A la Deriva

Sep 9, 2025
Por Ian Morales

Poco más de 6 meses han transcurrido desde nuestro paneo general al panorama político chileno y nuevos sucesos han ido marcando el rumbo que nos conduce a las futuras elecciones presidenciales y parlamentarias. Con dichas elecciones cada vez más cerca, toca afinar, rectificar y expandir el análisis para ofrecer una visión actualizada de la contingencia política y quizá aventurarnos a discutir las posibilidades del futuro cercano.

La cuesta arriba de Jeanette Jara

El gran batacazo de la jornada lo marcó la victoria de la candidata comunista Jeanette Jara dentro de la primaria del oficialismo. Al poco andar, la candidata ha congregado tras su figura tanto a partidos de la izquierda extraparlamentaria (Partido Popular, Partido Igualdad, Partido Solidaridad y Alianza Verde Popular) como a la histórica Democracia Cristiana (esta última adición no estuvo exenta de disidencias, tensiones y debates internos).

Poco nuevo se puede agregar al análisis del auge de la “Jaraneta”, abundan los comentarios de analistas tanto propios (como Darío Quiroga o Alexis Cortés) como ajenos (Daniel Matamala, Cristóbal Bellollio, Pepe Auth, entre varios otros) al entorno de la candidata diseccionando cada aspecto de su campaña, de su liderazgo o de los significados más profundos de este suceso.

A pesar de lo antes expuesto, es necesario hacer un recuento de los aspectos que ayudan a entender su victoria. Muchos analistas han destacado los aspectos personales de la candidata como su manejo en sus apariciones públicas como entrevistas o debates, su carácter ameno y, sobre todo, su historia personal de superación y esfuerzo, lo que la vuelven una personalidad con la que un amplio número de chilenos “de a pie” se pueden identificar. Otro aspecto importante, aunque más complejo de captar, es la relación de la candidata con el actual gobierno. Como sabemos, Jeanette Jara se desempeñó como Ministra del Trabajo, una posición que es coherente tanto con su trayectoria profesional como con su militancia comunista. Como señaló Daniel Jadue en algún momento, el actual gobierno no tiene logros sustantivos que inviten a una continuidad de su proyecto. En este contexto, la exministra Jara puede adjudicarse dos logros de su gestión: la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales y el aumento progresivo del sueldo mínimo a 500.000 pesos. La cara negativa de la labor de la exministra es la aprobación de la cuestionada reforma previsional, ampliamente criticada por la inalterabilidad del principio de capitalización individual y que fue celebrado por el infame “Padre del Modelo”. Suele decirse que cuando forma parte de una coalición gobernante, el Partido Comunista “tiene un pie en la calle y otro en el gobierno”, Jeanette Jara representa una tensión similar, juega a la perfección con sus logros dentro del gobierno, pero a su vez puede distanciarse de los fracasos y ambigüedades de este.

Ahora bien, no hay que dejar de poner atención a un par de cuestiones estratégicas importantes. En primer lugar, la mera militancia comunista de la candidata es un flanco débil fácilmente explotable. Es frecuente ver que a la candidata se le endilga el apoyar “Dictaduras” (Cuba, Venezuela y Nicaragua) o incluso se ponen en duda sus credenciales democráticas. Lo cierto es que un simple ejercicio de honestidad intelectual echa por tierra (o así debería) cualquier intento de usar la militancia comunista como ataque. Por un lado, el Partido Comunista de Chile, a lo largo de su historia, ha sido un partido fuertemente comprometido con la institucionalidad democrática de la República. Por otro lado, la propia candidata es sindicada como una “moderada” dentro de su partido, marcando distancias de personalidades más conflictivas para la estrecha “Ventana de Overton” de la política nacional como Lautaro Carmona, Daniel Jadue, Juan Andrés Lagos o Hugo Gutiérrez. Otro tema importante es que la campaña de Jara debe ser enfática en los problemas candentes percibidos por la sociedad chilena. A nivel global, el fortalecimiento de las derechas radicales descansa en la exacerbación de temas de seguridad pública, inmigración y crecimiento económico, temas que, en mayor o menos medida, complican a las izquierdas por su humanitarismo (reticencia a aplicar medidas estrictas contra la delincuencia e inmigración) y propuestas redistributivas radicales (que despiertan la oposición directa de los mal llamados “sectores productivos”).

Transcurrido el tiempo tras su victoria, no son pocos los analistas que señalan que la candidatura de Jara se ha estancado y las encuestas de opinión así parecen confirmarlo. Solo resta ver como el equipo de la candidata intenta reflotar una campaña que se encuentra navegando a barlovento, sin asistir a debates, atacada por candidatos opositores y que cada cierto tiempo se desayuna con impasses de representantes de su coalición o su propio partido.

Sigue la carrera en la derecha

Como señalamos en el análisis anterior, la derecha chilena se encuentra en un poco común estado de conflicto interno y este solo se ha acentuado con el pasar de los meses. Los tres caballos siguen en la carrera. Quien está tomando la delantera es el republicano José Antonio Kast, quien a ratos parece ganar “sin hacer nada”. Le sigue en popularidad Evelyn Matthei, cuya figura a pesar de tener un appeal más moderado y tradicional, no parece concitar apoyo más allá de sus propios convencidos. Entre ambos candidatos surgió una polémica respecto a seguidores del primero difundiendo videos sobre la segunda, implicando que esta padecía alzheimer y que, por lo tanto, no estaba competente para concluir la contienda electoral y mucho menos llegar a la Presidencia. Por último, pero no menos importante, tenemos a Johannes Kaiser cuya popularidad (a diferencia de su fisionomía) parece estar desinflándose. La tendencia que se consolida es el liderazgo de Kast en todo su sector. En nuestro anterior análisis esgrimimos la idea de que su liderazgo podría no estar pasando por un buen momento, en tanto perdió un componente más disruptivo o de novedad, si bien Kast no puede jugar con esas cartas, es otro aspecto el que puede capitalizar: ser la cara más reconocible de la oposición al actual gobierno. A esto hay que sumarle que su imagen pública está asociada a los temas que, como se mencionó anteriormente, resultan complejos para el gobierno y para el progresismo en general. Según la última entrega de la encuesta “Plaza Pública” de Cadem, la imagen de Kast está asociada a las ideas de “mano dura contra la delincuencia y el narcotráfico”, de “gestión para superar la actual crisis” y de “crecimiento económico y generación de empleo”.

El drama de los no-convocados

A pesar de la notoria tendencia a la polarización encarnada en dos grandes frentes, siempre existirá quien no se vea representado en ninguna de las opciones mayoritarias. Dentro de este sector, que según las últimas encuestas ronda el 23% y el 25% del electorado [1], son dos los fenómenos dignos de análisis.

El Centro huérfano

Hablar de polarización implica necesariamente que las fuerzas políticas mayoritarias se desplacen hacia polos que divergen, lo cual usualmente se entiende como un problema en tanto implica un abandono del dialogo cívico y el consiguiente estancamiento político a nivel institucional o la progresiva radicalización ideológica a nivel societal. De este fenómeno parecen ir tomando nota varios candidatos (Harold Mayne-Nicholls, Marco Enriquez-Ominami y Franco Parisi), cada uno con una distinta impronta, pero unidos por un fuerte rechazo a las etiquetas ideológicas [2]. Si uno revisa los discursos de cada uno de estos candidatos, Mayne-Nicholls tras su slogan de “Juntos devolvámosle el alma a Chile”, evoca al diálogo cívico entre sectores sociales diversos. Por su parte, Parisi, fiel a su estilo, evoca ideas como gestión o la adaptación, señalando que su programa, diseñado por expertos en distintas áreas “(…) no está escrito en piedra, por lo cual se deja la puerta abierta a futuros aportes, sugerencias e ideas que permitan mejorarlo”. Por último, ME-O, a pesar de su trayectoria asociada a la crítica radical del sistema político y al deseo de cambios profundos, ha optado por discurso más enfocado al dialogo y a la moderación. Cuando fue consultado, en una entrevista con La Tercera, sobre su intención de convocar al centro, el candidato perenne señaló:

Buena parte de las banderas que yo instalé, las terminó asimilando el centro político. Yo me veo como la alternativa que no quiere ni la derecha dura, ni una izquierda incompetente oficialista. Soy el único candidato capaz de llegar a acuerdos, no soy un fanático ideológico.

Otra salida de este fenómeno podría ser que Evelyn Matthei y su sector se posicionen como un centro de facto al contar con dos competidores por derecha. Síntomas de esto pueden ser la inclusión de Amarillos por Chile y Demócratas en su coalición o la ya conocida estrategia de Evópoli de remarcar sus credenciales democráticas a través de ciertos personeros como Luciano Cruz-Coke. A pesar de este intento de aggiornamiento, tanto la propia historia personal de la candidata como la existencia de conocidas figuras intransigentes e ideológicamente comprometidas dentro de la UDI y RN, más proclives a apoyar al casi inevitable timonel del “sector conservador” vuelven poco creíble este intento de apelar al centro.

El festival de los independientes

Otra tendencia novedosa que nos presenta esta elección es la cantidad de presidenciables independientes [3]. Nuevamente, contamos con tres nombres (repitiéndose dos): ME-O, Mayne-Nicholls y Eduardo Artés. El primero corre sin apoyo oficial debido a la incapacidad de legalizar su partido (Patria Progresista), esta quinta aventura electoral da cuenta de que este caudillo, crítico de la totalidad de la clase política, tiene una base de apoyo estable que aún confía en él. Los otros dos candidatos, a pesar de sus notorias distancias, pueden jugar mejor con la baza del outsider. Mayne-Nicholls es un recién llegado a la arena política, el cual solo puede profitar de su experiencia en la gestión deportiva. Por su parte, Eduardo Artés a pesar de ser un rostro conocido, al apelar a un nicho ideológico concreto (la izquierda revolucionaria) puede seguir acumulando apoyos entre todos aquellos desencantados que deseen un cambio radical, además de ser una figura que, por su compromiso ideológico, despierta la oposición frontal entre los defensores más convencidos del statu quo.

Mirando hacia el futuro

Estamos a poco más de dos meses de la elección presidencial y el panorama actual es el más fragmentado desde el retorno a la democracia. Desde el bando oficialista se alzó una candidata paradojal. Una candidata perteneciente al tan temido (al menos por el establishment) Partido Comunista, ha logrado conformar un bloque unitario que congrega a las dos coaliciones de gobierno, a buena parte de la izquierda extraparlamentaria y a la Democracia Cristiana, fuerza que desde el 2017 se ha alejado del espectro progresista tras su perdida de liderazgo en ese sector. Por otro lado, el discurso de Jeanette Jara (el cual ha tenido que transformarse para afianzar a la amplitud de sus apoyos) se presenta más moderado, o al menos grandilocuente, que el de Gabriel Boric en 2021.

La sorprendente unidad en torno a Jeanette Jara tiene su reflejo en una derecha fortalecida como nunca en la historia reciente del país. A pesar de que el “sector conservador” es una hidra tricéfala cuyas cabezas se atacan constantemente entre sí, la suma total del apoyo de los 3 candidatos oficiales del sector fluctúa entre el 49% (Cadem) y el 50% (Criteria). Como es ampliamente sabido, a pesar de las rencillas internas del sector, al momento de la verdad, todo el sector cerrará filas tras el candidato victorioso. Y como también es de esperar de este sector, la movilización de recursos e influencias por parte del empresariado será unánime tras conocerse al vencedor.

La desafección creciente con las instituciones políticas tradicionales también se hace notar. Como vimos, hoy contamos con una amplia variedad de candidatos ajenos a los dos bloques mayoritarios (la mitad de los candidatos, de los cuales 3 son independientes). Por otro lado, también hay que señalar la dispersión de fuerzas en las listas parlamentarias. Tanto el bloque oficialista [4] como el opositor [5] llevan dos listas, mientras que varios partidos minoritarios van con lista propia, independiente de si apoyan o no a algún candidato presidencial [6]. Desde este espacio somos escépticos ante el desarrollo de este proceso electoral. Ciertamente, hay tendencias globales que parecen consolidarse en nuestro país como la crisis programática del progresismo, consolidación de la derecha radical fusionista y la desconfianza generalizada contra la política. Creemos que todo este deterioro del estado actual del debate podría solucionarse con la consolidación de un proyecto nacional pragmático [7] que aborde sin tapujos las necesidades más urgentes percibidas por los chilenos (si bien el debate actual está monopolizado por la agenda de seguridad ciudadana e inmigración, no hay que desatender las demandas irresueltas en materia de seguridad económica y servicios sociales) y que tenga proyección duradera hacia el futuro. Mientras este proyecto no aparezca [8] seguiremos como país, yendo a la deriva.

Notas

[1] Este valor se estima en base a la suma del resto de los candidatos externos a los dos bloques mayoritarios junto a las opciones de nulidad. El 23% se obtiene sumando las preferencias por Parisi (9%), ME-O (2%), Mayne Nicholls (2%), Artés (1%) y la opción “nulo o blanco” (9%) de la 4ta medición de agosto de Agenda Criteria. Por su parte, el 25% se obtiene de sumando a los mismos candidatos (11%, 3%, 2%, 0%) y la opción “no sabe/no responde” (9%) de la entrega N°607 de Plaza Pública de Cadem.

[2] Este tipo de discurso nos remite al fenómeno de la “anti-política”, el cual analizamos hace un tiempo atrás: https://praxispatria.cl/2021/11/26/la-irrupcion-de-la-anti-politica

[3] Si bien, desde el retorno a la democracia, no ha sido extraña la presencia de candidatos externos a los bloques partidistas mayoritarios, la mayoría de estos han sido apoyados por partidos políticos, los cuales a pesar de ser minoritarios y contar con representación marginal, siempre han estado legalmente constituidos.

[4] Las listas oficialistas son “Unidad por Chile” (DC, PR, PPD, PL, PS, FA y PC) y “Verdes, Regionalistas y Humanistas” (FRVS, AH y movimientos sociales).

[5] Las listas opositoras son “Chile Grande y Unido” (UDI, RN, Evópoli y Demócratas) y “Cambio por Chile” (PRep, PSC y PNL).

[6] El resto de partidos en contienda son: Amarillos (apoya a Matthei), Partido de la Gente (apoya a Parisi), Partido Popular, Partido Alianza Verde Popular (ambos apoyan a Jara), Partido Ecologista Verde y Partido de Trabajadores Revolucionarios (ninguno apoya a algún candidato). También existe la lista “Izquierda Ecologista Popular Animalista y Humanista” conformada por el Partido Humanista y el Partido Igualdad (ambos partidos apoyan a Jara).

[7] Para comprender en que consiste el pragmatismo nacional, recomendamos el siguiente artículo: https://praxispatria.cl/2025/08/14/el-pragmatismo-nacional-contra-la-decadencia-politica

[8] Recomendamos también otro artículo de nuestra autoría que aporta a entender la crisis política del Chile actual: https://praxispatria.cl/2024/08/05/la-crisis-creativa-que-define-a-la-politica-del-chile-actual