Por Camarada F
4.RUSIA Y LA HOMOSEXUALIDAD
Primera Parte: Comprender Dialécticamente los Fenómenos Políticos Mundiales. Parte I
Con gran asombro vimos a los medios masivos de comunicación de nuestros países mostrándose preocupados y consternados cuando, en junio de 2013, la Duma Estatal de la Federación Rusa promulgó por unanimidad la “Ley Federal para el propósito de proteger a los niños de la información que aboga por la negación de los valores familiares tradicionales”, la que en nuestras latitudes fue simplemente llamada como “ley contra la propaganda homosexual”. Digo que observamos con asombro la “consternación” de los medios masivos, porque en nuestros países a diario se viven terribles episodios de violencia contra las personas no heterosexuales y estos mismos medios no se preocupan por ello, excepto cuando se trate de lucrar con el morbo de la crónica roja, y luego rápidamente dan vuelta la página cuando pasa el suceso. Estos mismos medios tan “humanitarios” y “progresistas” que “condenaron” la ley rusa por ser “atentatoria contra los derechos humanos”, callan impunemente cuando se viola la dignidad humana más elemental de los migrantes en Europa, de los campesinos y ambientalistas en Colombia, de los niños y niñas en África, o de los pueblos masacrados por las guerras colonialistas en todo el globo terráqueo, tan sólo por mentar algunos ejemplos. Misma condena hacia la ley rusa vimos de parte de la Casa Blanca, la Unión Europa, el gobierno británico, y otras instituciones afamadas no precisamente por su humanismo y respeto por la vida y la dignidad de las personas y los pueblos, sino todo lo contrario. Sospecha y asombro nos genera esta repentina y sobreactuada humanidad de los medios masivos y de los gobiernos imperialistas ante el legítimo derecho de una nación como Rusia de legislar soberana y libremente sus asuntos internos. Es por ello que conviene decir aquí algunas palabras acerca de Rusia, acerca de la sexualidad, y acerca del mundo en que vivimos.
Densidad demográfica en la Federación Rusa. Como se ve, el país más grande del mundo y uno de los que posee más recursos naturales y energéticos se encuentra, en buena medida, deshabitado. Esto es un problema y un desafío de carácter estratégico para la Nación Rusa.
Hoy, con sus 17.125.191 kilómetros cuadrados, equivalentes a casi una octava parte de la Tierra firme y que le otorgan el estatus de país más extenso, Rusia aparece ante nuestros ojos como una gran potencia. Más aún si tenemos en cuenta que posee las mayores reservas de recursos energéticos, forestales y minerales del mundo, así como la cuarta parte del agua dulce y un potencial alimenticio casi ilimitado. Sin embargo, su escasa población (dado su tamaño) le dificultan ejercer su soberanía sobre el territorio y despiertan el apetito de sus potencias enemigas o competidoras por “servirse” de tamaño regalo de la naturaleza. No son desconocidos los pretéritos y fracasados intentos de la Francia Napoleónica, el Imperio Japonés, o el III Reich Alemán por invadir y explotar partes o la totalidad de Rusia. La Federación ha contrarrestado esta debilidad con un ejército y un despliegue armamentístico poderoso, el más poderoso y avanzado tecnológicamente del mundo en lo que toca a tierra, aire, y defensas antiaéreas. Sin embargo, para ejercer soberanía en forma adecuada no basta estar preparado para hacerlo en tiempos de guerra, sino fundamentalmente para hacerlo en tiempos de paz, garantizando el desarrollo que evite las guerras, y, en ese desafío, una población robusta y bien distribuida es fundamental. También se requiere un pueblo unido tras una idea movilizadora que represente genuinamente sus inquietudes.
A partir de la Gran Revolución Socialista de Octubre el nuevo gobierno ruso, dirigido por Lenin, despenaliza las relaciones sexuales entre adultos del mismo sexo en 1918, convirtiéndose en el primer país del mundo en hacerlo. Esto se justificaba en la profunda convicción humanista del socialismo marxista, originado entre el terremoto ideológico de la Ilustración, y de la cual Lenin fue un exponente paradigmático. Muchas minorías raciales y sexuales que habían sufrido persecuciones y pogromos bajo el zarismo encontraron en la democracia soviética un espacio de libertad que jamás soñaron antes.
En su impulso humanista y modernizador la naciente Unión Soviética cometió errores que debilitaron su conformación como Estado; no corresponde aquí repetir las críticas que se han enunciado en otros lugares acerca de la excesiva autonomía para ciertas regiones o repúblicas, que devinieron en separatismos y conflictos cuando la URSS decae. De igual modo, la nueva libertad sexual, la menor cantidad de matrimonios y la política de aborto legal impactaron negativamente en el crecimiento natural de la población, lo que se tradujo en una grave amenaza cuando, en la década de los años 30, emerge la amenaza hitlerista en el horizonte. Para enfrentar en forma óptima al nazismo expansionista,
y con la vista puesta en lo que posteriormente sería la “Guerra Fría”, el nuevo líder soviético, Stalin, da marcha atrás en las leyes de aborto y sexualidad y obtiene de este modo el apoyo de la Iglesia Ortodoxa Rusa, que aún mantenía su prestigio sobre todo entre las poblaciones del interior. El crecimiento natural se recupera y, al mismo tiempo, se sientan las bases para que la Gran Guerra Patria se enfrente en condiciones de unidad nacional, sin fisuras culturales que debilitasen el frente interno. Estas razones y no otras son las que mueven al socialismo soviético a tomar estas medidas; la progresía occidental, incapaz de historizar sus análisis, critica a Stalin en forma atemporal, según juicios de otras épocas y de otras latitudes, sin comprender la delicada situación en que se encontraba la Rusia Soviética durante ese período difícil de la humanidad.
En el mundo actual vivimos atrapados entre dos grandes mentiras acerca de la orientación sexual. Parece que el dilema estuviese dado entre la teoría “ambiental” y la teoría “natural”, es decir, buena parte del debate se centra en si la sexualidad es un componente innato o adquirido del ser humano. Mienten los conservadores cuando arguyen que la sexualidad es solamente explicable a partir del contexto y las influencias externas que impactan en los sujetos, porque como indica la lógica más elemental, aunque someta una maceta de tierra a condiciones sumamente favorables para el crecimiento de determinado vegetal, por ejemplo una lechuga, de esta tierra no saldrá una lechuga a menos que la semilla se encuentre efectivamente sembrada en su interior. Si el contexto puede mover a los sujetos hacia tal o cual orientación, esto sucede porque ya la posibilidad habita en su interior. Y mienten los progresistas cuando defienden que la sexualidad es un fenómeno puramente innato, mentira que incluso rebaten personas tan poco sospechosas de homofobia como las feministas que abogan por el “lesbianismo político”1 o el mismísimo Michel Foucault, quien afirmó: “Hay que renunciar al descubrimiento de la propia homosexualidad […]. Debemos, más bien, convertirnos en homosexuales”2. Liberándonos de ambos errores o mentiras debemos comprender que la orientación sexual del ser humano está abierta a varias posibilidades y que este es un componente innato de su ser, pero que la concreción de estas posibilidades efectivamente puede ser detonada por factores biográficos y ambientales. En un mundo cada vez más interconectado nadie puede negar el efecto modelador de la identidad que juegan los medios masivos de comunicación, los referentes culturales, las redes sociales, la pornografía, las instituciones educativas, etcétera. Y como hoy grandes poderes globales se juegan sus intereses en los más variados campos de batalla, incluyendo nuestras mentes, sólo un irresponsable podría delegar a la sexualidad al campo de lo neutro, lo acéptico, lo apolítico, evitando debatir sobre ella so pretexto de que corresponde únicamente a una cuestión de libertades o derechos individuales. Este enfoque impide su comprensión y nos deja inermes, desarmados.
En el primer gráfico vemos a USA, la “tierra de la libertad”, como el país con más pobres en el mundo. Vemos en cambio el constante combate contra la pobreza en Rusia a partir de los 2000’, basado en políticas sociales y la intervención estatal en la economía. Datos suministrados por la BBC.
A las personas no heterosexuales del mundo ciertos poderes tratan de enmarcarlos en una identidad restrictiva que, partiendo de la sexualidad, busca fijarles pautas de comportamiento y de consumo para todos los ámbitos de la vida. Por supuesto que podemos ser heterosexuales, homosexuales, bisexuales o lo que sea, pero también y antes que eso somos trabajadores, pobres, jóvenes estudiantes, habitantes de una patria. Si un régimen social nos ofrece una “libertad” envasada y abstracta pero no nos brinda oportunidades de estudio, trabajo, vivienda, salud, ese régimen no nos conviene. Y si, a la inversa, un régimen social es restrictivo en lo tocante al sexo, pero ofrece ampliamente oportunidades de estudio, trabajo, vivienda, etcétera, y cuando nos las da no pregunta con quién o cómo nos vamos a la cama, sino que simplemente nos las da, entonces estamos ante otro paradigma que sí nos conviene. El capitalismo hegemónico busca construir identidades líquidas, manipulables, que sigan ciegamente a referentes “artísticos” y “culturales” mundializados, controlados por los oligopolios y ajenos a la realidad concreta de los pueblos. Estamos ante una disyuntiva y no podemos optar más que por una construcción de identidad o la otra: o somos parte de una secta pequeña, globalizada, seguidora de liderazgos inventados y lejanos, o conformamos comunidad situada, arraigada en una tierra y en una historia, centrada en lo que nos une y no en lo que nos separa. Cuando cincuenta millones de pobres vegetan en las calles de los Estados Unidos y se nos dice que esta es la tierra de la “libertad” debemos preguntarnos, entre otras cosas: “¿cuántos de estos pauperizados tendrán una orientación no heterosexual?”. Y a la inversa, cuando la Rusia soviética o postsoviética fortalece su política social, educativa, sanitaria, beneficiando a millones de ciudadanos sin distinción, debemos preguntarnos: “¿cuántos de estos beneficiados tendrán una orientación no heterosexual?”. Es decir, si un régimen me representa y me protege en cuanto ciudadano, en cuanto estudiante, en cuanto trabajador, en cuanto enfermo, ese régimen está construyendo patria y me está invitando a formar parte de ella, con mis particularidades. En cambio, si un régimen no me garantiza nada y me ofrece una “libertad” etérea donde se me asigna un papel cosmético, decorativo, ese régimen está construyendo muchas comunidades desconectadas entre sí para mejor explotarlas, y por tanto no me conviene. Se nos quiere convencer de que existen intereses particulares restrictivos que estarían por sobre o serían la negación de los intereses universales de un pueblo, como son su futuro y sus posibilidades de desarrollo. Esta concepción es un engaño y es un instrumento servil en la guerra psíquica de ciertos poderes globales en contra de la humanidad. Si en verdad valoramos la sexualidad como una manifestación legítima de la dignidad humana, si en verdad respetamos la libertad de cada ser humano para construirse su destino, entonces debemos rechazar tajantemente que las empresas y potencias capitalistas usen la sexualidad como un arma al servicio de sus intereses. Debemos condenar firmemente y alzar la voz cada vez que se trate de lanzarnos a la guerra literal, digital o psicológica bajo supuestos argumentos humanitarios que en verdad se aprovechan de nuestra sensibilidad ante determinadas materias. No nos convirtamos en peones de guerras ajenas que, muchas veces, no alcanzamos ni a comprender.
En su ensoñación supremacista y racista de dominar las estepas rusas y euroasiáticas el imperialismo moderno viene usando la sexualidad como un arma a su favor. Primero, ha buscado detener el crecimiento demográfico de esas naciones y para ello ha usado la propaganda en sus más variadas formas, incluyendo la pornografía, para que las nuevas generaciones opten por no procrear. Segundo, ha construido redes de tráfico de infantes y de “vientres de alquiler” para desangrar a las poblaciones eslavas. Tercero, ha tratado de generar una alianza cultural y política entre las “identidades minoritarias” raciales, religiosas y sexuales para usarlas de carne de cañón y debilitar con sus acciones de oposición a los Estados euroasiáticos. Ante esta realidad, no debiese sorprendernos que se promulguen leyes como la rusa que mencionábamos al principio de este texto porque, si es cierto que la sexualidad humana es intrínsecamente diversa y plural pero que los factores ambientales pueden moverla en uno u otro sentido, un Estado que se respeta debe conjurar los planes que se tejen en su contra y proteger a las nuevas generaciones de la manipulación.
Siendo crudamente sinceros, debemos reconocer que en las luchas globales los individuos son la parte débil, y generalmente llevarán las de perder. Es innegable que muchos jóvenes rusos o de países cercanos que ya tengan tendencias no heterosexuales verán bastante reprimidas esta orientación o al menos su manifestación pública por culpa de leyes como la que prohíbe la propaganda “de valores no tradicionales”; dicho corto y mal, muchos jóvenes que podrían haber optado por una sexualidad no heterosexual se verán impedidos de hacerlo o se les hará dificultoso. En cambio, tendrán que conformarse con una familia tradicional y ponerse a procrear. Nadie puede negar que esto es un sacrificio y que poblaciones enteras tendrán que someterse a él. Sin embargo, ¿qué nación se ha fortalecido y desarrollado sin imponer enormes sacrificios a su población? ¿No es un sacrificio el que los jóvenes de los países capitalistas se vean obligados a olvidar su vocación para estudiar las carreras “preferidas por el mercado” para así no morirse de hambre o terminar en el “ejército de reserva” de los desempleados? Sacrificios han sido la servidumbre, el reclutamiento forzoso en los ejércitos, la destrucción medioambiental, la exposición a elementos nocivos para el ser humano, las externalidades negativas de los procesos de industrialización en todo el mundo, el trabajo explotador en minas y fábricas, el trabajo de cuidados históricamente impago de las mujeres, los incentivos negativos para estudiar tales o cuales carreras y no otras, la imposición de patrones de consumo muchas veces autodestructivos, y un largo etcétera.
No tenemos que mirar a lejanas latitudes para observar los enormes sacrificios que realizan los pueblos y los costos que pagan en ello. Pero hay una enorme diferencia entre sacrificar a los pueblos para el goce y beneficio de unos pocos poderosos, y el que los pueblos se sacrifiquen a sí mismos como parte de un gran proyecto histórico de renacimiento, fortalecimiento y emancipación. Si Rusia desea tener algún día la capacidad para asegurarse la paz, el desarrollo, espantar a los demonios que la acosan, por muchos años generaciones de rusos tendrán que pagar (como ya lo hicieron en el pasado) costos indecibles. Si uno de ellos será que la orientación no heterosexual deba vivir en la relativa clandestinidad, pues tendrá que ser así, y de seguro habrá costos peores que pagar en otros ámbitos . Y no andamos muy lejos por estas latitudes, por cierto, pero con el agravante que aquí somos todos víctimas de una guerra cognitiva constante contra nuestros cerebros, contra nuestra conciencia, contra nuestra humanidad. Muchas veces creemos que somos libres, cuando en realidad reaccionamos simplemente a reflejos que recibimos a lo largo de nuestra vida sin darnos cuenta siquiera. Queremos esto o lo otro, dudamos y cambiamos, y nos llevan de acá para allá como cañas en el viento. No se nos permite tener una identidad genuina, razonada, ligada con nuestra historia, sino que se nos imponen identidades o microidentidades líquidas, sobre las cuales no nos sentimos soportados, y por eso caemos en el vicio, la irracionalidad, y los odios inter-societales. Hay un enemigo que gana con esto, uno que busca la guerra de todos contra todos y la destrucción de los Estados-Nación. Lo hemos repetido hasta el cansancio.
De lo que se trata es de que cada pueblo sea libre de fraguarse su propio destino en comunidad, no desde lo que interesa a las parcialidades sino desde lo que interesa a todos. No despedazado por falsas contradicciones sino unido en sus reales y concretos objetivos. Este es el camino para el éxito de los pueblos y, por tanto, de la Humanidad. Nosotros, situados en Latinoamérica, en Nuestra América mestiza, aborigen, europea, africana, nueva, adolescente; en esta América que es todo posibilidades, como lo dijera el gran Bolívar al final del discurso de Angostura, sufrimos lo bueno y lo malo de esta condición. El enemigo imperialista, dotado de una maquinaria infernal de guerra psicológica y de todos los poderes habidos y por haber para imponer su voluntad, utiliza nuestra juventud civilizacional para experimentar con nosotros y con nuestras identidades, para jugar con ellas y para usarlas en su guerra de dominación global. Esto no lo podemos permitir. Seremos libres, sí, pero como nosotros queramos, no como nos impongan de afuera. Su concepción de “libertad” no es la que queremos nosotros; ya sabemos cómo funciona porque los hechos de la historia están a la vista de todos. Y como nosotros no tenemos los enormes problemas geoestratégicos que tiene Rusia, ni la carga cultural de la India, la China o el Irán, sino que nuestra esencia civilizacional es justamente nuestra apertura al mundo y a las ideas, la capacidad latente de convertirnos en refugio de los oprimidos y “emporio de la Humanidad”, en una vanguardia y en un faro del nuevo orden que nace, entonces tampoco debemos temer. Debemos dejar de lado de una vez y para siempre los anteojuelos de la crítica que se la pasa ponderando sobre lejanas latitudes y ponernos manos a la obra para construir aquí, donde nos corresponde, la Común Unidad que soñamos, ponernos a construir Patria.
NOTAS
1 Propuesta que llama a las mujeres a optar por relaciones sexuales con otras mujeres por convicción ideológica; esta propuesta tiene su éxito demostrado, es decir, dejando de lado ponderaciones más profundas, estas relaciones efectivamente se concretan. Podríamos considerarla la contracara de las llamadas “terapias de reconversión” que, descontando la violación a la dignidad humana que implican, también tienen “éxito”.
2 Entrevista al filósofo francés que se ha dado en titular sugestivamente como “Sexo, poder y gobierno de la identidad”.