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El Ejército de Chile, “siempre vencedor y jamás vencido”, como reza su lema y como nos han enseñado siempre desde diversas fuentes. Es el que otrora, tanto en los tiempos de Pinochet como hasta hace unos veinte años atrás, era conocido como “la reserva moral de la Patria”; algo vociferado por algunos incluso hoy, (aunque cada vez menos). Si bien el Ejército de Chile posee, en efecto, hazañas heroicas y dignas de verdaderos hijos del pueblo obrero y campesino que aman con todo su ser a esta tierra que los vio nacer, como por ejemplo el sacrificio de nuestros soldados en la Batalla de la Concepción o el de los leales a Prat que combatieron codo a codo con su persona en el Combate Naval de Iquique, lamentablemente debemos decir que eso ya es pasado. Todas esas grandes hazañas de leyenda han sido seriamente manchadas con los crímenes de lesa humanidad perpetrados durante la dictadura. Sin embargo, este acontecimiento no es más que lo último de muchos otros en acontecer. ¿Qué tan cierta será su historia tal cual nos la han contado? ¿O no será más que una seguidilla de mitos históricos a fin de cohesionar a la población civil en torno a una identidad nacional uniforme obteniendo reservistas útiles para las grandes oligarquías, a fin de reprimir protestas obreras y defender sus intereses, más que servir a la patria?
Durante la guerra civil de 1891, el entonces presidente Balmaceda fue derrocado a manos de las fuerzas opositoras, entre quienes estaba el militar prusiano Emilio Körner (sí, el mismo artífice de facto de la “prusianización” del ejército) como uno de los partícipes traidores al gobierno. El ejército “de antes” se hallaba dividido por posiciones políticas que chocaban entre sí y, asimismo, acechaba una oligarquía que maniobraba según sus intereses en el ejército golpista, en el “de ahora”. Ésta oligarquía se convirtió en una suerte de “comandante en jefe” no oficial.
Históricamente hablando, hay muchos lamentables episodios que han tenido al ejército como protagonista; uno de los más recordados fue la masacre de la Escuela Santa María de Iquique, ocurrida en 1907, en que obreros chilenos, bolivianos y otros que buscaban mejoras laborales murieron asesinados por balas y bayonetas del ejército, enviado por la oligarquía para reprimir. Como éste son varios los sucesos históricos en los cuales la oligarquía ha utilizado al ejército para reprimir a los trabajadores, teniendo como resultado alguna masacre. Adicionalmente a la utilización de las fuerzas armadas por parte de la oligarquía para sus propios fines, contemporáneamente se ha sabido es que el ejército, ese al que se le veía y creía intachable, siempre correcto y siempre moral, hoy en día presenta sospechas y acusaciones de que ciertos elementos estarían negociando de diversas formas con narcotraficantes, según ciertos medios informativos. Caso muy similar es el que ocurre con la actual imagen pública que posee Carabineros, asociados al consumo de cocaína (bastante irónico, considerando la imagen que tenían a inicios de siglo). En opinión personal, esto no solo sería una prueba de que el ejército (mejor dicho un creciente índice de determinados individuos dentro del mismo) es corrupto, sino también de que el narcotráfico en Chile, ha adquirido un poder más allá de lo que podríamos imaginar, lo que correspondería a una situación bastante grave que arrastramos desde hace años como país.
¿Qué es lo que nos depara, entonces? ¿Qué hacer? En opinión de quien escribe, y asumiendo responsabilidades por lo dicho hasta el momento, a no ser que nos organicemos seriamente en torno a determinadas estructuras revolucionarias opositoras al statu quo, podemos entrar en un profundo periodo de descomposión social y decadencia, pues ahora apenas estamos viendo los primeros síntomas en todos los niveles de la ineficiencia neoliberal. Es decir, fomentar algo similar al pasado Estallido social, movilizando transversalmente a todo el pueblo, pero corrigiendo los errores de otrora y aprendiendo de éstos. Por tanto, solo queda una única opción dentro del tema que nos compete: liberar el ejército de su corrupción, hacerlo unísono a las demandas del pueblo de Chile mediante una vía no institucional, considerando el extenso historial de fracasos obtenidos en, por ejemplo, protestas . Sin embargo, una vez conquistado dicho anhelo revolucionario, debe crearse a posteriori bajo un sistema que, procure además la total reinvención de nuestra institucionalidad y Estado, en una estructura popular soberana. Solo así podrá nuestro país superar esta crisis y salir adelante.
Dado lo mencionado en este texto, conceptos tales como “patriotismo” y “ejército” se ven hoy en día como contrarios. A esto hay que sumar, la acción de las FF.AA. durante el 18-O (muy a pesar de que el General Javier Iturriaga, Jefe de Defensa Nacional, le dijera a Piñera que: “no estoy en guerra con nadie” en respuesta a cuando este último dijo que: “estamos en guerra contra un enemigo poderoso”). Ya es hora de refundar y limpiar el Ejército de Chile mediante la refundación completa de todo el país en relación a sus instituciones ya mencionado anteriormente, generando, por ejemplo, un escalafón único, a fin de que cualquier persona, ya sea hijo de obrero o de campesino, que quiera defender la Patria y tenga las aptitudes para ello, pueda hacer una carrera en torno a sus méritos; que el servir y defender a la patria deje de ser una mera cuestión socioeconómica que reproduzca las desigualdades sociales en el interior de las instituciones armadas.
Fuentes:
-https://www.lanacion.com.py/mundo/2018/11/23/jefe-del-ejercito-chileno-revela-que-oficiales-venden-armas-a-narcotraficantes/
-https://www.20minutos.es/noticia/3499224/0/oficiales-ejercito-chileno-nedieron-armas-narcotraficantes/
-https://www.elperiodico.com/es/internacional/20181123/chile-armas-narcotraficantes-oficiales-ejercito-7163094
-https://www.ciperchile.cl/2020/02/12/radiografia-al-consumo-de-drogas-en-las-fuerzas-armadas-y-las-policias/