Por Fernando Vidal

Introducción

Es un hecho que el protestantismo en sus variantes más populares, ha tenido un notable incremento en su influencia popular y política. El surgimiento de partidos como el PSC (Partido Social Cristiano), la relación de la iglesia pentecostal y su vínculo con ideas de derecha, han ganado fuerza y empiezan a tener fuerte presencia a nivel de cargos públicos y/o de autoridad. Por ejemplo en Concepción, ciudad que se jacta de ser progresista y abierta a la cultura, el alcalde electo pertenece justamente a este movimiento. cuyas consignas son explícitamente conservadoras en lo moral-religioso, pero abiertamente proclives al libre mercado, con todas las contradicciones que esto implica. Para entender este fenómeno es necesario situarnos en el contexto histórico que permita comprender su origen, alcance y el porqué de su fascinación por Israel y los fundamentos neoliberales.

1. Orígenes del Sionismo Cristiano

El sionismo cristiano es un movimiento teológico-político que interpreta pasajes bíblicos (Génesis 12:3) como respaldo divino al Estado de Israel y ve su historia como preludio del Armagedón. Sus raíces se remontan al puritanismo inglés con figuras como Jonathan Edwards, quien propagó ideas milenaristas asociando el retorno judío a Palestina con el fin de los tiempos. El dispensacionalismo de John Nelson Darby articuló una escatología literal: la historia se divide en "dispensaciones", donde Israel es protagonista. Este concepto implica que los judíos, al ser el verdadero “pueblo elegido” de Yahvé, cumplirían un papel profético en la Tribulación y la Segunda Venida. Esta narrativa teológica implicaba no solo una legitimación del sionismo político [1] incipiente, sino también una glorificación de los eventos bélicos como elementos necesarios del plan divino.

Es significativo que esta teología no emergiera en un vacío espiritual, sino en un contexto colonial, imperialista y profundamente anglocéntrico. El “regreso de los judíos” a Palestina no sólo sería una esperanza espiritual, sino también una idea funcional al proyecto geopolítico británico. En el siglo XIX, múltiples líderes protestantes, incluso figuras políticas como Lord Shaftesbury, apoyaron explícitamente el asentamiento de judíos en Tierra Santa como paso previo al cumplimiento de la profecía. El sionismo cristiano, en su fase embrionaria, fue tanto una doctrina religiosa como una herramienta de expansión cultural y política occidental. Lo que comenzó como una exégesis literalista pronto mutó en una agenda política camuflada de piedad.

Esta amalgama de religión, escatología y política sería heredada y amplificada en el siglo XX por el evangelicalismo norteamericano (o como lo conocemos en Chile; cristianismo evangélico), en donde el dispensacionalismo encontró su hábitat perfecto. Las Biblias de estudio Scofield, populares entre pastores y laicos, llevaron estas ideas a millones de lectores. La visión teológica era clara: apoyar a Israel no solo era una opción política, sino un imperativo divino. Esta lógica sigue viva hoy entre líderes y fieles que, a menudo sin comprender el complejo entramado histórico del conflicto palestino-israelí, ven en cada decisión geopolítica una escena del drama cósmico final.

2. La Expansión del Sionismo Cristiano en América Latina

La llegada y expansión del sionismo cristiano en América Latina no fue un fenómeno espontáneo, sino el resultado de un proceso deliberado de importación teológica y estratégica, impulsado en gran parte por iglesias evangélicas pentecostales y neopentecostal, las que adoptaron sin filtros el discurso dispensacionalista norteamericano. Desde las últimas décadas del siglo XX, especialmente a partir de los años 80, se produjo un verdadero boom evangélico en la región. Este crecimiento religioso no sólo transformó el paisaje espiritual latinoamericano —tradicionalmente católico—, sino también sus lógicas políticas y culturales. Dentro de este nuevo escenario, el sionismo cristiano encontró tierra fértil.

Uno de los factores clave de esta expansión fue la teología de la prosperidad, que prometía bendición material como recompensa divina a la fe, la obediencia y, en muchos casos, al respaldo político a Israel. Al fundirse con la doctrina dispensacionalista, surgió una narrativa simplista pero poderosa: bendecir a Israel aseguraba bendición personal y nacional, mientras que rechazarlo traía maldición (basado en Génesis 12:3). En comunidades marcadas por la precariedad, esta fórmula adquirió un enorme atractivo. Los sermones y campañas de oración empezaron a incluir referencias constantes al pueblo judío como el "reloj de Dios", a Jerusalén como el “epicentro profético”, y al retorno de Cristo como inminente.

Junto a este marco teológico, se consolidó una estrategia de difusión mediática sin precedentes. Cadenas de televisión evangélicas, emisoras de radio, editoriales, y más recientemente, plataformas digitales y redes sociales, han servido como altavoces de esta cosmovisión. Muchos pastores comenzaron a citar libros y materiales producidos por organizaciones como Christians United for Israel (CUFI) o la International Christian Embassy Jerusalem (ICEJ), adaptándose a contextos locales sin mayor reflexión crítica. Estos contenidos no solo difunden una narrativa teológica, sino también una lectura geopolítica profundamente alineada con los intereses del Estado de Israel y de la derecha evangélica estadounidense.

El rol de los liderazgos carismáticos ha sido igualmente decisivo. Pastores latinoamericanos —varios de ellos con gran influencia mediática y política— han actuado como intermediarios entre sus congregaciones y las organizaciones sionistas cristianas internacionales. Estos vínculos se materializan en viajes frecuentes a Israel (a menudo financiados por entidades israelíes o estadounidenses), en congresos regionales con invitados internacionales y en la participación activa en campañas globales de oración por Jerusalén. A través de estas redes, se ha construido un imaginario religioso y político que equipara el apoyo a Israel con fidelidad a Dios y con una supuesta superioridad espiritual de quienes así lo hacen.

Además, es fundamental señalar el proceso de formación ideológica directa que ocurre a través de seminarios, escuelas bíblicas y conferencias donde se enseña escatología desde un prisma claramente pro-Israel. Muchos líderes emergentes reciben formación teológica bajo esta óptica, lo que perpetúa el modelo y lo convierte en doctrina oficial en miles de iglesias independientes a lo largo del continente. La narrativa escatológica, lejos de ser neutral, se convierte así en una catequesis política que establece un marco binario: Israel como símbolo del bien, y sus enemigos como manifestaciones del mal.

La expansión del sionismo cristiano en América Latina no es, por tanto, un fenómeno meramente religioso. Se trata de una operación ideológica eficaz, que instrumentaliza la fe para articular una agenda política regional alineada con intereses geoestratégicos globales. Su éxito se explica por una combinación de factores estructurales: crecimiento evangélico, precariedad social, ausencia de una teología crítica local, y una maquinaria mediática y misionera transnacional que actúa con precisión quirúrgica. Y como toda ideología potente, opera bajo la apariencia de piedad.

4. Sionismo Cristiano en Chile

En Chile el sionismo cristiano ha encontrado un terreno fértil gracias al explosivo crecimiento del protestantismo evangélico que representa cerca del 18 % de la población—más de tres millones de fieles—divididos principalmente en sectores pentecostales, especialmente en regiones como el Biobío, donde el Estado ha reducido su presencia, y donde han surgido miles de congregaciones activas políticamente. Este ascenso demográfico religioso se traduce en influencia concreta, que va mucho más allá de las bancas de la Iglesia y entra al terreno de la política.

Uno de los fenómenos más emblemáticos es la aparición del Partido Social Cristiano (PSC), fundado en 2022 y constituido formalmente en 2023, con claras inspiraciones neoconservadoras y de identidad evangélica. Sus miembros —diputadas, alcaldes, concejales— han sido captados desde el mundo religioso (como la diputada Francesca Muñoz o la alcaldía de Concepción con Héctor Muñoz), e incluso hicieron flamear banderas israelíes durante sesiones parlamentarias y la Cuenta Pública de 2024 como declaración explícita de apoyo político a Israel. Este gesto no es simbólico: es parte de una estrategia de visibilización y presión ideológica en nombre de una “alianza bíblica” y un supuesto “mandato divino”.

En el plano público, se han organizado eventos y campañas de oración en favor de Israel, realizados por iglesias chilenas que operan bajo filiales o cómplices de organizaciones internacionales como CUFI o ICEJ. Por ejemplo, Radio JAI documentó cómo grupos evangélicos se declararon “voceros nacionales” del Estado israelí, promoviendo su legitimidad ante medios y redes sociales. Además, libros como Cristianismo sionista. Los evangélicos chilenos y el apoyo al Estado de Israel, de Luis Aránguiz Kahn (2022), ofrecen un retrato sobrio del fenómeno, enfatizando cómo iglesias nacionales replican una teología y política de respaldo incondicional al régimen israelí.

La evidencia política es contundente: miembros del PSC han presionado por posturas favorables a Israel en la ONU y han demostrado respaldo público a decisiones del gobierno que contradicen la tendencia histórica chilena hacia la causa palestina. De hecho, en 2024 el gobierno de Gabriel Boric decidió excluir a Israel de la feria FIDAE y postergar la acreditación de su embajador, acciones que fueron resistidas públicamente por sectores evangélicos-conservadores. El PSC, en cambio, celebró estas señales programáticas en sus plataformas.

Esta dinámica revela en plena luz una alianza estratégica entre sectores conservadores seculares y religiosos en Chile. La retórica religiosa —escatológica, dispensacionalista— encubre una agenda geopolítica: legitimar políticas exteriores que favorecen a Israel, cuestionar la autonomía democrática del Estado y debilitar cualquier postura pro-palestina desde la moral del electorado evangélico. En el imaginario colectivo de estas iglesias, apoyar a Israel es mandato divino y cualquier crítica a sus acciones se considera herejía.

Estas prácticas implican intereses económicos y geoestratégicos: en un país con acuerdos en defensa, tecnología e inteligencia con Israel, la influencia evangélica puede estar abriendo puertas para negociaciones, compras y alianzas ocultas, todo bajo un discurso religioso que evita el escrutinio público. En resumen, es propaganda que apunta directamente a los intereses nacionales, pero disfrazada de devoción.

5. Conclusión

El sionismo cristiano lejos de ser una simple postura teológica, es un dispositivo ideológico que ha mutado en arma geopolítica. Nacido en los pasillos del protestantismo británico del siglo XVII, desarrollado por el dispensacionalismo del siglo XIX, e impulsado por el evangelismo norteamericano del siglo XX, hoy se incrusta con fuerza en América Latina —y particularmente en Chile— como una corriente que mezcla fe, escatología y política internacional en una amalgama peligrosa. Su expansión no ha sido inocente ni espontánea, sino estratégica: ha usado la precariedad social, la devoción religiosa y la ignorancia histórica como combustible para moldear agendas que nada tienen que ver con los valores del Evangelio y sí mucho con los intereses del poder global.

En el caso chileno, este movimiento no solo ha logrado infiltrar iglesias y medios de comunicación, sino que ya ocupan bancas parlamentarias, influye en votaciones y presiona por una política exterior subordinada a los dictados de Tel Aviv y Washington. Todo esto ocurre mientras se levanta la Biblia con una mano y con la otra se impone silencio ante el sufrimiento palestino, se justifica la ocupación, y se bendicen gobiernos que violan derechos humanos. La pregunta urgente que debe hacerse toda persona de fe es: ¿Esto es cristianismo, o es otra forma de idolatría camuflada?

Porqué si el cristianismo ha de tener autoridad moral, no puede estar fundada en la sumisión a imperios. No puede seguir entregando el alma —y el voto— a líderes y pastores que predican la paz de Cristo mientras aplauden la guerra, que enseñan sobre el amor al prójimo pero cierran los ojos ante la injusticia, y que piden diezmos para sostener templos alineados con intereses extranjeros. La verdadera fidelidad a Cristo exige discernimiento, conciencia crítica y un compromiso real con la justicia, la verdad y la dignidad humana. Cualquier iglesia que predique lo contrario no está salvando almas: está colonizando conciencias.

Notas

[1] El sionismo, término acuñado en 1890 por Nathan Birnbaum, es el movimiento nacional que aboga por el regreso del pueblo judío a su patria y el restablecimiento de la soberanía judía en la Tierra de Israel. Desde la creación del Estado de Israel en 1948, el sionismo también ha impulsado el desarrollo de Israel y la protección de la nación judía, incluyendo el apoyo a las Fuerzas de Defensa de Israel. Desde sus inicios, el sionismo persiguió metas tanto tangibles como espirituales, uniendo a judíos de diversas ideologías (izquierda, derecha, religiosos y seculares). A lo largo del tiempo, surgieron divisiones filosóficas dentro del movimiento, dando lugar a diferentes corrientes como el sionismo político, sionismo religioso, sionismo socialista y sionismo territorial.

Bibliografía

Fuentes académicas y libros

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