Luis Bozzo

Introducción

¿Cómo refrendar y replicar la postura de “anti-modernidad” en un continente que no tuvo revolución industrial y cuyos países no manufacturan sus recursos naturales? Presentaremos puntos de reflexión para el entendimiento de esta cuestión.

Existen variadas posiciones sobre la modernidad (categoría polisémica), donde incluso algunos pensadores niegan su existencia propiamente tal -debido a que la “época” no sería otra cosa que la consecuencia esperable del desarrollo estructural-capitalista en el mundo, rechazando teorías aparentemente idealistas tanto de corte positivo (Adorar la modernidad) como negativo (odiar la modernidad) -.

Hay que tener en cuenta que la modernidad suele definirse como un espacio temporal, así también como una caracterización universal de una determinada realidad [1].

Es menester repasar que la “modernidad” engloba múltiples fenómenos, hechos y aristas, incluyendo el modelo capitalista occidental expansivo. De ahí que nuestra posición ante la modernidad occidental sea crítica. Pareciese que hablar de modernidad es hablar de capitalismo y viceversa.

No existe una definición dogmática de modernidad, toda vez que ésta se cataloga como una época, una categoría, un conjunto de procesos, una consecuencia de las estructuras económicas imperantes, etcétera. Lo que si podemos establecer, es que la realidad hegemónica occidental de nuestro tiempo posee determinadas características que delinean el esquema existencial de los pueblos. Sobre este piso podemos estudiar el concepto.

Antecedentes históricos de la Modernidad

Hablar de “modernidad”, es abordar el periodo histórico occidental post-medieval, toda vez que la tradición histórica de nuestra América se estudia en gran parte teniendo como base la línea temporal occidental. Variados son los hitos que demarcan según los historiadores el inicio de la modernidad: Arribo de Colón en América (el nuevo mundo), caída de Constantinopla, invención de la imprenta, entre los principales. El fin del medievo está bien documentado y se han elaborado estudios histórico-sociales sobre la materia, como el conocido libro “Otoño de la Edad Media” del historiador J. Huizinga.

Haciendo un recuento general dentro del desarrollo de Occidente, el teocentrismo fue siendo reemplazado por corrientes ideológicas antropocéntricas [2]. El pensamiento ilustrado, racionalismo, el humanismo renacentista, el liberalismo, entre otros, fueron desafiando las dogmáticas ideológicas sociales y por tanto, el orden monárquico vigente (cuyo poder soberano emanaba de Dios). La clase burguesa, o de los comerciantes, -el Tercer Estado- fue acumulando fortuna y generando modernos métodos de comercio incluyendo rutas internacionales para el transporte de mercadería. Los burgueses fueron superando en poder económico y político al estamento de la nobleza [3].

El auge del liberalismo político no fue una cuestión simple y homogénea; esta corriente ideológica debió competir, sobreponerse, adecuar, absorber o reinterpretar otras propuestas para representar de mejor manera el “espíritu de la época”, no obstante, esta ideología fue la que mejor representó los intereses de la burguesía (la clase social más revolucionaria de la coyuntura histórica). La llamada libertad individual daba fundamento a la libertad de acumulación de riquezas y también permitía fundamentar el perfeccionamiento de negocios financieros basados en préstamos y pago interés, sin que ningún estamento pudiera interferir demasiado en el desenvolvimiento de esta libertad.

Por otra parte, el colonialismo occidental en continentes como América, África y Asia (posteriormente conocidos como el tercer mundo), resultaba un negocio creciente para ganar riquezas de metales preciosos, traficar especies y comercializar esclavos. Esto implicaba la expansión universal de los mercados, es decir la expansión militar y económica de occidente hacia otras partes del mundo. Con ello también adviene la imposición cultural destinada a estrellarse con la cultura existente en el lugar nativo. Esto trae consigo la destrucción de la cultura local o el fenómeno de la transculturización.

Lo que se conoce como liberalismo francés, el mismo que influyó en la revolución francesa dando orígenes a las repúblicas modernas e instaurando derechos antes no reconocidos por el absolutismo, fue agudizando su mejoramiento práctico-teórico en el llamado liberalismo inglés, que hizo hincapié en la libertad comercial y la expansión económica. Inglaterra como potencia marítima extendió los mercados mundialmente tanto por la vía armada como la diplomacia cultural y aquí fue donde se origina el hito de la revolución industrial y con ello, la producción en masa dentro de las fábricas (auge de la técnica moderna). Por otra parte, Los Estados Unidos de Norteamérica amplían su propia industria, primero imponiendo su crecimiento influyente sobre otras naciones del continente y en especial sobre Centroamérica y América de Sur.

El burgués magnate capitalista se transforma en el sujeto emblemático de este nuevo modelo socioeconómico mundial, y el mundo anglosajón se transforma en el paradigma que todas las naciones deben alcanzar de alguna manera o adecuarse a su orden, donde todo parece transformarse en una lucha individual de supervivencia de todos contra todos.

La Antimodernidad

Teniendo presente este marco general para contextualizar, cabe mencionar que la antimodernidad surge desde el desarrollo de la modernidad misma, a modo de resistencia. Una de las características de la mentalidad de la modernidad occidental, es sostener que todo futuro será esencialmente bueno y que todo pasado figura como una cuestión superada, un lastre que se debe dejar atrás en todo sentido. Recordemos que en esta batalla teórica por la modernidad, hubo corrientes como el renacentismo, que no detestaba el pasado sino que admiraba el mundo clásico, entendiendo el medievo como una sombra oscura de aquella ancestral tradición dorada grecorromana, sin embargo, finalmente triunfaron las posiciones liberales coloniales-comerciales, cuya misión era llevar la civilización hacia los incivilizados de otras partes del mundo, recalcando que este desarrollo político-económico y cultural siempre será mejor. En estas circunstancias podemos exponer los siguientes paradigmas sobre la llamada modernidad liberal:

1-La superioridad de Occidente como baluarte de la modernidad (bases del racismo moderno donde los pueblos no occidentales son inferiores).

2-Todo futuro y progreso siempre será mejor, y todos los pueblos del mundo deben adecuarse a este devenir occidental. (Idealismo positivo del tiempo, procesos monotónicos, fe en la modernidad progresiva lineal).

3-La cultura de la lucha individual entre todos los sujetos por el progreso personal y la competencia por sobre todo interés colectivo. (Darwinismo social liberal donde los pobres son despreciables).

4-Expansión universal del occidentalismo con fines de colonización y asentamiento (imperialismo).

5-Triunfo del capitalismo-liberal como una realidad absoluta que sus adeptos denominan “el mejor de los sistemas”, y también el paradigma de la democracia real (hegemonía).

No es el fin elemental de este artículo hacer una genealogía del liberalismo, para lo cual existen muchas investigaciones, sino de plasmar los puntos centrales para comprender la temática de la antimodernidad en continentes que no cumplen con los estándares de modernidad de países del primer mundo.

Las modernidades alternativas

Es sabido que los grandes competidores modernos ideológicos del liberalismo en Europa durante los siglos XIX y XX fueron el socialismo marxista y el fascismo; que con todas sus variaciones y adaptaciones se presentaban como teorías modernas alternativas a la modernidad del liberalismo. De ahí que, muchos de estos pensadores sostengan que la modernidad no es maligna por sí misma, sino que la versión de modernidad liberal triunfante sería el problema. El propio sistema de totalitarismo fue definido como una estructura moderna por la filósofa Hannah Arendt [4].

El marxismo tenía como antagonista al enemigo de la clase obrera, es decir, la burguesía capitalista, cuya lucha daba curso al desenvolvimiento de la historia. El nazismo tenía como antagonista central al denominado judío internacional. Estas teorías políticas no atacaban una época en sí, por el contrario, identificaban al enemigo material-existencial. Un elemento común en estas teorías políticas modernas es la profunda confianza en el progreso optimista. El liberalismo aspira avanzar hacia la libertad absoluta del individuo. El socialismo marxista por medio de la dialéctica confía en el triunfo final del proletariado por sobre los explotadores, y el nazifascismo sostenía su Fe en el perfeccionamiento biológico de la “raza” y la creación de un Estado orgánico en un espacio vital.

Conservadurismo y tradicionalismo

Dijimos que algunos afirman que la modernidad por sí misma no es un problema, pues lo sería la modernidad capitalista-liberal (que impera con hegemonía), pero hubo posiciones antimodernas que argumentan que toda ruptura y alteración de la tradición y la costumbre es un mal absoluto (aquí no hay confianza optimista en el progreso sino un pesimismo absoluto contra todo lo que altere la “tradición”, añorando edades pre-modernas). Aquí destacó por ejemplo la conocida revolución conservadora y teóricos como el italiano Julius Evola, quien no solo condena al liberalismo sino también a otras teorías modernas como el marxismo y el fascismo (la rebelión de los esclavos), defendiendo una sociedad tradicional de castas gobernadas por monarquías y aristócratas. Claramente esto ha sido catalogado de ultrareaccionario [5]. Hasta el conocido fascista mexicano José Luis Ontiveros indica que Évola nunca fue fascista:

“Julius Evola nunca fue fascista, más tuvo abiertas simpatías por los movimientos que en el siglo pasado con diferentes formas y matices, pretendieron afirmarse soberanamente en la historia en contra tanto del credo del Tercer Estado y los "inmortales" principios de la Revolución Francesa de 1789 como del Cuarto Estado de la "masa sin rostro" del comunismo, el bolchevismo bovino de 1917 aplicado a los mujiks con el "método filantrópico" del Gulag. Todo ello sin demeritar el respeto que me debe el comunismo nacional y la corriente nacional-bolchevique. Yo soy un nostálgico del comunismo, de su férrea voluntad de victoria, de sus gestas y de su epos heroico, independientemente de mi adhesión a la figura del Comandante Fidel Castro, representante del honor de nuestro Rey Don Felipe II.” (Ontiveros, 2004).

Los conservadores o reaccionarios (entre sus diversas confesiones e ideologías) podrían caracterizarse por rechazar la modernidad sin argumentos racionales o lógicos sino por razones de fé o radicalización visceral. Dicen que la modernidad es maligna porque trasgrede los textos sagrados o porque niega la palabra de tal profeta y punto, no hay más que discutir, a diferencia del tradicionalismo, que busca fundamentar filosóficamente y de manera argumentativa el rechazo radical de la modernidad y la defensa de las sociedades tradicionales. Aquí encontramos a filósofos como Alexander Dugin o Alain de Benoist (Estos manifiestan observaciones y conocen muy bien las diferencias dentro de los distintos tipo de conservadurismos o tradicionalismos). Sobre ello han escrito libros completos [6].

También existe toda una doctrina ideológica denominada conservadurismo-liberal que nos trae a la mente el clásico axioma de: “liberal en lo económico y conservador en lo moral”, un oxímoron que se manifiesta fuertemente en las oligarquías americanas, las cuales suelen exaltar excelsas creencias religiosas valóricas pero a su vez, refrendan modelos políticos-económicos que les permiten conservador y acrecentar sus fortunas (liberal-capitalismo mercantil).

La crítica del arqueofuturismo

El polémico pensador francés Guillaume Faye desarrolló la propuesta del arqueofuturismo con variados elementos que constituyen la defensa del poder creador humano y la transformación de las sociedades sin negar la tecnología progresiva y valorando la propia cultura e identidad, la cual incluso puede ser representación de las mejores virtudes de un pueblo.

Este pensador ha criticado el tradicionalismo conservador, argumentando que es la contraparte del idealismo positivo progresista (esperanza del devenir), porque sería un pesimismo irritante contra todo lo que signifique progreso (desesperanza negativa y derrotista).

También debe tenerse en cuenta que existen culturas donde ni siquiera el tiempo se entiende como: “pasado, presente y futuro”, sino por ejemplo, la noción de vivir en un presente eterno. Esto podremos comprenderlo más a fondo en la obra de Heidegger; “Ser y tiempo”, la que abordaremos más adelante.

La posmodernidad anti-moderna

La posmodernidad se entiende básicamente como una superación de la modernidad o como una etapa histórica posterior. Cuando no se entiende la modernidad, menos aún la posmodernidad. Para muchos la posmodernidad suele ser una radicalización total y profunda del liberal-capitalismo hegemónico mundial, en un mundo híper-conectado donde las fronteras tienden a diluirse, existe una moneda universal, domina el virtualismo realista donde incluso el dinero puede ser electrónico y una agudización del individualismo extremo. Los liberales más confesos no están conformes con la modernidad por tanto anhelan la radicalización de la modernidad (desarticulación de toda orgánica pública y libertad extrema para el individuo y sus identidades). Pero esta sería la versión ultra-liberal de la posmodernidad. ¿Existe una competencia posmoderna anti-liberal? Sin duda que sí. El mismo filósofo Alexander Dugin nos dijo en una entrevista para Chile que: “Somos más posmodernos que los posmodernos”, haciendo alusión a que la multipolaridad es un competidor universalmente contrapuesto a la posmodernidad global del liberalismo. La modernidad americana según Bolívar Echeverría

Teniendo presente los puntos antes mencionados, parecería irrisorio ser latinoamericano y pretender calcar posiciones respecto de la modernidad sin hacer ni la más mínima distinción con la propia realidad material-existencial en la que se vive. Dijimos que en nuestro continente, ni siquiera ha existido una revolución industrial. De ahí que el pensador Bolívar Echeverría comprenda que la modernidad occidental ya está delimitada en aspectos políticos, culturales, sociales y económicos, mientras que la realidad de nuestro continente es diferente, viviendo una especie de modernidad inacabada, sin límites determinados con todo un futuro de posibilidades. A esto se refería el profesor Dugin cuando mencionó que nuestra América es el continente del futuro [7].

Entendamos por ejemplo el disparate continental que sería autodefinirse como reaccionario y considerarse anti-moderno. ¿Qué edad antigua dorada se reivindica en esa posición? ¿Los imperios prehispánicos y el trueque tribal? ¿Sacrificios humanos religiosos? ¿La Hacienda colonial y el sistema de inquilinos y peones? ¿El clericalismo católico social? ¿La reivindicación política esquizofrénica del extinto imperio español? Como vemos, una antimodernidad mecánica conlleva a una locura infructífera que no logra delimitarse ni definirse.

“La crítica de la modernidad y la crítica del capitalismo son una sola y la misma (…) Por modernidad habría que entender el carácter peculiar de una forma histórica de totalización civilizatoria de la vida humana. Por capitalismo, una forma o modo de reproducción de la vida económica del ser humano: una manera de llevar a cabo aquel conjunto de sus actividades que está dedicado directa y preferentemente a la producción, circulación y consumo de los bienes producidos. Entre modernidad y capitalismo existen las relaciones que son propias entre una totalización completa e independiente y una parte de ella, dependiente suya, pero en condiciones de imponerle un sesgo especial a su trabajo de totalización”. Bolívar Echeverría (2011).

Dussel y el arma de la filosofía alemana en nuestra América

Dentro de las izquierdas se popularizó el concepto de eurocentrismo, para criticar el colonialismo cultural latente en continentes no europeos, lo que comprendería todas las cuestiones desde una lógica “eurocéntrica”. Se podría considerar el anti-eurocentrismo como una especie de anti-occidentalismo. Aquí se deben hacer ciertas distinciones que por desgracia no suelen realizarse:

1-El Anti-occidentalismo puede nacer sin duda desde el occidente mismo (lo que sería una respuesta dialéctica) y no necesariamente dentro de una sociedad externa.

2-La filosofía occidental (al menos que tiene raíces en la Antigua Grecia) representa una vocación universal (como el arte), un patrimonio de la humanidad y no es una cuestión que se pueda desechar o despreciar. La filosofía sería sinónimo de pensamiento lógico y por tanto, una herramienta para cuestionar y comprender variadas aristas incluyendo la propia realidad existencial. Todos los humanos tenemos la capacidad inherente de practicar y trabajar el pensamiento lógico. ¿Pueden haber filosofías occidentales útiles para la comprensión latinoamericana? Sin duda, y eso afirma Dussel.

“Los filósofos no se dan cuenta que si no hablan desde aquí, desde América latina, no son filósofos, son meros comentaristas. Yo partí de América latina y desde ahí abrí mi horizonte. La filosofía alemana me sirve, pero me sirve para pensar lo que me rodea, lo real y de ahí partir a todo el mundo. Mi proyecto de Ética de la liberación empezó como una filosofía latinoamericana pero conforme se abrieron más horizontes se volvió mundial… cuando la filosofía europea habla de la revolución francesa como acontecimiento, nosotros tenemos que hablar de la revolución de independencia de 1810 como acontecimiento. Darle a lo nuestro la dignidad universal que tiene y no pensar sólo en la revolución francesa como la revolución universal. La revolución mexicana es tan universal como la francesa y no un mero hecho folclórico. Esos esquemas tienen que romperse.” (Dussel, 2009) [8]

Justamente dentro de la filosofía alemana nos encontramos con dos titánicas filosofías que no se mezclan ni menos depende una de la otra, porque cada una se basta a sí misma dentro de su propia orgánica articulada. Me refiero al marxismo y la Ontología de Heidegger. Ambas nacen dentro de este marco global denominado como modernidad. Aportaciones del materialismo dialéctico y del existencialismo heideggeriano para una comprensión de la modernidad en nuestra América

En párrafos anteriores ofrecimos algunas luces que explican como el materialismo comprende la historia. Las propuestas investigativas que abordan nuestra historia logran identificar una marcada contradicción de clases sociales en nuestra América. Cabe indicar que las élites oligárquicas dominantes que conservan su poder hasta nuestros días no son industriales sino mercantiles, por tanto no existe en este continente una revolución industrial. Intelectuales como el Profesor Gabriel Salazar o el desarrollista Celso Furtado, defienden que se supere el decadente modelo económico subdesarrollado extractivista y rentista por uno industrial-desarrollista, proteccionista y que genere capacidad de poder competir con las potencias mundiales para escudar nuestras riquezas. En esta dialéctica marxista, el perfeccionamiento de la producción industrial trae consigo el perfeccionamiento de la organización obrera por medio de la conciencia de clase. Esa conciencia de clases conlleva a la organización mediante el partido revolucionario y la lucha contra la clase dominante.

Por otra parte, el existencialismo heideggeriano nos devuelve a la clásica pregunta filosófica del Ser, y mejor dicho del Dasein [9], Ser-ahí. Esto significa estar arrojado sobre el mundo, eyectado en la realidad. Para aterrizar esto, el pensador heideggeriano argentino José Pablo Feinmann nos habló del fenómeno ejemplar de ser hijo no reconocido (suceso común en el continente), existe aquí la rotura de una tradición, de un linaje, de un pasado, de un apellido ¿Y qué pasa con el sujeto guacho? Este debe recrearse a sí mismo contra la hostilidad de un mundo que no le reconoce del todo. Esta recreación conlleva a Ser-original, es decir, un destino que también carga el continente, dejando de pretender ser el hijo no reconocido de un continente ajeno, un continente que ya no es aquí. En resumidas cuentas, debemos observar la realidad existencial, nuestra realidad, y desde ahí entender la necesidad de transformar sin recurrir torpemente a planteamientos contrarios o irreales de nuestra existencia.

Pero el Ser no se puede estudiar sin el “tiempo”. Evitando caer en un decálogo existencialista complejo, diremos que así como el Ser-ahí es pluriversal (la realidad nunca es similar en todas las latitudes), cada cultura tiene su propio tiempo y puede afirmar su propio tiempo, su propio pasado, su propio futuro o su eterno presente de Ser. Esto se contrapone en extremo con el dogma universalista de la modernidad occidental, donde todos deben adecuarse en totalidad al progreso global (universalismo, globalización, existencia inauténtica).

Aparte de lo que hemos tratado sobre modernidad, podemos afirmar que no estamos contentos con la configuración imperialista actual del mundo, porque creemos en la soberanía de los pueblos, la pluriversalidad, el entendimiento y la comprensión de la diversidad humana, en el comunitarismo por sobre el individualismo y el vitalismo (realidad radical) sobre el virtualismo y las simulaciones.

El esquema de lucha continental dentro de nuestra época quedaría así:

1-Contra la imposición de ser una aldea global, la libertad de ser pueblos soberanos

2-Contra las oligarquías localistas, el ejercicio auténtico de la soberanía popular

3-Contra el subdesarrollo mercantil, la revolución nacional industrial tardía pudiendo competir en el plano internacional.

4-Contra el individualismo, el comunitarismo organizativo

5-Contra la vil cultura del eterno usuario-consumidor, la cultura de la acción transformadora, el vitalismo, el movimiento.

6-Contra todo lastre material o doctrinal que defienda en mayor o menor medida la conservación del imperialismo y la permanencia de los enemigos de la patria, la lucha total.

7-Contra el capitalismo depredador de los ecosistemas, una ecología planificada.

Conclusiones: Aterrizar

La modernidad no posee una etimología dogmática, pero sirve para entender el esbozo de la realidad local y la realidad global cuando desentrañamos las características que distinguen el momento histórico. Podemos verificar cuanto nos afecta y qué podemos hacer.

Con este escrito presente exponemos bases y las luces para verificar que es irrisorio considerar una moralina de antimodernidad irreflexiva solo porque alguien lo dijo, o peor, replicando con exactitud una teoría ajena dentro de la propia realidad continente. Las teorías, las filosofías, no están hechas para que nosotros nos adecuemos a ellas, por el contrario, son herramientas que nosotros acomodamos para visualizar con la mayor exactitud posible nuestra propia realidad, nuestra historia, nuestras problemáticas culturales, nuestros conflictos sociales, nuestra idiosincrasia, etcétera. Las filosofías son herramientas y no dogmáticas confesionales de exportación mecánica. No basta con replicar, hay que crear.

El neoliberalismo sudamericano y sus promesas de desarrollo (que nunca llegan) resulta una diáspora del imperialismo occidental, cuyos designios convienen para que nuestros países deban tener el rol de miserables exportadores. Esto representa un problema grave para quienes sostenemos una posición patriótica y soberana de la emancipación de los pueblos y su lucha por una existencia justa, disminuyendo la pobreza e incrementando los niveles educativos y estándares de salud de la población, según nosotros lo determinemos.

Las ideologías teóricas son el resultado de una realidad pues responden a problemas atingentes y proponen soluciones (con más o menos aciertos) con el objeto de modificar aquella realidad, cambiar la existencia. No es la ideología por sí misma un motor de transformación de la realidad (praxis) puesto que una ideología débil o irracional no impactará en el mundo, a diferencia de una teoría revolucionaria con capacidad metodológica para accionar interpretando correctamente el fenómeno de ser. No hay diferencia entre teoría y praxis, no son conceptos distintos. Sin teoría revolucionaria toda acción en el mundo es un hecho, un acto simple, esto porque la teoría revolucionaria es la primera fase de la praxis.

Notas

[1] Las posiciones idealistas de la modernidad, suelen definirla como una Edad oscura, Edad de hierro, de la que posteriormente debería advenir el retorno de una Edad de oro. Representa una especie de concepto cíclico de la temporalidad. En cambio otras posiciones de corte materialista, conciben a la época como un resultado del mundo que configuran las clases dominantes del momento, por tanto, no habría una historia morfológicamente cíclica sino dialéctica. También existen visiones que entremezclan o tratan de unificar ambas teorías.

[2] El estudio del Dios creador deja de ser el centro de gravedad del pensamiento y se comienza a colocar al hombre como centro del pensar.

[3] El estamento o clase de la nobleza europea se considera un vestigio de la sociedad tradicional. Los nobles o notables se distinguían por sus títulos hereditarios (el hijo de un noble también era noble), su reconocimiento social, sus derechos especiales sobre la plebe. Había nobles nuevos y otros que descendían en genealogía incluso desde tiempos romanos. Los burgueses en cambio no tenían linajes distinguidos, pero por medio de la acumulación de riquezas fueron incrementando sus influencias.

[4] Del libro “Los orígenes del totalitarismo” de la misma autora.

[5] Évola fue un crítico del fascismo y de todo movimiento popular. De ahí que sea considerado un antifascista de derecha.

[6] El filósofo Alexander Dugin, clasifica con detalle estas distinciones en su famoso libro: “La Cuarta Teoría Política”:

[7] Entrevista de PraxisPatria al Profesor Alexander Dugin en el canal de YouTube Círculo Patriótico Chile.

[8] Entrevista a Enrique Dussel en el año 2009 publicada en https://www.filosofia.mx/entrevista-a-enrique-dussel/

[9] Concepto del filósofo alemán Martín Heidegger.

Bibliografía:

-ARENDT H (2006) Los orígenes del Totalitarismo. Editorial Alianza

-BOLÍVAR ECHEVERRÍA (2011) Crítica de la modernidad capitalista. Antología

-DUGIN A (2023) La Cuarta Teoría Política. Ediciones Herética

-FAYE G (2010) El arqueofuturismo. Ediciones Titania

-FEINMANN J (2018) Una filosofía para América Latina. Editorial Planeta

-HEIDEGGER M (2018) Ser y Tiempo. Editorial Universitaria

-HUIZINGA J (2001) El otoño de la edad media. Editorial Alianza

-ONTIVEROS J (Julius Évola y la crítica al fascismo). Artículos de Metapolítica