Por Luis Celedón (MRNS)

Hace unas semanas, el escritor y ex vicepresidente de Nicaragua, Sergio Ramírez publicó una columna en el diario El País que, en Chile, difundió CIPER (Centro de Investigación Periodística) en su propia página web. Titulada “Una izquierda jurásica”, el autor, a partir del conflicto ruso-ucraniano, compara lo que considera dos izquierdas que estarían enfrentadas entre sí.

Su modo de identificar cada una de estas es, básicamente, su apoyo al bando ucraniano o al ruso, replicando la retórica norteamericana sobre el enfrentamiento entre “tiranía y democracia”. Tal división ocurriría, según sus palabras, entre una “izquierda autoritaria” y otra “izquierda democrática”. Como si no fuese suficiente, sin tapujos reitera que la primera, que constituiría una “izquierda jurásica”, ha sido incapaz de “quitarse las telarañas ideológicas de los ojos para ver lo que sucede en Ucrania”.

Tal parece, Ramírez debe pulir con cierta frecuencia el premio Cervantes que le fue conferido en 2017, pues para dar garantía de sus afirmaciones, compara las declaraciones del presidente Evo Morales en contraste con las que hiciera Gabriel Boric, y aplaudiendo las de este último…

No deja de ser llamativa la soltura de sus afirmaciones, especialmente cuando acusa de “cinismo” a esa izquierda jurásica, pero en su propio comentario evidencia un cinismo con descaro. Vemos la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio.

Pero ¿Qué sería esa izquierda democrática? Ramírez nos ilustra repitiendo el guión añejo de la socialdemocracia europea, que parece cosa “novedosa” en los países de nuestra región: hay una izquierda “buena” que apela a la democracia como un dogma, una que incluso no distingue entre “democracia proletaria ni democracia burguesa”, sino simplemente apelaría a una democracia esencial, puramente democrática. Pero es ahí donde precisamente estriba el gran problema de este autor, y de todos quienes repiten esta clase de ideas de modo acrítico.

No hay tal cosa como democracia a secas. Así como recurrir a la etimología es insuficiente para comprender el fenómeno en su faz material, concreta, si revisamos la historia de las repúblicas de Indoamérica, la organización política marcó un camino propio guiado, inspirado o lisa y llanamente impuesto por potencias imperialistas. De allí que repetir las ideas de los europeos de este siglo, dista horrorosamente de nuestra realidad como suramericanos y el ciclo político en el que vivimos.

Pero volvamos. Así como existiría esa izquierda “buena”, la “mala” reflejaría su opuesto, digamos ya: su negación. Tales serían los ejemplos que Ramírez da, de los gobiernos de Evo Morales y Nicolás Maduro. Esta dicotomía, propia del maniqueísmo de Walt Disney Company © pretende mantener la retórica que replican los medios anglosajones y sus principales instrumentos locales que, sin ninguna vergüenza, copian y pegan informaciones, sin crítica ni revisión de sesgos, difundiendo incluso imágenes o videos falsificados o descontextualizados que produce abultadamente el bando ucraniano.

De tal modo, y aplicado al conflicto geopolítico que recién ahora escandaliza a los europeos, se nos pretende representar la guerra como una lucha entre demócratas y autoritarios… el problema, esta vez, es que esos “freedom fighters” llevan 8 años protagonizando los más aborrecibles vejámenes con armas, entrenamiento, financiamiento y al amparo de esas “democracias europeas” y sus gobiernos de “izquierda”, contra el pueblo que, se supone, dicen defender.

Si hay que hablar de una izquierda jurásica -suponiendo que existiera tal cosa- es precisamente la que representa el Sr. Ramírez en su discurso. La misma que nos habla de paz pero al mismo tiempo entrena milicias, entrega armas y se desentiende de las crudas verdades; que habla de la importancia del diálogo, pero es incapaz de hacer cumplir los acuerdos de paz (Véase en lo específico los acuerdos de Minsk I y II). La que habla de libertad de expresión, pero censura e impone una sola perspectiva; que defiende los derechos humanos pero no hace nada cuando se masacran pueblos enteros durante años.

Esa es la izquierda liberal, cuyo planteamiento principal es gestionar el capitalismo y los intereses del complejo militar-industrial y de grandes transnacionales. Que tuerce la lengua para llamar lo horrible con eufemismos: “Flexibilidad laboral” en vez destrucción del trabajo estable; “falsos positivos” en vez de crímenes de Estado; “retorno asistido” en vez de deportación, etc.

El conflicto en Europa del Este tendrá una serie de consecuencias de impacto mundial, pero la más relevante en el plano político, y que apremia a esta clase de sujetos, es evitar que se denuncie la hipocresía y que quede en evidencia el cinismo de esos grandes “demócratas”, cuyos gobiernos son incapaces de resolver conflictos y, ante todo, les resulta preferible mantenerlos o incrementarlos para su provecho geopolítico. Total, todo cuanto se destruya necesitará ser reconstruido y no hay mejor oportunidad económica que vender a sobre precio.

Notas

[1] Recomendamos las definiciones del Círculo sobre Estado, Democracia popular y Asamblea Constituyente: https://praxispatria.cl/2020/11/26/estado-democracia-popular-y-asamblea-constituyente/