"Guerra de clases como Guerra de Liberación Nacional"

Segunda Edición. Publicado originalmente en el 5°número de la Revista Herejía.

Por Luis Bozzo

Es sabido que dentro de la filosofía se conocen mayormente ciertas frases reduccionistas extraídas de varios filósofos; como: “Dios ha Muerto”, “Pienso luego existo”, “Solo sé que nada sé”, o “Guerra de clases”, etc. Estos reduccionismos llevan a interpretaciones erróneas o creencias populares que se alejan total o parcialmente del pensamiento original del autor referido.

En la fantasía del nacionalismo chileno histórico; ligado al conservadurismo, la fijación europea-occidentalista y la derecha política, el concepto, “Guerra clases”, resulta un invento marxista o judeomarxista para destruir las naciones desde el interior, corromperlas moralmente, debilitar sus instituciones e instaurar una especie de dictadura masónica marxista. Pero lejos de estas ridículas mitologías, el concepto de la guerra o lucha de clases es anterior al surgimiento del marxismo.

En el mundo de la filosofía política clásica, el concepto de lucha o confrontación de clases no estuvo ajeno. Nicolás Maquiavelo hace el análisis en su obra Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio: "Yo digo que quienes condenan los tumultos entre los nobles y la plebe atacan lo que fue la causa principal de la libertad de Roma, y que se fijan más en los ruidos y gritos que nacían de esos tumultos que en los buenos efectos que produjeron. En toda República hay dos espíritus contrapuestos, el de los grandes y el del pueblo, y todas las leyes que se hacen en pro de la libertad nacen de la desunión de ambos..."

Esto para explicar la existencia de las clases sociales en una sociedad, y los resultados de los diversos intereses de unas contra otras, resultando así el tumulto, el ruido y el inevitable enfrentamiento. Por ende, el concepto de lucha de clases, no es un invento marxista, sino que se viene abordando desde los inicios de la filosofía política misma. El marxismo lo plantea como base del materialismo histórico; desarrollando la contradicción principalmente; la oposición, y como la agudización de la misma produce la guerra de clases.

En la fantasía infantilista tercerposicionista, las clases colaboran dentro de una nación para construir un proyecto de país (colaboracionismo idealista). Este planteamiento pudo haber tenido cierto sentido en los años 30 del siglo XX, cuando el enfoque de los Estados modernos era consolidar una revolución industrial tardía. Se necesitaba para ello, capitalistas inversores industriales, y trabajadores. Pero esto tenía varios problemas:

1-Hacía vista ciega del problema de la explotación, y no tomaba en consideración que el grande capitalista, -el monopolista- no tiene otra patria que su patrimonio y la acumulación constante del mismo, no trabaja para un fin colectivo como el patriotismo.

2-Esta absurda idea del colaboracionismo de clases es aún más desquiciada, cuando hoy en día el capitalismo ha mutado de tal forma, que los empresarios industriales han sido reemplazados por macromercaderes del retail internacionales, que incluso tiene facultades de acreedores (por ello la gente pide créditos o líneas de crédito en casas comerciales), fortaleciendo la explotación del pueblo nada más, agrandando la cadena de la deuda.

3-El lema: “camarada es el obrero, camarada es el patrón”, proclamado por el nacismo, es un absurdo en el ahora. ¿Van a ser camaradas de un Lucsik, un Piñera o un Angelini?, incluso si pretendieran negociar, estos jamás perderán, menos por esa vía en la cual son maestros y chantajistas profesionales. Estos sujetos comúnmente tienen más fortuna que todo un país y concentran enormes cantidades de riqueza. Basta una alianza entre ellos para derribar gobiernos que se les opongan.

Entendemos por tanto al mercader internacional, como un apátrida, puesto que su patria es su propia fortuna; no le importa el suelo por el que camine, sino salvaguardar sus negocios. Estos mercaderes terminan financiando los partidos políticos (a cambio de favores) y afianzan la oligarquía. Todos roban un pedazo de la torta y el pueblo termina por recibir lo peor o nada.

Es por ende la oligarquía, una excrecencia parasitaria ajena a la nación, y es el pueblo; el verdadero y único baluarte de la patria y su soberanía. Tiene el deber de ejercer su soberanía, y para ello incluso, emprendiendo la rebelión. Sabido que es que los oligarcas no renunciarían por las buenas a sus privilegios; sólo queda la vía revolucionaria, y la imposición popular. Es la única forma de salvar la patria.

La organización popular; su oposición a la explotación y su contradicción radical respecto de los intereses de la oligarquía globalista, sólo pueden conllevar al conflicto, conocido como lucha de clases.

Los mercaderes importadores del retail, son contrapuestos la economía desarrollista, industrial y productivista que pregonamos, para construir un mayor y más sólido mercado interno, con una economía donde los intereses de la nación siempre estén primero.

Por ello, la guerra de clases es una vía de liberación popular y nacional, contra los oligarcas, globalistas y apátridas, toda vez que el pueblo es la encarnación viva de la patria, sólo el pueblo construye la patria, no así la oligarquía, que es un agente parásito, movilizado para alimentarse en desmedro del país, minando todo proyecto que pueda fortalecer el país, y le arrebate sus privilegios.

En ese panorama, sólo la destrucción de la oligarquía puede significar la liberación de la patria.

Bibliografía -Maquiavelo N. “Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio”. Editorial Alianza. Madrid (2015). -Tse-Tung M. “Sobre la Contradicción”. Ediciones Espartaco. Santiago (2014).