Por Piero Vásquez

Hubo quien una vez dijo que el ahora presidente Gabriel Boric “lo va a cambiar todo”, mas lo cierto es que su cambio fue toda una parafernalia externa que cayó en gatopardismo descarado, es decir, se hizo de todo para quedar en nada, no solucionando hasta ahora lo prometido en campaña ni cumpliendo demandas que él mismo apoyó alguna vez durante el estallido social.

Podemos achacarle muchos males y ciertamente fue “mucha carne para tan poco gato”, más aun considerando que Boric se ha caracterizado con creces por cambiar de parecer una y otra vez según conviene. Es como dice el dicho: “Si no te gustan mis principios, pues tengo otros”. Un comerciante de la política y se debe reconocer que es hábil comerciando y pactando con los sectores de derecha a fin de avanzar en políticas de dudoso beneficio público.

Más allá de toda caricatura e insultos emitidos por sectores de (ultra)derecha contra el actual Presidente de la República, siendo objetivos en el juicio, hemos de decir que, además de lo emitido anteriormente en esta publicación, Boric representan a la llamada izquierda del sistema, que no tiene nada que ver con la izquierda patriótica y revolucionaria. Esto último se hace sumamente notorio cuando comparamos el pasado de un Boric activista y disruptivo de hace un par de años, con el Boric domesticado y temeroso que todos conocemos hoy en día.

El mero hecho de ya pertenecer a la izquierda del sistema, significa que solo habrán reformas, pero nada siquiera cercano a una revolución o transformación estructural de fondo. Por eso, es que no tiene problemas en homenajear a Patricio Aylwin, quien a inicios de la década de los setenta fue de los que exigió el Golpe de Estado de 1973 con una estatua en La Moneda. De hecho, la izquierda del sistema neoliberal capitalista que nos rige hoy en día, tiende a hacer muchos, muchísimos pactos con quienes consideran sus “enemigos”, para dar salida política continua a muchos proyectos en mente de parte de dicho sector. La guinda de la torta que se ha sido el reciente pacto del gobierno con sectores opositores para la creación de una convención constitucional mixta, bajo el argumento de que “es preferible tener un acuerdo imperfecto que no tener acuerdo”, considerando que para el plebiscito de entrada de 2020 las masas trabajadoras se manifestaron a favor de la opción Apruebo - Convención Constitucional (Mixta no). Se repite la tragedia en la cual la constitución vuelve a ser redactada por una camarilla política restringida.

Han pasado casi diez meses desde que asumió el nuevo mando y, tal como sucedió con Piñera, bajo Boric se da la sensación de haber un continuismo insuficiente, unas medidas-parches consideradas no totales para eliminar en lo pronto de males como la desprotección en materia de seguridad ciudadana -ante el aumento de la delincuencia que va de la mano con la llegada masiva de ciudadanos extranjeros sin documentación y con antecedentes penales- (problemática que si no se ataja, puede constituirse en un caldo de cultivo para la reacción) hasta la pronta recesión económica vaticinada para el 2023 en Chile y la inflación adjunta de las cuales debido al poco tiempo de asumido el mandato y por la larga data de las problemáticas, será algo imposible de erradicar, todo esto sumado a la seguidilla de promesas de campañas olímpicamente ignoradas desde que los allegados a Boric entendieron cómo es y en qué consiste la política chilena contemporánea.

¿Quién es Boric entonces?: Es un comerciante de la política, y alguien lo suficientemente amoral como para parecer un doble agente. ¿Cuál es el fin de dar a entender lo que es previsiblemente obvio para muchos? Que el hombre es solo un continuador, un reformista y alguien que no cambiará realmente nada, a no ser que se trate de un cambio muy leve y consensuado totalmente con la derecha golpista por miedo a que todos los sectores se le caigan encima, todo para al final terminar con la clase política más o menos tranquila, pero con toda la ciudadanía popular en su contr