La patria es el pueblo; no es un Estado ni un Gobierno. Los grandes revolucionarios de América han sido patriotas, y los grandes saqueadores y usureros han sido apátridas.
Si los proletarios no tienen patria, es porque se la han arrebatado, y es menester recuperarla, para construir la patria de los trabajadores; tierra dignificada, cuando sobre ella pisan quienes son libres y no esclavos. Antes de la dictadura neoliberal de Pinochet, el concepto de Patria, era reivindicado por las fuerzas populares; cordones industriales, mutuales, mancomunales, orgánicas campesinales y partidos obreros, entre otros. Con el Golpe de Estado, la oligarquía se apropió completamente de la palabra; usurparon la Patria.
La Patria no es un chovinismo sentimental. La Patria es la vida colectiva de quienes la construyen, de los (as) que trabajan, de los que viven en comunidad. La patria, es de la vecina que organiza las ollas comunes, de los estudiantes, los artistas populares, los intelectuales del pueblo, de los proletarios; no de sectores sociales y castas, que conciben la patria, como un negocio familiar, pretendiendo que Chile sea una sucursal humana de explotación.
A los oligarcas y sus lacayos hay que sacarlos como se erradica el excremento de las literas. La injusticia y la corrupción es grande, pero más grande es el poder de la unión popular.
"El patriotismo no es el producto de un misterioso “espíritu nacional” o del “alma de la raza” como lo pretenden los sociólogos burgueses. El patriotismo es engendrado por condiciones sociales y económicas determinadas. Es un fenómeno histórico cuyo contenido varía según las épocas. Elemento esencial de la conciencia social, el patriotismo adquirió una importancia particular en la época en que las naciones y los estados nacionales habían comenzado a formarse, en la época del capitalismo en ascenso, en que la burguesía, al destruir el feudalismo y la división feudal, reunía y unificaba a la nación, y se afirmaba como la representante de la nación entera. Sin embargo, en el curso del desarrollo histórico, a medida que se exasperaba el antagonismo de las clases en el seno de las naciones burguesas, la mentira y la hipocresía del patriotismo burgués se hacían cada vez más evidentes.
Bajo capa de patriotismo, la burguesía practicaba una política de conquista, sembraba la desconfianza y el odio respecto a las demás naciones. Para conservar sus beneficios y mantener a los trabajadores bajo su dominio, la burguesía traicionaba los intereses de la nación, traicionaba a la patria. “...el capital coloca el mantenimiento de la alianza de los capitalistas de todos los países contra los trabajadores, por encima de los intereses de la patria, del pueblo y de cualquier cosa...” (Lenin, Obras, Ed. rusa). Las capas superiores de la burguesía contemporánea trafican abiertamente con los intereses nacionales.
Los patriotas verdaderos son los trabajadores, los defensores más consecuentes de la independencia nacional, que luchan tanto contra el invasor extranjero, como contra el yugo de su propia burguesía. Los destinos de la patria, su emancipación de la opresión y de la explotación, la creación de condiciones favorables para su pleno florecimiento, son de un interés vital para las masas laboriosas. “¿Es ajeno a nosotros, proletarios conscientes de la nacionalidad gran-rusa, el sentimiento de orgullo nacional? ¡Naturalmente que no! Amamos nuestra lengua y nuestra patria, trabajamos más que nadie para que sus masas trabajadoras (es decir, las nueve décimas de su población) se eleven a una vida consciente de demócratas y de socialistas. Nada nos duele más que ver y sentir las violencias, la opresión y el escarnio a que los verdugos zaristas, los nobles y los capitalistas someten a nuestra hermosa patria” (Lenin, Obras escogidas, t. I, p. 928, Ed. esp., Moscú, 1948).
En los países capitalistas contemporáneos el patriotismo auténtico se expresa en las masas trabajadoras. Son ellas quienes combaten por la independencia nacional, quienes se oponen a todas las tentativas de los imperialistas extranjeros de esclavizar su país.
“¿Dónde está mi patria y dónde mi libertad? ¿La habré tenido allá en mi infancia cuando en vez de ir a la escuela hube de entrar al taller a vender al capitalista insaciable mis escasas fuerzas de niño? ¿La tendré hoy cuando todo el producto de mi trabajo lo absorbe el capital sin que yo disfrute un átomo de mi producción? Yo estimo que la patria es el hogar satisfecho y completo, y la libertad sólo existe cuando existe este hogar”. Luis Emilio Recabarren.
Nación
Históricamente han existido dos principales corrientes de estudio, que conciben la Nación de distinto modo: una visión primordialista que ve a la nación como aquella comunidad étnica preexistente a la consolidación del Estado (Lo que Connor en Etnonacionalismo denominó la unidad ancestral del mito del origen), y otra visión historicista clásica que enlaza el concepto de nación con el surgimiento de los Estados modernos, como una consecuencia histórica ante la caída del régimen feudal europeo.
Nuestra visión como Círculo Patriótico, busca superar esas concepciones admitiendo que existe una dimensión primordial de la nación, como unidad histórica del pasado pre-estatal de los pueblos, pero que también existe una construcción a posteriori de la nación por medio de la organización colectiva, planificación, desembocando en la praxis (acción transformadora del mundo). La nación forja sus metas a futuro pues su finalidad es lograr una vida plena (Dimensión futurista).
El materialismo histórico, consideró que las Naciones-Estados modernos, fueron un ideario o comunidad imaginada, entablada por las clases dominantes, ante la inevitable caída del absolutismo y el orden feudal; de esa forma, empleando el control de la nación, también regían todo el sistema político, y las bases económicas de producción, en pleno periodo del auge de las potencias industriales.
Ante esa realidad, estando las naciones controladas por poderosas clases dominantes y élites explotadoras, corresponde al pueblo proletario, la clase popular, organizarse para derrotar a la clase usurera y tomar el control de la nación-Estado. Así mismo en Chile; el bajo pueblo tiene la misión de derrotar a la oligarquía histórica, por la emancipación, y la construcción refundada de la patria.
En ese sentido, Chile como nación, es una realidad tangible, -pero un proyecto inacabado y minado-, primeramente por la oligarquía histórica (grupo social que actúa para sus propios intereses, incluso en detrimento de la nación), y exteriormente, por la globalización liberal; que ha transformado la nación en una sucursal humana, la "aldea global". Por ello es vital que, el pueblo como comunidad histórica, derrote a la oligarquía y cumpla con su papel soberano, para defenderse a su vez del imperialismo occidental.
Retomando las palabras de Jauretche: «El nacionalismo de ustedes se parece al amor del hijo junto a la tumba del padre; el nuestro, se parece al amor del padre junto a la cuna del hijo. [...] Para ustedes la Nación se realizó y fue derogada; para nosotros, todavía sigue naciendo».
América del Sur en ese aspecto, no es nación, sino una civilización, que sólo puede llegar a concretarse con la consolidación soberana de los pueblos del continente, con miras a la construcción del mundo multipolar.
Para nosotros la nación es la comunidad gregaria que comparte un pasado y un vivencia común (la clase popular), pero que al mismo tiempo, se va creando a sí misma por medio de la acción voluntaria de las masas populares, las que también tienen el deber de destruir las oligarquías apátridas por medio de la lucha de clases y derecho a rebelión.
Nacionalismo de la Praxis
El nacionalismo de la Praxis, es una ideología que tiene como raíz filosófica, el materialismo, el cual se expande desde la Grecia Antigua hasta la contemporaneidad, comprendiendo todo su desarrollo histórico milenario, culminando en una sociología científica, y en la crítica sobre el capitalismo expansivo hegemónico (imperialismo), es decir, una metodología que nos permite interpretar y transformar la realidad. No adaptamos una sociedad a esta metodología; la utilizamos como arsenal para comprender una sociedad.
Es un materialismo que subterráneamente, pervivió durante la historia de la filosofía. Podemos encontrarlo desde; Giordano Bruno, Maquiavelo, Heidegger, Gramsci, Athusser, Mariátegui y por supuesto Marx y Engels. No obstante, medra un profundo análisis de otras escuelas filosóficas, como lo puede ser el existencialismo; puesto que el capitalismo tardío, ha producido un problema existencial evidente en los pueblos atacados por esta fuerza imperialista desértica, que invade, depreda, elimina, consume o altera todo curso determinado de las comunidades humanas, imponiendo una hegemonía en cada rincón de la tierra.
Por ello, la Praxis como acción transformadora del mundo (que Epicuro expuso por medio de la desviación atómica, creadora de mundos, el impacto sobre la realidad y la materia), se opone a la metafísica inmutable, a la mera redundancia de las ideas, romanticismos de la sangre, predestinación y cuestiones que carecen de metodología filosófica seria (sin especulación). Mientras que el nacionalismo reaccionario tiene bases en la superstición, fantasías varias y la emocionalidad chovinista, nuestro nacionalismo usa la filosofía material, las ciencias y las búsquedas de certezas.
El nacionalismo de la Praxis, concuerda plenamente con el diagnóstico del socialismo científico, sobre la explotación capitalista de los trabajadores, por ende, no rechazamos la lucha de clases, al contrario, la reconocemos como una consecuencia propia de la sociedad capitalista, y como un proceso clave, para destruir a la oligarquía apátrida (que no forma parte de la nación, sino que la socava). Incluso si lo llevamos al derecho de los trabajadores de tomarse los medios de producción, la auténtica soberanía política y económica, solo puede tomar forma, cuando el pueblo arrebate el mando y constituye su gobierno.
El nacionalismo de la praxis sostiene además, que “nacionalismo” no se contrapone al “internacionalismo” (no confundir con globalización), toda vez que son complementos teóricos indisolubles. Sólo una sana y razonable convivencia de países, dentro de un orden multipolar continental, permite la verdadera diplomacia de los nacionalismos del entendimiento. El chonivismo odioso e irracionalista del nacionalismo burgués (primando el interés de unos pocos), con su carácter imperialista, necesita de las guerras externas. Mariategui señaló que en países desarrollados, el nacionalismo es utilizado por los gobiernos burgueses para frenar al movimiento obrero y popular. Pero en los países no industrializados, de las periferias, el nacionalismo es un arma popular anti-colonialista y antiimperialista, que llama a todas las fuerzas revolucionarias a conquistar el poder.
Si preguntasen en qué posición política se encuentra el nacionalismo de la praxis, obviamente responderíamos que en una posición anti-sistema, pues nos oponemos al gobierno oligárquico, al orden burgués, a la globalización y toda forma de liberalismo. Y aunque nos quisiesen colocar en la dicotomía francesa de izquierda-derecha, reconociéndola como táctico-estratégica respecto de la relación poder-subversión, estaríamos en la izquierda (izquierda nacional).
Por eso entendemos a la nación como esencialmente colectiva, del ser-ahí, la autenticidad de Ser en oposición a la falsa existencia propia del capitalismo impuesta –No Ser-, reconociendo que el pasado histórico, define el presente de los pueblos (conocimiento de la dolencia histórica popular), y la praxis creadora del futuro (El pueblo como forjador y constructor de la patria). Por eso el pueblo debe conquistar el Estado-nación, derrotando a la oligarquía.