Por Luis Bozzo

La historia está lejos de ser un mero cuento narrativo, es una ciencia destinada a buscar la verdad sobre diversos acontecimientos del pasado. La historia sirve para observar los hechos desde las alturas y para buscar bajo la tierra, fragmentos que hablan sobre un pasado que queremos conocer. En éste escenario han aparecido mercaderes de la historia sin mayor conocimiento real de la materia con el fin de vender cuentos, bajo la primicia rimbombante de "historias ocultas o desconocidas", promovidas también en programas de televisión y telenovelas. Nada más falso y superficial. Además no es raro que la historia se transforme en un relato mítico para justificar sistemas políticos o versiones sesgadas acerca del pasado.

La figura de O’Higgins es una de las más polémicas de nuestra historia nacional, y se encuentra dentro de las más mitificadas. Es menester decir que ésta artículo no pretende ser ni una oda a la figura del prócer como tampoco un ataque irresponsable, sino un escrito que aporte información al debate historiográfico dejando de lado sentimentalismos y prejuicios propios de los mercachifles conspiracionistas actuales de la historia.

Se dice de O’Higgins que fue tirano, que jamás peleó en ninguna batalla, que era un masón asesino de Carrera y Rodríguez, que tenía un profundo trauma por su condición de "guacho" y un largo etcétera. Pero, ¿Cuánto de todo ésto es verdad y tiene asidero historiográfico?

Lejos de lo se cree, la oligarquía chilena ultraconservadora manifestaba un profundo desprecio a la figura de O’Higgins y la maldición oscura sobre su persona comenzaría nada menos que en la era portaliana. Una vez llegado al poder el gobierno de los estanqueros (monopolistas del estanco) por medio de una guerra civil en 1829, no sólo emprendieron su represión contra pipiolos (liberales, oficiales contrarios al régimen, asambleístas, federalistas, republicanos) sino contra un grupo bastante numeroso compuesto por los ohigginistas, (estos últimos anhelaban que el prócer retornara de su exilio).

El Estado Portaliano consideraba a O’Higgins un prospecto de caudillaje unipersonal, decían que de llegar a Chile, podría organizar un Golpe de Estado y asentarse en el gobierno hasta su misma muerte. La oligarquía también odiaba a O’Higgins porque fue él, quien para construir una república sin grupos privilegiados, abolió los títulos de nobleza, mayorazgos y escudos de armas incluso de las puertas y paredes de las casas de alta alcurnia, generando la furia de la poderosa burguesía de principios de siglo XIX, los mismos que lo presionaron a abdicar bajo amenaza de una guerra civil.

Posteriormente, uno de los primeros en llamar dictador a O’Higgins fue el historiador Miguel Luis Amunátegui, por haber gobernado como director supremo durante años sin ningún tipo de Constitución, pero sin mencionar que fue O’Higgins, el que propuso en sus constituciones posteriores, la idea de los tres poderes independientes del Estado. Amunátegui se arrepintió de lo escrito en sus últimos días, argumentando que sus ideas políticas necesitaban recrear un tirano caudillo para justificar el orden posterior fundado por el Estado Portaliano, triunfante sobre pipiolos, ohigginistas y también sobre las clases populares acostumbradas al cabildo.

El nombre de O’Higgins también quedó sumamente manchado con la manipulación sobre su imagen que hizo la dictadura de Pinochet, levantando la mítica imagen del General Supremo que gobierna con amplios poderes, no mencionando que O’Higgins promovió un órgano legislativo separado del poder ejecutivo y que además combatió la existencia de grupos privilegiados.

La izquierda no se preocupó por recuperar la figura de O’Higgins, sino que respaldó el relato pinochetista del General dictatorial unipersonal, que terminó por ser exiliado. Pero se menciona tímidamente, que éste fue exiliado principalmente por influencia de la oligarquía. No se dice que en sus cartas era partidario de una república democrática y descentralizada administrativamente (la idea de Estado centralizado es portaliana-estanquera), que se manifestaba por la independencia del pueblo mapuche y tenía un gran respeto por éstos al punto de ser considerado uno de ellos en la victoria definitiva sobre los españoles.

O’Higgins prefirió el exilio (pudiendo ofrecer resistencia) para evitar un derramamiento de sangre entre hermanos, convulsiones sociales que se alejaban totalmente de la república del nuevo hombre libre, por la que peleó contra el dominio español.

Se dice que O’Higgins vivía traumatizado por ser considerado "guacho" -alguien abandonado por el padre- pero todas las pruebas indican lo contrario. O’Higgins era hijo de Ambrosio, Gobernador de Chile y Virrey del Perú, uno de los hombres más connotados en América. Su padre siempre se preocupó de su bienestar, como lo demuestra la correspondencia entre ambos durante sus estudios en Inglaterra. O’Higgins en su infancia estudió en Chillán con hijos de importantes caciques mapuches, ahí aprendió mapudungun y le quedó grabada en su memoria, la sombra del libertador Lautaro. Se sentía un sucesor de Lautaro en la lucha contra los españoles.

Recibió la mejor educación en Inglaterra (todo costeado por su padre), se rodeó de importantes figuras, incluido el legendario revolucionario Francisco de Miranda, -cerebro de la independencia americana y maestro del mismo Simón Bolívar-.O’Higgins tenía tanto carisma que llegó a ser amigo de Miranda, de Bolívar y de San Martín y era tan escuchado que fue él, quien propuso el nombre de “Logia Lautaro” para quizás la agrupación más revolucionaria de América en la época, ¿era masónica? todo indica que no exactamente, de hecho su connotación era de corte simbólico-ideológico y político, pues su meta no era solamente destruir el control monárquico en América, sino construir un sistema donde caminase el nuevo hombre libre, sin esclavos ni grupos privilegiados, sin el oscurantismo medieval de la inquisición y el dogma místico de un rey con poderes divinos.

Tomemos en consideración, que para la época, el apelativo de Logia era sinónimo de movimiento político; pues todas las fuerzas revolucionarias tenían como modelo anti-despótico primigenio la revolución francesa, donde las facciones revolucionarias se organizaban en clubes, gremios, e incluso conventos.

O’Higgins no proponía el nombre de Lautaro solamente por haber sido éste, el primer libertador del pueblo de Arauco, sino que también por representar la victoria de la razón sobre la mística religiosa de su propio pueblo, y es que, luego de vencer a Pedro de Valdivia en Tucapel, Lautaro pretende avanzar hacia Santiago para expulsar al invasor, pero gran parte de los mapuche no lo respalda, porque el Admapu (Ley sacra) prohibía organizarse para pelear fuera del sur del Bío-bío. Entonces Lautaro avanza con un minoritario grupo de leales, encontrando finalmente la muerte en emboscada. Era el simbolismo secreto de Lautaro para aquella orden revolucionaria.

Con la muerte de su padre Ambrosio, el Prócer recibe una enorme fortuna por herencia, pero invierte gran parte en formar un ejército libertador (terminando su vida modestamente en el exilio Perú). Convenció a las clases acaudaladas de que le otorguen apoyo, encontrando buena acogida (la oligarquía chilena estaba tentada por el control político y económico del país, no pagando ningún tipo de tributo real y eliminando restricciones comerciales) la verdad es que no le importaba si el que comandara el ejército, fuese un caudillo o un argentino mientras el gobierno peninsular fuese erradicado lo antes posible.

Encontramos dos fuerzas diferentes en el proceso revolucionario burgués; por un lado el contingente revolucionario y anti-despótico de la Logia Lautaro, y por otro, el interés tentativo comercial de las mejores familias del país.

Peleó personalmente en innumerables batallas. En El Roble continuó peleando incluso luego de ser herido en un brazo. El mismo Carrera escribió en 1813: "No puedo dejar en silencio el justo elogio que tan dignamente se merece el citado O'Higgins, a quien debe contar V. E. por el primer soldado, capaz en sí solo de reconcentrar y unir heroicamente el mérito de glorias y triunfos del Estado Chileno". También destaca en la gran victoria de Chacabuco, donde San Martín le reconoce su valor al presentarse en el combate malherido.

Otro suceso lamentable que se le atribuye a O’Higgins, es el asesinato de José Miguel Carrera y Manuel Rodríguez (personajes muy queridos y mitificados al punto de la ficción). Pero en realidad, no se han presentado hasta la fecha, pruebas fehacientes de éste suceso, sólo teorías conspirativas sin ninguna validez. Respecto de Carrera la documentación es abundante en cuanto éste fue ejecutado según las leyes argentinas por sus crímenes en el país vecino. No hay lazo que conecte a O’Higgins con la ejecución, tampoco con el asesinato de Rodríguez, quién tenía muchos enemigos personales que catalogaban de corrupta y desleal su función como Ministro de Defensa.

Carrera y Rodríguez firmaron sentencias de muerte de verdaderos guerrilleros populares, y otros durante su Gobierno.

Los Carrera tenían su poderío económico en el Norte chico, propietarios absolutos del Tamaya (Mina), de varias otras extracciones y laboreos de Atacama y Coquimbo, siendo dueños de múltiples esclavos. Manifestaron ante el Tribunal para fomento de la Minería (representado por Juan Egaña), sus intenciones de independencia, basadas en el interés patrimonial (pintadas de patriotismo). Segall dijo que si el pueblo supiera su historia les borraría la etiqueta de héroes. El héroe realista Vicente Benavides declaró desertar del bando patriota por el despotismo de los Carrera, y Edwards Bello consideró el carrerismo, como el capricho oligarca de amar a la patria, a condición de ser dueño de ella.

Finalmente, O’Higgins fue derrotado por la poderosa oligarquía chilena. No triunfó él ni tampoco los pipiolos, ganó por la fuerza el bando estanquero de Portales (monopolistas en lo económico y fuertemente conservadores ultramontanos en lo valórico) imponiendo su gobierno después de una sangrienta guerra civil. Se estableció que para ser ciudadano había que tener bienes raíces y una renta determinada, excluyendo al bajo pueblo de la nueva república (ver Constitución de 1833). Fundaron un Estado que es la contraparte de la república de los pueblos libres, con pequeñas oligarquías dominantes y amparadas en el monopolio de la fuerza.

De forma curiosa en Venezuela, Bolívar también es derrotado siendo el constructor del Estado en ese país el oligarca Antonio Guzmán Blanco, y así en todo el continente triunfan aplastantemente las plutocracias oligarcas, estableciendo inviables y arcaicos sistemas agroexportadores semicoloniales, sin soberanía original y sin desarrollo. El sueño de la América del nuevo hombre libre que debía demostrar al mundo su grandeza cultural y política quedó enterrado en el baúl de un sueño utópico.

O’Higgins muere en el destierro sin nunca poder regresar a Chile. Hemos dicho que la historia no es un cuento con héroes y villanos, santos o demonios, sino grandes acontecimientos de los cuales forman parte hombres con virtudes y defectos, y sobre los que muchas veces pretenden hacer juicios morales o ideológicos crean una nebulosa lejana de la verdad y del propósito original de la historia.