En la politología moderna (desarrollada inicialmente en Francia), el apelativo de reaccionario fue un insulto para referirse a los defensores del Antiguo Régimen absolutista; los lacayos del rey, los temerosos del clero o siervos leales al señorío feudal. Reaccionarios serían todos aquellos que, por diversos motivos (miedo, ignorancia, superstición, dogma, conformismo) se niegan a aceptar los procesos sociales, culturales e históricos en constante e inevitable transformación, producto de contradicciones internas que requieren resolución.
La RAE define reaccionario (a): “Que es partidario de mantener los valores políticos, sociales y morales tradicionales y se opone a reformas o cambios que representan progreso en la sociedad, o aquel que manifiesta ideas reaccionarias”.
El título de reaccionario o contrarrevolucionario, le fue aplicado a la reacción termidoriana francesa; que impulsó el detenimiento del proceso revolucionario jacobino. Así mismo, el peyorativo se le atribuyó en lo posterior, a múltiples sectores políticos e ideologías dentro de todo Occidente. Esencialmente a la “derecha política” (los defensores del statu quo), al franquismo, a todo el conservadurismo político-valórico, y a todos los chovinismos que colaboraron con el freno o la distorsión, de las revoluciones socialistas y patriotas-populares, entre otros semejantes. El insulto y categoría de “reaccionario”, es usado hasta hoy por fuerzas revolucionarias anti-capitalistas de todo el mundo, para encasillar a los defensores del capitalismo, la burguesía y la explotación, etc.
Durante el estallido social chileno, se desataron desde el seno de la revuelta popular, un sinnúmero de insultos y repudios para todos aquellos lacayos “chalecos amarillos”, pinochetistas, pseudo-nacionalistas con fetiches por la moralina y alucinaciones conspirativas, que se levantaron para defender el gobierno de Piñera y el neoliberalismo. Estos reaccionarios aludían a las teorías más descabelladas, esquizofrénicas e incluso propias de la Guerra Fría: revoluciones castrochavistas planificadas desde el extranjero, terrorismo armado, y mercenarios a sueldo, entre otros, para destruir el supuesto “paraíso chileno”, al “jaguar latinoamericano”, aparentemente sin ninguna clase de problemas internos, y cuyo modelo neoliberal no podría caer por sus propias falencias. En Francia, los chalecos amarillos son un símbolo revolucionario y popular, pero en Chile se transformaron en un emblema de la reacción antes mencionada, aplicándose sobre estos, denostaciones como; chupapicos y chupalumas, lo que se correlaciona con una actitud de servidumbre timorata al poder establecido.
El agua sin movimiento conduce a la putrefacción. La sangre sin circulación a la gangrena y los músculos se desintegran cuando no ejercen fuerza, así mismo, el conservador-reaccionario está condenado a ser arrasado por las fuerzas de la historia y la fricción social; que es mutación, contradicción, movimiento, como la materia misma. La naturaleza no conserva, obliga la adaptación o la extinción absoluta.
El conservadurismo-reaccionario es el dogma pétreo y moribundo; la revolución es el golpe terrible, destructor y creador de la vida.
¿Entonces según este planteamiento cabe aceptar el llamado “progresismo”? no tiene relación alguna, puesto que el “progresismo” como dogma traído desde occidente, expone la tesis de los procesos monotónicos, esto es, el planteamiento de que Occidente es la cultura más “desarrollada” universalmente y por lo mismo, cada pueblo del mundo debe “occidentalizarse”, aceptando sus lógicas, su progreso, su tecnocracia, sus métodos de producción, sus sistemas políticos, etc. Nosotros hablamos de las transformaciones que se dan dentro de comunidades humanas, sociedades desiguales como la chilena. Nos referimos a una realidad, una “dolencia histórica”, que existe desde que la colonial burguesía mercantil se apoderó de la república en desmedro del pueblo de Chile, por ende, aquella brutal contradicción es evidente y explica varios de los fenómenos conflictivos de la actualidad, los cuales no han terminado de resolverse, sino que por el contrario, se han agravado. La imposición de un neoliberalismo de manicomio impuesto por las armas, gobiernos ilegítimos, el descontento ciudadano, ya no resisten la crisis. Estos problemas han sido arrastrados como avalancha por años y se estudia con las ciencias sociales para obtener un diagnóstico. No se trata de intervencionismo conspirativo externo como alucinan los sectores reaccionarios, los cuales siempre deben buscar culpables omnipresentes para encontrar explicación a los acontecimientos, recurriendo al imaginarismo vulgar y subjetivo. El peligro radica en que la estupidez siempre es contagiosa.
¿Pueden algunas ideas conducir al denominado “reaccionarismo”? Evidentemente que sí, y de hecho, varias ideas tradicionales de la política chilena conllevan directamente al reaccionarismo.
Los reaccionarios manifiestan tres tipos de planteamientos clásicos, hermanados en una falsa idea de “inmutabilidad sacrosanta”:
1-El idealismo valórico
2-El idealismo de la “raza”
3-El idealismo del mercado
Los “valores eternos”
El idealismo emocional y dogmático de los valores metafísicos, es el más antiguo (instaurado desde la conquista española e institucionalizado durante la colonia) ya que generalmente, tiene una connotación confesional religiosa (principalmente judeocristiana), y de por sí, considera que existen valores, principios, doctrinas y revelaciones de origen divino, metafísico, espiritual, transmundano, que se extrapolan a la institucionalidad y la cultura. De ahí que estos reaccionarios se aterren ante toda transformación cultural o progreso legislativo; por ejemplo oponiéndose a la ley de divorcios, o incluso al Estado laico. Los reaccionarios más recalcitrantes se manifiestan abiertamente como anti-científicos o se atemorizan por la expansión del “ateísmo”.
La oligarquía chilena se manifiesta abiertamente como liberal-conservadora, exponiendo un durísimo régimen o comportamiento moral ultramontano (vemos prelaturas como el Opus dei, y el movimiento Schoenstatt, con mucha influencia en sectores acomodados), pero su vez, defendiendo a rajatabla el liberalismo radical, la globalización y el imperio de los mercaderes.
La raza
El idealismo de la raza, es una idea metafísica y chovinista traída durante el siglo XIX, por medio de influencias del romanticismo alemán (que fue una vanguardia artística en su tiempo), y que exponía, la unidad poética de la sangre de los pueblos, el “origen común”, la justificación de las naciones por el ius sanguinis, la noción de que esa supuestamente unión de pasado y destino común, es el “alma” del pueblo. Hoy sabemos que este chovinismo no fue más que un invento para justificar la unificación moderna del Estado alemán (pangermanismo), entre variadas localidades y comunidades profundamente heterogéneas.
A principios del siglo XX las ideas raciales estaban muy de moda y eran aceptadas en numerosos campos del pensamiento. En la época posterior a la segunda guerra mundial, los estudios científicos y en desarrollo de la genética echaron por tierra los romanticismos de la sangre.
Nicolás Palacios, en su obra delirante llamada “Raza chilena”, trató de otorgarle una sustancia identitaria al nacionalismo chileno, exaltando el mestizaje godo-araucano, condenando toda mezcla étnica ajena a este, o presencia de otros poblados en Chile. Por ello, los reaccionarios suelen incluso plantear que existe una “psiquis” nacional o comunitaria, bajo una identidad racial común, lo que raya en la locura o panfletos teosóficos de feria sin sustento alguno.
Lo cierto, es que como chilenos, nos componemos de las más abundantes y variadas mezclas indígenas, europeas y otras. Somos un país conformado por la inmigración y la mezcla histórica. Todo idealismo conservador de raza es absurdo.
El conservadurismo de la raza, por ejemplo; condena y culpa a los inmigrantes de todos los problemas nacionales, siendo que el único centro de gravedad anti-patria es el capitalismo depredador. Cuando un nacionalista chovinista plantea: “los chilenos primero”, lo que quiere decir, es que el chileno tiene derecho a recibir las migajas primero que el inmigrante. Este reaccionario, es en el fondo, un gran defensor del sistema. Ataca al inmigrante pobre, pero no se atreve a enfrentar al poderoso oligarca apátrida (llega a la desfachatez de proponer colaboracionismo de clases con esos). Incluso este reaccionario, cree que la inmigración corrompería su aparentemente inmutable y sacra identidad étnica (ya dejemos de reírnos de estos absurdos y avancemos).
Ya el filósofo alemán Schopenhahuer, condenó encolerizado en su época, esta fiebre irracionalista del chovinismo nacional: “Todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, de vanagloriarse de la nación a que pertenece por casualidad.”
Jorge González Von Marées, tomó varios de estos conceptos y los insertó en su infundado nacionalismo nacista, que fracasó prontamente. De manera lamentable esos fundamentos sirven de fuente hasta hoy en día, para el nacionalismo chileno histórico. Nosotros decimos que el nacionalismo histórico chileno, siempre ha sido reaccionario.
El mercado
Durante los años ochenta y hasta hoy en día, aumentaron los reaccionarios con fe neoliberal en el mercado, concibiendo en este, una especie de egregor, autoconsciente que no debe ser regulado, pues toda intervención, derivaría supuestamente en el desastre apocalíptico. Apelan a teorías añejas y fracasadas de la escuela de Chicago y de Austria (la gran depresión, la gran recesión, o el fracaso del modelo neoliberal chileno, entre otros fueron producidos por el capitalismo desenfrenado de mercado). Estos reaccionarios representan un dogmatismo confesional, y caen comúnmente en el conspiracionismo de ver comunistas en todas partes. Son incapaces de observar las enormes contradicciones y errores del capitalismo radical y su explotación (incluso la justifican). El liberalismo económico, es una consecuencia de la filosofía nominalista, es decir, de la metafísica del individuo elaborada en la cultura anglosajona.
Si tuviésemos que exponer un ejemplo de corriente ideológica que representa el reaccionarismo más brutal, podemos encontrarlo en el sionismo (movimiento de ultraderecha, fanático religioso y racista, que justifica su razón de ser, en el exterminio y la esclavitud de otros pueblos). Sostiene la idea de pueblo elegido (metafísica del origen, conservación y divinización de la sangre), la tierra prometida (destino común), además de buscar sus valores en revelaciones en escrituras sacras, y confesionalismos idealistas variados. Reivindica la supremacía de los poderosos y los financistas por sobre los pueblos. No son pocos los judíos que se manifiestan en contra del llamado movimiento político sionista. Se podría decir que el sionismo, es la expresión original-confesional y primigenia de todo el reaccionarismo de ultraderecha; conservacionismo moral, racismo, identitarismo, supremacismo, occidentalismo, y defensa de la explotación.
Por estas razones, el nacionalismo de la praxis representa una fuerza antípoda radical con el reaccionarismo histórico, pues tiene sus fuentes en la filosofía griega y su desarrollo temporal, en la ciencia, no en revelaciones bíblicas, idealismos, espiritualismos metafísicos, o romanticismos chovinistas emocionales varios. La prominencia sobre la vulgaridad y los disparates reaccionarios, tiene fundamento en nuestro conocimiento metodológico de las fuerzas materiales que comprenden la historia, el estudio de las ciencias sociales, las contradicciones y la transformación constante.