Hoy se conmemora el natalicio del Prócer Bernardo O’Higgins y queremos exponer una breve columna que expresa sus ideas políticas y su profundo patriotismo enfocando nuestra atención en su exilio. Afortunadamente el abundante epistolario de Bernardo O’Higgins, nos permite adentrarnos en sus concepciones e interpretaciones de los hechos de su tiempo.
Se ha lanzado lodo radiactivo sobre la figura de Bernardo O’Higgins desde varias posturas. Ciertos sectores de la derecha reaccionaria conciben a O’Higgins como un autoritario militar en "sentido positivo" (baluarte del orden) y sectores de la izquierda también interpretan a esta figura en sentido negativo (baluarte de la tiranía). Algunas posiciones más conspirativas y descabelladas lo relacionan a la masonería y supuestas maquinaciones, asesinatos a encargo sin mayor peso histórico en cuanto a pruebas se refiere (mitología e historietas de poca monta).
Lo cierto es que entre las luces y sombras que rodean al personaje, O’Higgins manifestó siempre una fuerte convicción republicana donde el pueblo construyese la nación sin existencia de grupos privilegiados. Salvador Allende conocía la importancia del personaje y dijo: “O’Higgins fue el pueblo hecho patria y el pueblo hecho historia” [1]
Aquí por ejemplo, una breve comparativa entre el Reglamento constitucional de Carrera que admitía el dominio de España y la Constitución de O’Higgins, que exponía la independencia final de Chile y la soberanía popular:
Reglamento constitucional 1812 promulgado por José Miguel Carrera [2]:
Artículo 3: (Chile) Su Rey es Fernando VII, que aceptará nuestra Constitución en el modo mismo que la de la Península. A su nombre gobernará la Junta Superior Gubernativa establecida en la capital, estando a su cargo el régimen interior y las relaciones exteriores. Tendrá en cuerpo el tratamiento de Excelencia, y sus miembros el de los demás ciudadanos (...).
Constitución de 1822 promulgada por Bernardo O'Higgins [3]:
Artículo Primero. La Nación Chilena es la unión de todos los chilenos: en ella reside esencialmente la soberanía, cuyo ejercicio delega conforme a esta Constitución.
Artículo 2. La nación chilena es libre e independiente de la monarquía española y de cualquiera otra potencia extranjera. Pertenecerá sólo a sí misma, y jamás a ninguna persona o familia.
O’Higgins además siempre manifestó admiración y respeto por el pueblo mapuche considerándose él mismo un descendiente de Arauco. Era amigo de grandes próceres e intelectuales de la época. Tenía una gran disciplina militar y sabía en que momento ser subalterno en las batallas por un fin superior al individuo (personalidad totalmente distante del caudillismo que se le atribuye).
O’Higgins sacrificó su fortuna, su salud y su prestigio en la guerra por la independencia. Sobrevivió en Lima dedicándose a la agricultura y vendiendo sus productos desde una ventana en su casa ubicada en pleno casco histórico de la ciudad. Cuando estalló la Guerra contra la Confederación Perú-boliviana quiso ser mediador para evitar derramamiento innecesario de sangre. Esta guerra no solo podía desangrar las políticas y economías de las naciones involucradas, sino debilitar todo el proyecto continental por el cual se peleó durante la independencia. Sabía que el poder político de Chile había sido tomado por la oligarquía mercantil, un enemigo que incluso llegó a considerar más peligroso que la inquisición española.
Sobre su estancia en Perú, donde fue recibido como héroe porque era considerado un gran libertador infalible, el Prócer dice:
“Por la independencia de América sacrifiqué en Chile, mi patria, mis mejores años, mi salud y mis bienes; pero debo a la generosidad del Perú una vida tranquila y no mendigar mi subsistencia y la de mi familia” [4]
En una carta que le escribe a su amigo John Doyle dice desde el exilio:
“He sacrificado mi fortuna y mi salud; soporté sufrimientos de graves dolencias y heridas mal cuidadas. Emprendí una guerra abierta e interminable contra la deshonestidad del enemigo, mucho más peligrosa que la Armada y la Inquisición española, pues a éstos se los derrota o se les escapa, pero me quiebra pensar que he sido pasto de calumnias e infamias que no he podido evitar, ya que nadie se ha dado cuenta de los sacrificios que he hecho. Todo esto, sin embargo, se disiparía si tuviese la alegría de ver en los campos de mi patria el progreso avanzado de los hijos de la tierra de mis antepasados” [5]
O’Higgins concebía a la oligarquía mercantil, a los Portales y compañía entre otros, como sujetos que se adueñaron de Chile y que ni siquiera habiendo peleado en las guerras de independencia, se apropiaron de todo y encima, no le permitían retornar a su adorada patria.
Le prócer le escribió al General San Martín sobre los usurpadores:
“No admiro tanto el tesón con que la facción, la ambición y la demagogia nos permite sin cesar, como la inaudita ingratitud de casi todos aquellos que, además de sacarlos del afrentoso yugo español, deben nuestros sacrificios y a nuestros extraordinarios esfuerzos una existencia y dicha que gozan, sin permitirnos ni siquiera el reposo debido a nuestro carácter y a nuestra benevolencia (…) Qué ciudadano animoso y magnánimo querrá ejercer su benevolencia en servir a la Patria, cuando en nuestro ejemplo temerá, con razón, que el pago de su generosidad sea la misma negra ingratitud e implacable odio” [6]
Sobre la guerra contra la confederación, el monopolista del estaco Diego Portales mostraba abiertamente sus intereses económicos e intención de llamar a la guerra bajo cualquier circunstancia:
“Hemos puesto los azúcares peruanos 3 pesos en arroba, resolución que puede muy bien arrancar o mover al Gobierno peruano a tomar la medida de gravar por ejemplo con un 20% las mercaderías que se internasen en sus puertos después de haber pasado por el de Valparaíso, y he de aquí un paso que destruiría nuestros almacenes de depósito y nuestro comercio, y entonces no habría otro recurso que volver atrás con la más vergonzosa degradación, y liberarles los azúcares de todo derecho si así lo querían los peruanos o irnos sobre ellos con un ejército” [7]
O’Higgins continuaba explicando la peligrosa e irresponsable actitud de la casta comercial chilena, llegando al punto de la denostación, enrostrándoles el jamás haber derramado sangre por la libertad de Chile:
“No haría estas observaciones si no estuviera plenamente convencido del desprecio con que son mirados esos escritores aviesos, que no habiendo derramado su sudor o su sangre ni agotado sus tesoros por la causa común de América, tan despiadadamente se empeñan en deshonrarla en sus héroes, que son columnas las más fuertes de sus estados” [8]
Se puede observar en el Prócer Bernardo O’Higgins, un constante intento de evitar cualquiera guerra por sus terribles impactos sobre la estabilidad de la política del continente. También se observa una incisiva denuncia contra la casta de comerciantes que se han apoderado de Chile y no obstante, un profundo amor a la patria pese al exilio, una intención invencible de retornar algún día. Aquello nunca ocurrió, pero O’Higgins y su espada hoy están presentes en todos aquellos que anhelan devolverle a la república su verdadero significado; la voluntad total del pueblo soberano y la destrucción de la oligarquía. La independencia definitiva de nuestra América.
O’Higgins ha intentado ser arrebatado por la oligarquía, pero siempre fue una figura política en defensa del pueblo soberano, latinoamericanista, patriota, denunciante de la clase mercantil chilena, enemigo de los títulos de nobleza, los mayorazgos.
NOTAS
[1] Discurso de Salvador Allende en el 195 aniversario del Natalicio de Bernardo O’Higgins.
[2] Reglamento de 1812 promulgado por José Miguel Carrera
[3] Constitución Política de 1822 promulgada por Bernardo O’Higgins
[4] O´Phelan, Scarlett. 2010. Bernardo O´Higgins y sus estancias en el Perú, Lima, Fondo Editorial del Congreso del Perú, pp. 85 y 86
[5] Carta de Bernardo O´Higgins a John Doyle, Lima, 1 de agosto de 1826. Archivo de don Bernardo O´Higgins, XXXII, 381-384. O´Higgins. 2011, Cartas de O´Higgins, Tomo I, p. 234.
[6] Carta de Bernardo O´Higgins a José de San Martín, Montalván, 16 de agosto de 1828. Epistolario, II, 108-111. O´Higgins. 2011, Cartas de O´Higgins, Tomo III, p. 183.
[7] 16 Carta de Diego Portales a Antonio Garfias, Valparaíso, agosto 30 de 1832, N° 280, en Epistolario de Diego Portales, edición de Carmen Fariña, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2007, Tomos I y II, p. 316.
[8] Carta de Bernardo O ́Higgins a José Joaquín Prieto, Lima, 20 de octubre de 1832. Epistolario, II, 17, 171- 173. Archivo de don Bernardo O ́Higgins, XXXII, 107-109, Cartas de O ́Higgins..., op. cit., Tomo II, p. 292.