La Globalización es la etapa culmine de un proceso capitalista, histórico y complejo, caracterizado por la integración de las economías locales a una economía de mercado mundial donde los modos de producción y los movimientos de capital se configuran a escala planetaria, cobrando mayor importancia el rol de las empresas multinacionales y la libre circulación de capitales, junto con la implantación definitiva de la sociedad de consumo.
La cultura de la globalización se caracteriza por ser un proceso que interrelaciona las sociedades y culturas locales en una cultura global (aldea global). Llevado a la práctica, esto se ha traducido en una tendencia a la asimilación "occidental" o predominio de la cultura hegemónica del mundo anglosajón, por sobre la variedad de culturas e identidades locales. Hablamos de un occidentalismo expansivo y universalista, que se presupone como civilizador y moderno, frente a otros pueblos, a los que considera bárbaros, salvajes o atrasados, por ende, se atribuye el derecho de intervenirlos y gobernarlos de diversas maneras.
En lo tecnológico, la globalización depende de los avances en la conectividad humana (transporte y telecomunicaciones) facilitando la libre circulación de personas y la masificación de las TIC y el Internet.
En el plano ideológico, los valores colectivistas comunitarios y tradicionales van perdiendo terreno ante el individualismo y el cosmopolitismo de la sociedad abierta, puesto como dijo el mismo Hayek: “La sociedad no existe, solo existen individuos viviendo y trabajando”. No se debe confundir globalización con internacionalismo, siendo que este último, es parte de una geopolítica absolutamente compatible con la soberanía estatal fuerte y delimitada, tomando forma con la cooperación entre naciones soberanas dirigidas por sus pueblos trabajadores.
La globalización se construye como efecto del imperialismo, erigiendo la etapa superior del capitalismo liberal. No obstante, dentro de los grupúsculos de tercera posición, -los parias ideológicos- y demáses "nacionalismos" reaccionarios que niegan la lucha de clases, se suele disociar la globalización del capitalismo para condenar al primero como origen de todos los males (summum malum), adoptando, en cambio, una actitud más conciliadora, silente o más tolerante frente al segundo. De este modo no pasan de ser meros distractores, distorsionadores pro-burgueses (no buscan destruir definitivamente las oligarquías), frente a la auténtica lucha del pueblo chileno por su soberanía económica la cual es necesariamente una lucha anti-capitalista y anti-imperialista.
-ANTIIMPERIALISMO
Primeramente debemos decir, que el imperialismo es la fase más avanzada del capitalismo internacional fagocitado por las potencias industriales, toda vez que la expansión uniforme de los mercados se extiende a nivel mundial, sin control ni regulación, traspasando fronteras; exportando sus modos de producción y lógicas de lucro, -sea colaborando con las oligarquías dominantes de los países, o mediante la invasión bélica y el colonialismo-, necesitando de mano de obra, de materias primas, demarcando notoriamente las diferencias entre explotadores y explotados, y afectando el medio ambiente (muchas veces irreversiblemente).
En términos geopolíticos, desde 1990 con el proceso de globalización propiciado por la hegemonía liberal del mundo (el atlantismo), el capitalismo (en todas sus variantes), se ha consolidado como la única realidad posible que define el progreso de las sociedades. Existen grandes masas consumidoras y explotadas (masas compuestas por quienes solo cuentan con su fuerza física de trabajo, o tienen un negocio pequeño-mediano proclive a proletarizarse –pues los propietarios normalmente deben trabajar con sus empleados- y están endeudados, a diferencia del gran capitalista, que domina los medios de producción).
Como reacción a este proceso invasivo, surge el derecho de la autodeterminación de los pueblos, para enfrentarse a estas lógicas del capitalismo imperialista (patriotismo popular), así como el de rebelarse contra las oligarquías apátridas que negocian con este capitalismo mundial. El camino metodológico para los pueblos, sería unificarse en un destacamento avanzado, o vanguardia popular y nacional (compuesta por todos (as) los que no poseen medios de producción, campesinos, pequeños y medianos negociantes, y militares patriotas provenientes conscientes de provenir del pueblo, para erradicar por la fuerza la oligarquía enquistada en el poder. Lucha de clases; No hay otra forma ante tan irreconciliable y evidente contradicción social.
Suele repetirse y malentenderse el dudoso axioma de; “la lucha de clases entre proletarios y burgueses se ha –transformado-, o ha sido reemplazada por la lucha entre los pueblos libres y la globalización”. Lo que no se preguntan aquellos propagadores del axioma, es el cómo un pueblo puede llegar a ser libre, si sobre la misma tierra habitan explotadores y depredadores mercantiles dispuestos a hacer añicos toda organización popular patriótica que pudiese tomar forma. Es ahí cuando notamos que la lucha de clases no ha perdido sentido, “ni se ha transformado”, sino que sigue en plenitud, pudiéndose resolverse únicamente por medio de la victoria de la clase popular organizada contra las oligarquías enquistadas. Cuando la oligarquía es derrotada, el pueblo puede constituirse como soberano, y así afianzar alianzas internacionales anti-globalización.
En nuestra América, tenemos dos ejemplos dramáticos de lo que significa intentar construir un modelo popular patriótico, en coexistencia con la oligarquía local. El más conocido y trágico fue el de la vía democrática al socialismo del gobierno de Salvador Allende. El creía que la institución era lo suficientemente seria y resistente, como para que la clase oligárquica se atreviera a realizar acciones contra el gobierno legítimo, en desmedro de las reformas populares, que eran profundamente necesarias para construir un Chile justo y democrático (El Presidente Allende era un gran demócrata). Pero, no olvidemos que la oligarquía chilena fue la que exilió a O’Higgins y a Freire, fue la que abolió la Constitución de 1828, imponiendo la de 1833 -con una sanguinaria guerra civil- y la consolidación del dictatorial gobierno de los monopolistas, fue también la que derribó a Balmaceda con otra guerra civil, y fue la que intentó derrocar a Pedro Aguirre Cerda.
No hay clase oligárquica que renuncie a sus privilegios por medios pacíficos, y esa es una ley universal que no debemos olvidar jamás. La vía pacífica al socialismo, fue un fracaso y una derrota, pero no la derrota final. Nos sirve como enseñanza. En un solo día todas las conquistas sociales se diluyeron, los recintos deportivos convertidos en centros de detención y tortura, miles de compatriotas asesinados, mutilados, desaparecidos, exiliados. Fue el precio de confiar en la revolución dentro de la institucionalidad oligárquica. Estados Unidos, sus boicots y financiamiento externo del terrorismo, en cooperación con la oligarquía y sectores reaccionarios, fueron capaces de transformar nuestra patria en un infierno de sangre, bombardear la casa presidencial e imponer el más aberrante sistema de desenfreno, explotación y miseria neoliberal. Allende pagó con su vida, manteniendo valor hasta el final.
No olvidemos tampoco el papel de los partidos burgueses como la Democracia Cristiana. Frei Montalva, actuó como una especie de General Civil para atacar el Gobierno de Salvador Allende. Enseñanza elemental, para quienes creen en el diálogo con aquellos partidos políticos institucionales, que no poseen interés alguno por el pueblo ni la patria.
El otro ejemplo histórico y emblemático de fracaso por la lucha antiimperialista, fue el gobierno nacional-populista, de la tercera posición peronista, que creía en una colaboración patriota de clases, para construir una nación desarrollada y democrática (modelo corporativo), pero sin liquidar de raíz a la oligarquía. Eso tuvo como precio el inicio de un Golpe de Estado conocido como “revolución fusiladora”, por su esencia sangrienta que arrastró cientos de muertos. Revolución impulsada por la oligarquía argentina y sectores reaccionarios del ejército, que produjeron finalmente la renuncia de Perón.
Todos los patriotas antiimperialistas, no deben olvidar jamás, que la única respuesta para la violencia reaccionaria, es la violencia revolucionaria. Para poder construir un mundo multipolar contrarrestando la influencia del capitalismo liberal (antiimperialismo), forjando alianzas continentales, es necesario que los pueblos soberanos ejerzan el poder en sus Nacionales-Estados, y eso no puede realizarse, sin el aplastamiento total y definitivo de las oligarquías locales monopolistas-mercantiles y financieras, junto a todos los sectores reaccionarios y contrarrevolucionarios. Aceptar el imperialismo, es aceptar la esclavitud de los trabajadores, la opresión de la patria, asentar la miseria histórica, y la aniquilación de todo el ecosistema.