“No estamos buscando una nueva guerra fría” declaró el presidente norteamericano Joe Biden el pasado martes 21 de septiembre, ante la 76ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas. La misma ha servido como escenario para los tradicionales discursos de todos los jefes de Estado que integran dicho organismo internacional, ante el escenario de los conflictos actuales, marcados por la crisis climática y el combate de la pandemia de Covid-19.
Desde luego, no podemos ser ingenuos y suponer que las declaraciones de Biden y sus aliados “atlantistas” sean lo parsimonioso que aparentan. Éstas contienen lineamientos que van marcando, en lo público, las estrategias geopolíticas discutidas en “lo privado” y pensadas en pro de sus exclusivos intereses, en detrimento del resto de naciones; especialmente las sudamericanas, histórico “patrio trasero” del imperio.
Los titulares destacaron la cuña de Biden sobre no estar buscando una nueva guerra fría. Empero, ¿Cuál fue la frase completa? “No estamos buscando una nueva guerra fría ni un mundo dividido en bloques rígidos, pero EE.UU. se opondrá a cualquier intento por parte de países poderosos de dominar a los que son más débiles”.
Obviando lo risible, debe entenderse que el propósito de EE.UU. es no repetir el guión del “combate de desgaste”, sino que emplear nuevas estrategias, más agresivas.
Por otro lado, el discurso de Biden distó del pronunciado por el secretario general de la ONU, António Guterres, para quien: “El mundo nunca ha estado tan amenazado ni tan dividido (…) Me temo que nos estamos deslizando hacia dos conjuntos diferentes de factores económicos, normas comerciales, financieras y tecnológicas, dos enfoques divergentes en el desarrollo de la inteligencia artificial y, en última instancia, dos estrategias militares y geopolíticas. Una receta para un conflicto mucho menos predecible que la guerra fría”.
Sin mencionarlo, ese otro enfoque que señala Guterres, está representado, principalmente, por China y Rusia, cuya diplomacia se ha focalizado en fortalecer las instancias multilaterales con principios de “igualdad de bandera” y “no intervención” en asuntos internos de los Estados. Lo que se ha llamado “mundo multipolar”.
Pero veamos, ¿Cuál es la actual estrategia imperial norteamericana?
Podemos identificar dos ofensivas: en lo económico, a través del TPP-11; en lo militar, a través del AUKUS.
El Trans-Pacific Partnership, como un acuerdo comercial que tiene implicancias que van más allá del libre comercio, se vio frustrado por la decisión de Trump de marginarse del mismo. Biden hasta ahora ha expresado no estar dispuesto a incorporarse en los términos que adoptó en 2018, cuando pasó a ser conocido como CPTPP o Comprehensive and Progressive Agreement for Trans-Pacific Partnership). No obstante, Biden pretende renegociar el acuerdo de modo que beneficie (aún más) los intereses norteamericanos, aprovechando un principio que está en la médula del CPTTP: su renegociabilidad.
El TPP, concebido para el intercambio comercial en el pacífico, no contempló originalmente a China. Es más, con la inclusión de EE.UU. a las discusiones, fue prácticamente explícito que su objeto resguardaba sus intereses geopolíticos para el indo-pacífico, de mira a hacer un “contrapeso” a la influencia de China en la zona.
Mientras, China anunció hace unos días su voluntad de ser parte del CPTTP. No es una noticia nueva, pero en esta ocasión fue más allá de la declaración, y realizó las gestiones diplomáticas para la incorporación formal. La reacción de EE.UU. (pese a no ser parte actualmente…) fue negativa, y Japón se sumó en el mismo sentido. Para contrarrestar o entorpecer la incorporación, la isla de Taiwán hizo presente su deseo de suscribir el acuerdo. Con todo, para la incorporación de un nuevo miembro se requiere el acuerdo unánime de los Estados parte. Estimamos que los próximos meses, las negociaciones y presiones serán intensas.
La decisión de China debe entenderse como una jugada geopolítica y no un interés meramente económico; pues, como sus propios defensores han reconocido, el CPTTP es más que un acuerdo comercial, lo que China no teme. Al retirarse EE.UU., dejó la vía libre para que otra potencia pueda liderar el bloque. Su eventual incorporación tornaría más competitivo el intercambio comercial, pudiendo consagrarse como la primera economía mundial, lo que ya se proyecta para 2025. India hará lo mismo, como la segunda, en 2030, desplazando a los norteamericanos a un tercer o cuarto lugar.
Refuerza la tesis anterior, el que, a fines de 2020, quienes conforman la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Myanmar, Brunéi, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Singapur, Tailandia y Vietnam; junto a Australia, China, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelanda firmaron el tratado de libre comercio más importante, que supera al de “América del Norte” y a la Unión Europea: Asociación Económica Integral Regional (RCEP).
Estos movimientos en el indo-pacífico, motivaron que EE.UU. presionara la opción militar, aunque eso perjudicara a uno de sus socios europeos: Francia.
Es así como, hace unos días, Australia, Reino Unido y Estados Unidos anunciaron su alianza de colaboración militar “AUKUS” -por las siglas de cada país-, focalizando el apoyo militar norteamericano -y en menor medida británico- a desarrollar las capacidades bélicas del más amplio espectro en favor de Australia. Con esto, Francia perdió el contrato ya cerrado con dicho país, para la venta de 12 submarinos, por un valor de 50.000 millones de euros.
Mas, ¿Era necesaria esta alianza militar?
Resulta que EE.UU. ya posee dos acuerdos militares, “por la paz del indo-pacífico”. “Five Eyes” (Australia, Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda y EE.UU.) y el “QUAD” o Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Australia, Estados Unidos, India y Japón). La diferencia con los primeros, es que AUKUS se traduce en el aporte, intercambio y construcción de material bélico, ya submarinos -como se anunció-, aviones y equipos para la guerra electrónica.
Como hemos visto, el imperio enfrenta su decadencia y, en sus estertores, busca mantener cautivos Estados serviles para seguir lucrando con su complejo industrial-militar; empleando para ello la retórica de la amenaza a la libertad y la democracia, aunque para ello sea necesario promover la sinofobia.
No sería de extrañar que AUKUS, -u otra eventual versión ad hoc-, busque influir de forma política e incluso militarmente, en todas las naciones en las que posee control incluyendo las suramericanas, para socavar todo avance económico chino.