Por Luis Bozzo

En esta fecha recordamos tanto la fundación oficial de Círculo Patriótico Chile, como el inicio del estallido social de octubre de 2019. Parece difícil creer que ha pasado media década. En aquel tiempo éramos una red de amigos y conocidos del mundo universitario, académico y político, que convergían en percepciones críticas sobre la realidad de Chile, el análisis social del país y el estudio de corrientes ideológicas diversas, entre otras cosas.

Un día de octubre decidimos que nuestras conversaciones, reflexiones y propuestas, debían mostrarse más allá del espacio conocido, y entonces construimos una orgánica que se exhibe no como movimiento o partido, sino como un centro de estudios dinámico y bien articulado, en medio de un Chile agotado por el liberalismo.

Pocos días después se desató el llamado estallido social de Chile, al cual apoyamos con todas nuestras fuerzas y por todos los medios posibles. No tuvimos dudas: El estallido tenía potencia transformadora, pero había que darle sustancia organizativa (inexistente en ese momento y aún hoy en día). Para nosotros el estallido social significaba la posibilidad de destruir el histórico dominio de la oligarquía apátrida y sus mecanismos de control. Había que comenzar por ejemplo, erradicando la Constitución de 1980, ratificada por la Concertación, y por esto, respaldamos la primera campaña del Apruebo. Sabíamos que eliminar esta Constitución nos permitía dar pasos más avanzados hacia transformaciones profundas (Y que la constitución saliente no era lo relevante). El fin pragmático era hacer añicos el programa teórico del neoliberalismo chileno traído desde Chicago. Los simplistas del momento llevaron la discusión hacia el debate que demarcaba si la Constitución actual era “mejor” que la nueva propuesta. Eso poco nos importaba por las razones antes mencionadas.

El estallido social diluyó fuerzas políticas o llamadas “apolíticas”, “anti-políticas”, de fuerza meramente retórica (populismo básico) de ese entonces (Se decían populares o populistas, “ni de izquierda ni derecha”, sin la capacidad de movilizar masas populares en la realidad), pero reforzó orgánicas como la nuestra; llegaron más brazos y cerebros que coincidían con nosotros. Armamos lazos con fuerzas del momento tanto en el ambiente nacional como en el mundo internacional. Nuestra posición fue y sigue siendo la misma; una radical propuesta contraria al orden oligárquico liberal. Son los liberales enquistados en sus grupos del poder político, social y económico, los que han hundido al país en desmedro de la clase trabajadora.

Como era de esperarse, los sectores reaccionarios, -falsos patriotas y paladines del oscurantismo supersticioso más decadente-, lanzaron consignas conspiranoicas desquiciadas contra el estallido social. El reaccionario no funciona en base a reflexiones sociales; solo actúa, reacciona, con impresiones del momento y sus dogmas irracionales. De ahí que toda potencial transformación o convulsión, sea siempre obra de “enemigos externos”, “enemigos ocultos”, “Sociedades secretas”, “agendas superpoderosas”, etc. Estos relatos sirven finalmente a la conservación del sistema y por tanto a la oligarquía. En términos reales, el estallido social había sido pronosticado por varios expertos en política, historia, economía y ciencias sociales. Ya se hablaba en las academias y publicaciones, de un reventón social, de un agotamiento del neoliberalismo ilusorio, de un descontento mayoritario en Chile que se asemejaba a una olla de presión.

Como mencionamos anteriormente, no podía esperarse mucho de un estallido social sin sustancia política contundente, es decir, sin un programa unificado, sin una dirección con capacidad de movilizar a las multitudes al combate revolucionario. Solo existía (parafraseando al Profesor Carlos Pérez Soto) una masa que pasa de la euforia a la depresión constantemente. A esto sumándole los efectos de un Chile neoliberal despolitizado post-dictadura, que no tiene militancias políticas ni participa en activismo constante (su principal rol político es votar en elecciones), por ende, una población sin formación política teórica, ni tampoco con experiencias históricas de otro estallido social de semejantes características que sirviese como guía de lo que hacer y lo que no hacer.

El estallido social -que siempre tuvo potencia- (pero la potencia no sirve sin un arma que dispare correctamente), nos dejó notables aprendizajes sin duda. El espontaneísmo, el voluntarismo, el peticionismo, el mero huelguismo, entre otros idealismos, son fórmulas destinadas al fracaso. Ya conocemos el resto de la historia: los grandes conglomerados políticos del sistema, “las empresas políticas”, que sí tienen experiencia en la administración, la publicidad, la negociación y que también saben velar por sus intereses, coaptaron el estallido social. Fueron capaces de sentarse en una mesa para negociar “una salida”, una solución final, un paquete navideño que difuminara totalmente las movilizaciones. Así nació el plebiscito del Apruebo y el Rechazo, en el cual aún se podían tomar acciones estratégicas pro-populares, comenzando por eliminar la constitución vigente. Cualquier torpe intento del momento, de llamar a no votar, de “aislarse”, solo sirvió finalmente para “la reconquista” de la oligarquía.

Las fuerzas oligárquicas también son expertas en campañas del terror, del miedo y la desinformación, sabiendo contra quien apuntar. Por otro lado, el llamado progresismo izquierdista, es repulsivo para la mayoría de los chilenos, una caricatura que está lejos de representar los intereses reales de los trabajadores. Los ingredientes cocinados ya expelían el aroma de lo que se venía. El triunfo final del rechazo, el agotamiento del descontento, la ganada de terreno del derrotismo depresivo, el conformismo, etcétera condujeron a que las fuerzas políticas de siempre se mantuvieran en el poder. Llegaron incluso a proponer una Constitución más reaccionaria que la vigente, la cual se disputó en un segundo plebiscito del “A favor” y “En Contra”. Aquí ya no habían dudas, como dicta el dicho popular: “Mejor diablo conocido, que diablo por conocer”, y ganó la propuesta “En Contra” (Campaña que esta vez apoyamos).

El Estallido y el desenvolvimiento de Chile mismo, son un proceso todavía inacabado, influido tanto por contradicciones internas como por sucesos internacionales, geopolíticos, de tremenda envergadura (guerras, recesiones, migraciones, crisis de todo tipo). La crisis de seguridad, de estabilidad política y económica no son consecuencias del estallido, sino del fracaso de un sistema agotado, que se viene deteriorando desde mucho antes de 2019. El escenario es complejo pero debemos saber actuar en todas las mareas, de eso trata el quehacer político, impidiendo que el barco se resquebraje o termine navegando sin rumbo hasta el hundimiento. La batalla de Chile no ha acabado y hay que derrotar el derrotismo. Más allá del agotamiento emocional y cualquier desilusión, está la razón que nos moviliza a luchar por las justas causas y por una patria con fuerza de Ser. Chile y su pueblo aún tienen mucho que demostrar, y eso lo tenemos presente como lema en Círculo Patriótico Chile. No temáis al dolor, que las grandes fuerzas han nacido desde grandes dolores.