Nada de preámbulos pomposos y mejor vayamos directo al grano: La izquierda liberal hegemónica chilena, aquella que ha hecho todo lo posible por alejarse de sus raíces históricas ligadas a los movimientos obreros, y que fue de las primeras en apoyar sutilmente la gentrificación de la sociedad, más sin “el pueblo”, ha sido una fábrica de derrotas continuas, una tras otra desde el primer plebiscito constitucional de salida, que definía el apruebo o rechazo de la nueva constitución. Ese fue el inicio de un posible acabose de esta izquierda de baja colorida zurda que podría, esperando equivocarme, afectar a todos los sectores políticos contemporáneos que de verdad trabajan por transformaciones totales y profundas en el largo plazo.
Los pactos por debajo de la mesa con una oposición que se desdibuja en la práctica, al punto de no saber con certeza, sobre todo desde la mirada del ciudadano común, qué es realmente la derecha y la izquierda en la política parlamentaria nacional. Lo único que queda claro en el chileno común y corriente, es que la derecha “más asumida”, propone mano dura en materias de seguridad, formando uno de los pilares esenciales de las preocupaciones nacionales más urgentes.
Como se ha declarado anteriormente dentro de la esfera de la izquierda revolucionaria: todo intento de reforma hecha de parte de la izquierda que juega activamente dentro del sistema de libre mercado, es una puerta de entrada y con alfombra roja para que la derecha liberal más conservadora escriba un nuevo borrador constitucional gracias al voto de una mayoría de chilenos que casi sin manifestarse en las calles se pronunció como una mayoría silenciosa. Dicho y hecho.
Las lecciones que nos han dejado los acontecimientos de estos últimos años las hemos aprendido un poco tarde. Nos hemos empeñado tanto en “no hacerle el juego a la derecha” de todas las maneras posibles mirándonos al ombligo, olvidando un sector que ahora la derecha “dura” ha ido captando mediante el internet a través de youtubers de derecha de no pocos suscriptores y audiencia, y asimismo celebridades que, a modo de reacción contra la izquierda del sistema, se han convertido en rockstars como una posible esperanza de cambio no sólo desde lo económico, sino asimismo desde la denominada batalla cultural contra la izquierda liberal dentro de gran parte de América Latina.
Haciendo muy brevemente un poco de historia y con ayuda del libro ¿La rebeldía se volvió de derecha? (2022) del Doctor en historia por la Universidad de Buenos Aires Pablo Stefanoni, nos embarcaremos en conocer cómo se dio el inicio de la derecha como herramienta de rebeldía para jóvenes y no tan jóvenes, sorprendentemente no todos de clases altas como uno se haría esperar, como dictan los prejuicios y estereotipos (surgiendo asimismo el clasista concepto del facho pobre), cuyas personas que han logrado identificarse como tal, hastiados de la izquierda hegemónica-liberal y que han encontrado en la llamada Alt-Right o derecha alternativa, un nicho para hacer contracultura desde el internet, sin necesidad de salir a la calle, han sabido influir en la cultura pop de buena parte de Occidente, que a su vez han sido influidos por personajes varios de esta nueva derecha que se muestra hábilmente como jovial y anti-sistema. A pesar de que el autor del libro en cuestión es argentino, dentro de su texto se han podido encontrar muchos paralelismos con el proceso del crecimiento de la Alt-Right con características chilenas.
El inicio de la inmersión de bastantes jóvenes en esta derecha manifestada de manera más rebelde y antisistema, se inició casi de inmediato con la promoción del exdiputado por la Unión Demócrata Independiente (UDI) José Antonio Kast, ahora líder del Partido Republicano (nombre directamente tomado del Partido Republicano de los EE. UU.), para ser candidato presidencial, prometiendo combatir inicialmente la inmigración descontrolada que se estaba gestando desde el año 2015, idea a la que eventualmente se le fueron añadiendo conceptos como los de batalla cultural (Una especie de lectura gramsciana desde la derecha), ya mencionada anteriormente, y el marxismo cultural, idea conspirativa de la que si bien se venía hablando de manera reciente desde 1992 con el texto New Dark Age: The Frankfurt School and 'Political Correctness, de Michael Minnicino, no fue hasta mediados del año 2010 que fue mayormente ampliado de mano de sectores neonazis y supremacistas blancos siendo un ejemplo de varios David Duke.
Según Stefanoni (2022), la Alt-Right se define como:
“Conjunto heterogéneo de corrientes de extrema derecha situadas fuera del conservadurismo convencional. En general asociada al nacionalismo blanco y, en algunas ocasiones, a posiciones antisemitas e incluso filonazis, la alt-right tiene un discurso antiestablishment, es irreverente y muy activa en internet. El término comenzó a utilizarse de manera más extendida durante las campañas de Donald Trump en 2015 y 2016, quien recibió el apoyo de este tipo de grupos. Se lo suele asocia con el supremacista blanco Richard Spencer. En 2016, Hillary Clinton le dio publicidad: en un discurso se campaña que Trump no representaba “el republicanismo tal como lo conocemos”, sino “una ideología racista emergente conocida como alt-right” (pp. 197)”
Una vez llegando la Alt-Right a Chile por efecto dominó tras la elección de Trump en 2017, año que coincidió con la máxima puesta en escena de Kast como candidato presidencial, algunas redes sociales conocidas entre los internautas más asiduos como 4Chan, en su sección /pol/, contribuyeron a declarar a Kast como una especie de “Trump chileno”, situación que dio como consecuencia sorprendentemente inmediata el surgimiento de youtubers políticamente afines a la derecha alternativa, algunos de ellos con tendencias neonazis o hijos del neonazismo; otros, con ideas liberales conservadoras clásicas pero desmarcadas de la “centroderecha”, y por último, los menos, con ideas libertarias anarco-capitalistas, sin el más mínimo ápice de conservadurismo convencional (declarado así por ellos mismos discursivamente).
Stefanoni (2022) nos entrega la siguiente definición de 4Chan:
“Tablón de imágenes de internet creado en 2003 por Christopher Poole, originalmente vinculado al manga (cómics japoneses). Es un foro, dividido en canales temáticos, en el que cada usuario sube una foto con un comentario y a partir de ahí se forma un thread [hilo]. Es anónimo y el contenido se archiva después de un tiempo. Fue definido como una fábrica de memes. Se fue volviendo un espacio de intervención para la extrema derecha y un vehículo para diversas formas de ciberacoso. Los participantes del canal /pol/, sobre “incorrección política, tuvieron un papel activo en la campaña de Donald Trump en 2016 (pp. 197)”.
Las ideas heterogéneas de la Alt-Right chilena, muy confrontacionales entre sí, presentan la característica de que pueden ser “omitidas” o “suspendidas” temporalmente cuando se trata de unión, a veces muy a regañadientes, cuando la meta es hacer proyectos políticos en común o apoyar a candidatos como Kast , o bien para salir a las calles de manera breve y escueta como lo hizo la famosa “La Vanguardia” como oposición y reacción a la “Primera Línea” dentro del contexto del estallido social de octubre de 2019, con la diferencia de que “La Vanguardia”, se hallaba literalmente escoltada por la fuerza pública estatal.
Asimismo no debemos dejar de analizar la constante propaganda y noticias, sean verdaderas o falsas, de esta derecha, sobre todo en plataformas como YouTube, donde son muy activos y desde los últimos acontecimientos acaecidos en Chile se han mantenido más constantes que nunca sumando nuevas voluntades ya bastante confundidas con la actual situación y que, sumado con la nostalgia del “Chile de antes”, se suman al discurso de orden, seguridad y patria que entrega el conglomerado en cuestión, a diferencia de la izquierda liberal, enfocada a más no poder en el discurso del “respeto a los derechos humanos”, al discurso moral-buenista de “nadie es ilegal”. Transgredir este moralismo que no convence a las mayorías populares es caldo de cultivo para el surgimiento de una “rebeldía” de lo que se denomina sentido común. Esto puede tomar aún más vuelo, cuando se difunde la posverdad de élites siniestras que promueven la “deconstrucción”.
Para recapitular, toda esta situación que se gesta desde hace aproximadamente una década, desde inicios de 2010 en adelante ya con la llegada masiva del internet entre los jóvenes chilenos; y asimismo, con la aparición de una juventud nativa digital, muchos de ellos provenientes de sectores socioeconómicos bajos, que viéndose ellos mismos incapaces de solucionar los problemas crónicos que nos atañan como país y viéndose decepcionados por una izquierda que se supone los debería representar, termina abandonando las banderas de la lucha obrera y justicia social significativa para los barrios más marginales, en su falta de conocimiento de política tanto en la teoría como la praxis (aunque algunos son también desertores de partidos de izquierda), se ven atraídos por las ideas de una derecha no renovada, sino reestructurada a partir de algunas viejas bases ideológicas y con las nuevas maneras de expresar su contenido a través de redes sociales como Facebook y 4Chan, y plataformas de videos como YouTube.
Debemos ser duros contra el enemigo, eso no se discute, pero, ¿Qué hay de ser durísimos contra nosotros mismos como conglomerado? Debemos hacernos esa pregunta y dejarla para largas reflexiones pues ya no son los tiempos de decir simplonamente que “la derecha miente”. Y si ha mentido (que lo ha hecho), ¿Qué hemos hecho nosotros de manera masiva para contrarrestar esas mentiras? ¿Hemos sabido actuar en internet como la derecha reaccionaria y libertaria actual para captar jóvenes? Y hablamos de jóvenes que podrían estar en la izquierda hegemónica, pero esta lisa y llanamente les ha fallado y en ciertas ocasiones muestra su infantil desprecio contra ellos cuando no les votan.
BIBLIOGRAFÍA
-STEFANONI PABLO, "La Rebeldía se volvió de derecha", Editorial Siglo Veintiuno, Buenos Aires, edición 2022.