Por Camarada F.
En esta tercera entrega de la sección buscamos entregarles una visión geopolítica de la isla de Cuba, uno de los pocos socialismos irredentos del siglo XX y cuyo sistema socioeconómico siempre fue una excepción en el continente americano. La conocida revolución de 1959 que derrocó a la dictadura oligárquica de Batista marcó un antes y un después en la conciencia política tanto de Latinoamérica como de otras latitudes, siendo el antecedente directo incluso de la revolución venezolana de este siglo XXI. Cuba con Fidel señalaron un camino de socialismo para los países excoloniales que nunca ha arriado sus banderas. ¿Cómo comprender la situación de la mayor de las Antillas en su contexto geopolítico?
Lo primero que debemos tener en cuenta es el hecho innegable de que los Estados Unidos siempre soñaron con anexar a Cuba a su territorio soberano, y así lo expresaba en la temprana fecha de 1823 el canciller norteamericano John Quincy Adams, en una teoría que ha sido llamada “la de la fruta madura”: “hay leyes de gravitación política como las hay de gravitación física y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento no puede, aunque quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba, una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con ella, e incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana”, decía el canciller, y pocos días después el presidente James Monroe (conocido por su visión imperial del continente americano) lo refrendaba con estas palabras: “agregar a Cuba era lo que necesitaban los Estados Unidos”.
Si uno dirige la vista hacia un mapa de América puede notar que la isla de Cuba es, por lejos, la más grande del Caribe, y que además lo “cierra” por su fachada atlántica, como un muro, justo frente a la Florida. Estados Unidos ya posee colonias en el Caribe, como Puerto Rico e Islas Vírgenes, pero además proyecta su influencia política y económica sobre toda la zona. Son conocidas las invasiones militares yanquis sobre República Dominicana, Panamá (donde de hecho controlan el Canal) y Granada, así como el financiamiento de guerras civiles por todo el istmo centroamericano, siempre con el fin de derribar gobiernos soberanos que no le son afines o impedir la consolidación de gobiernos de este tipo. Al revisar las declaraciones de los estadistas norteamericanos resalta la obsesión permanente por hacer del Caribe “un mar interior” de su vasto imperio, un lago privado. Y esto se confirma en la historia con acciones militares y económicas de total irrespeto por los países centroamericanos y caribeños, un irrespeto aún mayor que el que los gringos muestran hacia Sudamérica u otras partes del globo. Estados Unidos considera al Caribe como parte integrante de su propia soberanía.
Por eso cuando los revolucionarios liderados por Fidel toman el poder en la isla de Cuba proclaman ser continuadores de la obra de Martí, es decir, resaltan el carácter nacional y antiimperialista de su gobierno. Martí había advertido que, al salir Cuba del dominio español, quedaría indemne ante la voracidad norteamericana. Cuando la dirección revolucionaria cubana se acerca a la potencia rival de Estados Unidos, la URSS, toma una decisión de vida o muerte. Las convicciones socialistas de Fidel y su grupo son innegables, y pueden evidenciarse en las muchas y muy radicales medidas tomadas en el plano socioeconómico en pro de la igualdad. Pero el socialismo cubano siempre ha sido heterodoxo, y algunas de sus políticas les valieron los reproches de sus camaradas soviéticos. Por ejemplo, el sistema de gobernanza territorial de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y su correlato militar en las Milicias de Tropa Territorial (MTT) se basa en el principio de que cada barrio o vecindario debe contar con su propio CDR dotado de armas y con instrucciones muy precisas, como un centro neurálgico para defender la revolución y la patria en caso de peligro. Los soviéticos pensaban que esto se alejaba del marxismo, porque se prefiere la variable territorial por sobre la variable de clase (en un mismo barrio pueden convivir individuos de clases diferentes): ellos preferían organizar a los trabajadores por industria y armarlos en sus respectivos centros de trabajo. Sin embargo, el sistema de los CDR ha sido replicado y con éxito en otros países revolucionarios excoloniales, como la misma Venezuela, mientras que los socialistas rusos que no pudieron pensar más allá de la ortodoxia hoy lamentan la desaparición de su revolución.
Entonces debemos tener en claro que la revolución cubana ha seguido siempre su propio camino y esto es así porque su situación es excepcional: su posición geográfica privilegiada en el Caribe y su cercanía con el imperio más poderoso de la historia la vuelven la víctima perfecta para una posible anexión y neocolonización. Cuando los cubanos defienden su sistema socioeconómico y su modelo político de partido único están defendiendo más que el socialismo, están defendiendo su existencia misma como nación, y de ahí su porfía y terquedad. El Bloqueo mismo que Estados Unidos le impone a la Isla refleja este hecho, de que para los gobernantes norteamericanos las leyes que hagan aplican también para Cuba, porque no reconocen su entidad como Estado soberano. La ven como un obstáculo para sus planes de dominio sobre toda la cuenca del caribe, rica en recursos naturales y lugar de tránsito de las principales rutas comerciales.
Por eso pudiéramos decir que Cuba actúa en el ingrato papel de “primera línea” de la soberanía de Nuestra América, recibiendo los peores embates del imperialismo y, con su altivez, sirviendo de “muro de contención” que nos protege a todos. Si Cuba cayese entonces nada impediría que los yanquis siguiesen avanzando hacia el sur, y esto es entendido en las altas esferas. Sin ir muy lejos, México nunca se sumó a la política de bloqueo y asfixia económica contra Cuba, ni siquiera en los peores momentos, y esto es así por una cuestión de conveniencia mutua: México también ha sufrido pérdidas territoriales a manos de Estados Unidos y sus gobernantes tienen claro que, tras caer Cuba, los próximos serían ellos. Resulta triste comprobar que no todos en América comprenden esta realidad, y que no todos reconocen o agradecen el papel que juega Cuba como un pequeño David frente al mayor de los Goliat, en defensa de todos nosotros. Los esfuerzos denodados que hace su dirección revolucionaria por impedir la organización de grupos antinacionales en la isla, por satisfacer las necesidades básicas de su población, por desarrollar la producción local y sustituir importaciones, por ingresar divisas a las arcas del Estado, por fomentar la cultura y el aprecio por lo latinoamericano, merecen el mayor de los respetos. Nunca un pueblo hizo tantos sacrificios por un período tan extenso en la sencilla defensa de su derecho a la existencia.
Estamos en la retaguardia, pero también podemos ayudar. El primer paso es informarnos por vías alternativas al monopolio imperialista de los medios de comunicación: esta sección es un ejemplo de ello. El segundo paso es seguir el ejemplo de los revolucionarios cubanos y emancipar a nuestras respectivas naciones del yugo imperialista, para construir redes de solidaridad y apoyo mutuo en la larga lucha que comienza por un nuevo orden mundial de soberanía y ganancias compartidas. No somos ni seremos “frutas maduras” que caigan en las garras voraces de las corporaciones. Seremos patrias soberanas y dignas que marcharán sin presiones hacia el destino que sus pueblos elijan.