dónde nace este peculiar concepto? También podemos conocer su origen con exactitud, y este se encuentra en Estados Unidos, a comienzos de la década del 1990. Fue un concepto impulsado por la derecha paleolibertaria (esencialmente religiosa protestante), esgrimiendo que la ideología promovida principalmente por académicos de la Escuela de Fráncfort, tenía la misión maquiavélica de atentar contra la familia blanca occidental, el capitalismo, la tradición, el conservadurismo, y la religión cristiana, entre otros pilares civilizatorios, difundiendo por medio del multiculturalismo, una reivindicación de las llamadas minorías discriminadas y marginadas, de carácter racial, sexual, incluyendo ecologistas, feministas, inmigrantes y todo lo entra en la categoría del progresismo (anti-conservador).
Esta teoría conspirativa, dicta que todas estas minorías o grupos de presión, estarían confabulados, comandados y financiados por poderosos magnates judeo- masónicos (o reptilianos) para llevar con éxito su misión. ¿Existen los progresistas? Sin duda existen, pero su nacimiento no responde a un vientre homogéneo de Fráncfort, ni ocultista, sino a la expansión misma de la ideología liberal y su individualismo radical. El marxismo y su cuerpo doctrinal colectivista, con la teoría de la revolución proletaria, no tienen relación ontológica ni causal con ese “marxismo cultural”, que de marxismo no tiene nada, siendo su correcta denominación la de: “liberalismo cultural”.
Sabemos por ende, que - el marxismo cultural- es una fantasía ilusoria en la ideología de papel de los tercerposicionistas; que incluso se han nutrido de panfletos y libros libertarios de mala calidad como los de Agustín Laje, Axel Kaiser o Gloria Álvarez (cómicos dantescos de una época decadente). Lo único que existe a nivel mundial, es un liberalismo cultural y económico, extendido a todas las esferas de la vida, insertando el individualismo extremo, la competencia depredadora, el consumismo, aumentando la cadena de la deuda, y atacando toda forma de colectivismo, sentido de pertenencia grupal o gregarismo humano.
Corroboramos entonces que, lo de marxismo cultural, es una teoría conspirativa extendida por locos estadounidenses paleolibertarios- ultraconservadores, y cuyo significado o esencia, solo podría ser atribuible al liberalismo cultural y su individualismo radical. Tomemos en cuenta que, estos anti-comunistas exaltados, conciben al progresismo o sus representantes, como el máximo enemigo posible de las naciones; sin jamás cuestionar ni atacar a los grandes usureros y mercaderes de la economía, a las oligarquías plutocráticas ¡Que conspiracionismo más cómodo para los enemigos y explotadores de los pueblos! Promotor de la imbecilidad programada.
Nacionalismo Vulgar
En el hipotético caso de que, un reaccionario pseudo-nacionalista, ya no pueda defender el nacionalismo tercerposicionista desde lo táctico- estratégico, ni desde su ninismo absurdo de “ni izquierda ni derecha”, y comience a desembuchar que ser “nacionalista” significa escuálidamente, apelar a sentimentalismos y emociones como; estar orgulloso del país, de la identidad o de la nacionalidad, deberemos decirle entonces, que su ideología es desechable y podrá ser destruida, así como un avión de papel se deshace en la lluvia. Si de eso tratara el nacionalismo, de “apelar a los sentimentalismos”, como bien lo expone el historiador Gabriel Cid al llamarlo: “nacionalismo vulgar”, el fanatismo por un club de fútbol sería homologable a este nacionalismo chovinista, que utiliza colores, cánticos, emociones, orgullo, movilizando los sentimientos de sus adherentes. Un nacionalismo así, vacío y sin cerebro, no sirve para construir una poderosa teoría política revolucionaria, ni menos una ideología articulada, ni un programa político, toda vez, que las emociones son intrínsecamente humanas, cambiantes, efímeras, mutan como consecuencia de múltiples factores incontables, no son un núcleo.
Es común que quienes perciban al nacionalismo, como un conjunto de emociones, defiendan también teorías conspirativas como la del marxismo cultural, o la tierra plana. Así es como comienza a construirse (amorfamente) un reaccionario.
Breve síntesis de las bases ideológicas del nacionalismo histórico chileno
Puede ocurrir que, un pseudo-nacionalista reaccionario se conciba a sí mismo, como un continuador ideológico de algún pasado movimiento nacionalista chileno. Hubo varios; como el planteado por Guillermo Subercaseaux, el infaltable racialismo de Nicolás Palacios, el nacismo de González Von Marées, el expuesto por Jorge Prat Echaurren, o el reaccionarismo anti-comunista de Pablo Rodríguez Grez, entre otros. No es el momento de hacer un análisis complejo de cada uno de ellos, pero sí comparten influencias comunes venidas desde Europa, y del ultraconservadurismo chileno de siglo XIX, que superpone a la Iglesia católica y su orden moral, por sobre la patria y el interés proletario, además de hacer gárgaras con el derecho a timonear el país, de la “aristocracia” espiritual o sanguínea.
Dijimos que la revolución francesa, originó el nacionalismo cívico francés, dando paso al Estado- Nación y la Constitución política, que reconoce al pueblo como soberano. Sin inconvenientes diremos que el nacionalismo chileno se impregna de ello, pero exporta variadas tuercas del nacionalismo romántico alemán, los mitos del origen y la sangre común, como factores indiscutibles para reconocer una nación (Exposiciones teóricas de Johann Gottfried Von Herder), que años más tarde, mezclaron con neodarwinismo de Spencer, y teorías pseudo- racialistas de la época, así como componentes metafísicos extraídos de Hegel, el zeitgeist “espíritu de la época”, cargado de predestinación calvinista; “la misión divina de los pueblos”. Por cierto, es improbablemente que los reaccionarios hayan leído estos autores, pero se adentraron nociones residuales traspasadas culturalmente, desde el nacismo de González Von Marées, Nicolás Palacios y uno que otro fascismo exportado. Todo lo anterior, se enlazó con inspiraciones de fascismos europeos, y ultraconservadurismo oligárquico chileno del orden moral.
En esa mezcolanza brutal, de nociones ideológicas conservadoras, chovinistas, europeístas, y especulativas metafísicas, se basa el nacionalismo histórico chileno, tan fácil de rebatir, ridiculizar y desarticular, hasta por el periodista más mediocre. No es raro que los movimientos nacionalistas del hoy, sean alimento para la prensa amarillista, los que no temen en tapizarlos con nombres como “grupo anti- gay” o “anti- inmigración”. Puesto que de concepciones teóricas tan superfluas y risibles, no se puede esperar más.
¿Qué otros errores percibimos además en este acervo de ideas, que conforman el nacionalismo reaccionario chileno?
En ninguna parte, elabora una teoría económica original, para competir contra el liberalismo y el marxismo (los que sí han construido una gigantesca teoría económica propia). El nacionalismo tiende a mirar el corporativismo (Lo que en Chile es imposible, debido a que los gremios se han extinto, y los monopolistas del retail controlan el mercado).
Como en el imaginario del nacionalismo reaccionario, la lucha de clases, es un “invento marxista”, terminan abogando por la cooperación de clases, no pudiendo tampoco proponer a rajatabla, una nacionalización y estatización de todas las riquezas nacionales y empresas claves, devolviéndole al Estado su rol empresario, - maniobras que consideran “de izquierda”- (un nacionalismo bastante conveniente para la oligarquía), prefieren por lo consiguiente, atacar inmigrantes pobres , a los más débiles de la explotación capitalista- liberal, es decir, además son cobardes.
En el caso de que optaran por un desarrollismo industrial, devolviéndole al Estado un rol de intervención, ello implicaría atacar en todas las aristas al retail usurero y entraría en conflicto con monopolistas (situación que los reaccionarios quieren evitar, pues no se atreven a luchar contra los verdaderos enemigos del pueblo, y esconden su condición de derecha bajo el disfraz de “tercera posición”).
Nacionalismo de la Praxis: Aspectos Generales
¿Y cuáles serían las diferencias fundamentales y esenciales del Nacionalismo de la Praxis, con lo anteriormente nombrado?
El nacionalismo de la Praxis, tiene como raíz filosófica, el materialismo griego antiguo, que Althusser denominó: “aleatorio”, el cual se encuentra profundamente enlazado con la ciencia. Es un materialismo que subterráneamente, pervivió durante la historia de la filosofía. Podemos encontrarlo variadamente desde; Giordano Bruno, Maquiavelo, Heidegger, Gramsci y por supuesto Marx y Engels.
Por ello, la Praxis como acción transformadora del mundo (que Epicuro expuso por medio de la desviación atómica, creadora de mundos, el impacto sobre la realidad y la materia), se opone a la metafísica “inmutable” de “valores eternos”, a la causalidad divina, o mera redundancia de las ideas, romanticismos de la sangre, predestinación y cuestiones que carecen de metodología filosófica. Mientras que el nacionalismo reaccionario tiene bases en la superstición, fantasías varias y la emocionalidad chovinista, nuestro nacionalismo usa la metodología filosófica, la razón y la certeza.
El nacionalismo de la Praxis, toma plenamente el diagnóstico del socialismo científico, sobre la explotación capitalista de los trabajadores, por ende, no rechazamos la lucha de clases, al contrario, la exaltamos como un proceso clave para destruir a la oligarquía apátrida (que no forma parte de la nación, sino que la socava). Incluso si lo llevamos al derecho de los trabajadores de tomarse los medios de producción, la auténtica soberanía política y económica, solo puede tomar forma, cuando el pueblo arrebate el mando y constituya su gobierno, siendo una única clase nacional.
El nacionalismo de la praxis sostiene además, que “nacionalismo” no se contrapone al “internacionalismo” (no confundir con internacionalismo con globalización), toda vez que son complementos teóricos indisolubles. Sólo una sana y razonable convivencia de países, dentro de un orden multipolar continental, permite la verdadera diplomacia de los nacionalismos del entendimiento. El chonivismo odioso e irracionalista del nacionalismo burgués (primando el interés de unos pocos), con su carácter imperialista, necesita de las guerras externas.
Mariategui señaló que en países desarrollados, el nacionalismo es utilizado por los gobiernos burgueses para frenar al movimiento obrero y popular. Pero en los países no industrializados, de las periferias, el nacionalismo es un arma popular anti- colonialista y antiimperialista, que llama a todas las fuerzas revolucionarias a conquistar el poder.
Si preguntasen en qué “posición política” se encuentra el nacionalismo de la praxis, obviamente responderíamos que en una posición anti- sistema, pues nos oponemos al gobierno oligárquico, al orden burgués, a la globalización y toda forma de liberalismo. Y aunque nos quisiesen colocar en la dicotomía francesa de izquierda- derecha, reconociéndola como táctico- estratégica respecto de la relación poder- subversión, estaríamos en la izquierda (izquierda popular y patriótica).
Por eso entendemos a la nación como esencialmente colectiva, inmanente, del ser- ahí, el ahora (como lo trabajó Heidegger), reconociendo que el pasado histórico, define el presente de los pueblos (conocimiento de la dolencia histórica popular), y la praxis creadora del futuro (El pueblo como forjador y constructor de la patria). Por eso el pueblo debe conquistar el Estado- nación, derrotando a la oligarquía.
Ejercicio
Para subrayar las confusiones ideológicas y estratégicas del “tercerposicionismo”, observemos lo acontecido el 18 de octubre de 2019, con el estallido social.
El alza de pasajes del metro, se transforma en la gota que rebalsa el vaso, y los estudiantes secundarios –principalmente- prenden la chispa (esto prendió y bastante), llamando a toda la comunidad nacional a levantarse para protestar contra el gobierno (y un sistema inhumano), por lo que este último, debe decretar Estado de excepción y hacer uso del monopolio de la fuerza contra su propia población. Las calles se inundan de marchas, convocatorias, cacerolazos, suceden saqueos, varios (as) son asesinados, mutilados y calcinados, en un escenario que se presenta como el preludio de una revolución. Por un lado tenemos al Gobierno, que pretende conservar el orden institucional y al sistema, y otro el otro, al pueblo enfurecido, en estado de insurrección contra la oligarquía.
¿Dónde se posiciona un “tercerposicionista”? Estas son las alternativas:
1-Dentro de su esencia conservadora (de la institución burguesa, de la aparente estabilidad neoliberal o de los valores religiosos), sea por su deseo de conservar el statu quo, o por su reaccionario anti- marxismo, se opondrá a la revuelta (quizás crea en las conspiraciones del financiamiento de Nicolás Maduro o de Rusia), así terminará apoyando a la derecha, a la oligarquía y al sistema mismo. Condena saqueos y destrucción de calles, pero nunca juzgará la explotación aberrante hacía los chilenos. Incluso votaría por la opción rechazo en el plebiscito constitucional.
2-Podría el tercerposicionista u otro reaccionario semejante, sostener que efectivamente existe el neoliberalismo sistémico explotador, pero la revuelta es “marxista”, - según sus cánones ideológicos- , por lo que optaría por definirse como imparcial, o aislarse de los acontecimientos, llamando por ejemplo a anular o no votar en el plebiscito constitucional. Lo que de fondo, contribuye indirectamente al mantenimiento del sistema, favoreciendo a la oligarquía. Al no saber de ciencias sociales, el reaccionario de tercera posición apuesta por una especie de puritanismo infantil y se margina de los acontecimientos. No comprende que un estallido, y ni siquiera un plebiscito repleto de trampas, forman etapas de un proceso histórico más duradero y complejo.
3-Puede también suceder (aunque menos probable), que un autoconsiderado tercerposicionista, agudice sus nociones instintivas soberanistas y populistas (o simplemente porque cree que el gobierno es manejado por judeomasones- illuminatis), y en un afán por destruir al neoliberalismo, se una a la revuelta y termine por apoyar la redacción de una nueva constitución.
No constituye el tercerposicionismo amorfo, una unificación estratégica ni ideológica, siendo totalmente proclive a marchar por el sistema.
¿Cómo se posicionaría el Nacionalismo de la praxis en este conflicto?
Sin dudas, el nacionalismo de la praxis respaldaría la insurrección, tanto en lo teórico como en lo práctico, toda vez que se identifica como anti-sistema, y del lado de la subversión, apoyando por todos los medios, la caída de la oligarquía y el orden neoliberal.
Si insistiesen con encasillar al nacionalismo de la praxis, dentro del plano izquierda- derecha (subversión versus poder), no tendríamos tapujos en reconocernos de izquierda.
Dentro de las fuerzas anti- sistemas del estallido social, podremos encontrar tres grupos:
1-Anarquistas varios: Que por su naturaleza de exacerbación individual e indisciplina, no pueden organizar una propuesta factible y realista para derrocar al gobierno e instaurar otro tipo de sistema. Sostienen constantemente el espontaneísmo. No es raro que opten por el aislacionismo (al igual que los tercerposicionistas) y se nieguen a votar en el plebiscito constitucional (terminan favoreciendo al statu quo).
(No podemos mencionar en esta clasificación, ni en ningún punto, al progresismo liberal de izquierda, pues tienen bancada en el congreso, y sus propuestas no son revolucionarias, son reformistas, de diálogo con la burguesía).
2-La inmensa masa de personas inconformes: que por convicciones personales, sin pertenecer necesariamente a movimientos o partidos, han sido golpeados por la injusticia del sistema (deudores, cesantes ilustrados, trabajadores explotados, mujeres maltratadas, estudiantes, etc), y que se levantan para combatir al sistema, por la justicia social, contra la corrupción, o votar por aprobar una nueva constitución (anhelan derribar el statu quo). En el plebiscito constitucional comprobamos que el pueblo acudió a votar en masa, con ansias de cambiar el sistema y destruir la Constitución del 80. Tanto los reaccionarios del rechazo, como los intentos inútiles de boicot al plebiscito no tuvieron ni la menor implicancia ni efectividad.
3-Las fuerzas patrióticas y populares organizadas: con un acervo o fuerte teoría revolucionaria anti- sistema, destinada a vencer a la oligarquía e imponer su propia concepción del mundo. En este punto se encuentra el nacionalismo de la praxis, pretendiendo arrastrar a gente del punto 2 principalmente, a una estratégica fuerza de ataque, en la que todo vale, con tal de alcanzar el poder político y vencer al enemigo del pueblo. Por eso consideramos vital, votar una nueva constitución, (lo que no es un fin), pero si un paso seguro y táctico, para continuar arrastrando a la oligarquía y al sistema, junto a sus lacayos, hacía el barranco. Hoy comprobamos que la crisis ha seguido agudizándose, y no siquiera un proceso constitucional repleto de artimañas, logrará salvar un sistema profundamente contradictorio.
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