El Poder Político

Dic 8, 2021
La política como actividad humana de gobierno, encuentra una definición más concreta en las palabras de Von Clausewitz: “(…) la guerra es la continuación de la política por otros medios”, exponiendo que la esencia de la política es una lucha, cuyo núcleo de ejercicio es el poder, es decir; el direccionismo administrativo soberano que establece un ordenamiento determinado.

Cuando el poder político soberano tiene origen en la comunidad popular y se desarrolla en base al principio de bien común, existe en esencia la justicia y por tanto, la existencia de igualdad de condiciones. Por el contrario, cuando el poder político es ejercido por tiranos individuales que arrebatan la soberanía, o cúpulas privilegiadas para su propio beneficio y enriquecimiento, en desmedro del resto de la comunidad, surge la injusticia, el conflicto contradictorio y el despertar del derecho a rebelión, con objeto de recuperar la soberanía usurpada.

La política es entonces, una lucha por el ejercicio del poder entre grupos sociales antagónicos, y no una simple batalla de las ideas, pues el ilusionismo idealista y reaccionario, suele interpretar la política como una mera lucha de cosmovisiones; como si varios bandos ideológicos disputaran el poder, lo que es superfluo y vago, si tomamos en consideración que los sistemas teóricos-filosóficos, no surgen mágicamente de la imaginación, sino de la interpretación profunda de la realidad específica proyectando un futuro, sea para defender un orden de cosas, o para la revolución de transformaciones totales. Por ello, las ideologías pueden ser reaccionarias o revolucionarias, sin parámetros medios.

Cuando la ciudadanía comenta por ejemplo: ”todos los partidos son iguales”, intuye que todas estas empresas políticas trabajan para la conservación de un orden existente, entonces la respuesta ante la desastrosa realidad, no es “una nueva idea” o un discurso demagógico (trampa de la anti-política), sino la organización material y concreta del pueblo contra los usurpadores ilegítimos del poder (ya que no representan el bien común).

Las corrientes que apelan a las “terceras posiciones”, a la “anti-política” o centros, expelen una mera imagen semántica y demagógica, pues en la realidad del tablero político, solo pueden estar -directa o indirectamente-, con la conservación del orden existente o con el derrumbamiento del orden presente. En ese escenario, el idealismo abstencionista, o indiferente no existe; sino que hace de peso muerto en favor del sistema imperante. Siendo la política una lucha por el poder, se presenta la práctica de la estrategia, tanto por quienes conservan el poder, como de los revolucionarios que pretenden conquistarlo. Según Gramsci; el poder se ejerce cuando existe una hegemonía cultural que incluso va más allá de la institucionalidad vertical.

Quienes pretenden conquistar el poder, deben actuar como organización miliciana, organizada y con una estrategia unificada de movimiento, utilizando todos los medios posibles de la realidad para la victoria, así como prever que condiciones futuras pueden ser más favorables para la organización, sabiendo tomar decisiones difíciles más allá del abstencionismo inútil. Por ello, el “moralismo idealista” e infantil que conduce hacia la auto-marginación, hacia una simple pseudo-pureza neutral de los ideales, es esterilidad e inexistencia política.