Hace un par de semanas surgió la noticia de la conformación de un nuevo partido político en nuestro país, el nombre de la colectividad es “Demócratas”, liderado por la senadora Ximena Rincón (ex-DC) y cuenta con la presencia de destacados personeros de la Concertación como Matías Walker (ex-DC), Carlos Maldonado (ex-PR) y Jorge Tarud (ex-PPD).
La selección del nombre de este “partido en formación” es curiosa y despierta una serie de cuestionamientos interesantes. En primer lugar, recordando que los líderes de esta colectividad participaron activamente como voces críticas dentro de sus partidos, reticentes a apoyar al actual gobierno y participando activamente por la opción “Rechazo” en el Plebiscito de Salida, es obvia la intención de homologar la naciente colectividad al concepto manoseado de la “Democracia”. En otras palabras, intentan desmarcarse del escenario progresista actual bajo una imagen de “moderación” y “conciliación”, lo cual solo oculta una defensa irrestricta y acrítica del orden neoliberal administrado por la Concertación (1990-2010; 2014-2018) de la cual formaron parte.
En un segundo lugar, la selección del nombre puede evocar al “Partido Demócrata” gringo, luz guía del liberalismo progresista a nivel mundial y símbolo del paso de una izquierda clasista y de vocación popular a la izquierda culturalista e identitaria actual. Además, completaría la asquerosa pantomima de copiar al país del norte. Si teníamos una copia chapucera del “Partido Republicano”, necesitábamos una vil parodia del “Partido Demócrata”. Por último, el apelativo “Demócrata” nos recuerda a la gran cantidad de organizaciones, partidos y movimientos que han utilizado dicho nombre en la historia de nuestra patria. Partidos “Demócratas”, “Democráticos”, algunos con apellidos como “Democrático Nacional”, “Democrático de Chile” o “Democrático del Pueblo” han habido varios en la historia de Chile, pero el que inició todo fue el “Partido Democrático” fundado por Malaquías Concha en 1887 y disuelto en 1941.
El presente escrito intentará dar un breve resumen sobre la influencia y el rol histórico que cumplió este partido durante sus años de existencia.
Un repaso histórico:
El Partido Democrático [1] nace de la unión entre grupos organizados de artesanos y dirigentes obreros y de grupos juveniles y de clase media del Partido Radical, teniendo ambos grupos en común una crítica feroz al orden social, político y económico imperante en el país. Ante la imposibilidad de ambos grupos de presentar candidaturas propias de manera independiente, estos grupos se organizan y deciden levantar un partido propio:
El 7 de noviembre de 1887 se reunieron en la Sociedad Filarmónica de Obreros de Santiago unos setenta obreros, artesanos y jóvenes radicales que aprobaron la moción de Malaquías Concha de fundar un partido popular que dejara el terreno político-religioso en el que se había desarrollado tradicionalmente la política nacional, para centrarse en los problemas político-sociales y económicos tras la reivindicación del proteccionismo (Grez Toso, pág. 28). Así surge el Partido Democrático. Con la proclama de conseguir “la emancipación política, social y económica del pueblo” el programa democrático proponía una democratización real de la política chilena (eliminando el voto censitario y el requisito de renta para ser parlamentario), un programa económico proteccionista, la aplicación de un impuesto progresivo sobre las grandes fortunas, servicios básicos públicos (educación laica y salud) y mejores condiciones de vida y subsistencia para los trabajadores (fin del régimen de fichas para trabajadores mineros, asistencia social para minusválidos y jubilados).
Posterior a su fundación, el Partido se caracterizó por realizar continuas manifestaciones masivas como huelgas y mítines (su primera intervención pública fue en la “Huelga de los Tranvías” de 1888), así como también por mantener una total independencia del juego político oligárquico, tanto del gobierno balmacedista como de la oposición (conservadores, nacionales y radicales).
Estos primeros años de la organización se vieron marcados por la cruenta Guerra Civil de 1891, durante la cual los demócratas intentaron mantener su neutralidad, pero que en la práctica produjo en una fuerte división interna: El Partido Democrático fue destrozado por la contienda. Sus militantes optaron por alguno de los bandos en lucha. Las opciones eran pocas y muy duras; por un lado, el «despotismo presidencial», «nacionalista» e industrialista, de Balmaceda. Por el otro, los sectores más retrógrados de las clases dominantes sostenidos por la Iglesia, cuyos lazos y compromisos con el capital extranjero, en particular con el británico «rey del salitre» John Thomas North, eran bien conocidos, aunque apegados (al menos en apariencias) a la Constitución. (págs. 52-53)
En los años posteriores, el Partido Demócrata oficializaría su ingreso a la política parlamentaria en 1894 con la elección de Ángel Guarello como diputado por Valparaíso. Luego en 1896, los demócratas se integrarían a la Alianza Liberal [2] y apoyarían al presidenciable Vicente Reyes Palazuelos. Esta decisión a larga significó el descontento y desafección de grupos más consecuentes con la idea de un partido obrero independiente. Entre las escisiones más notorias encontramos al “Centro Social Obrero” fundado en 1896 (de tendencia ácrata), al Partido Obrero Francisco Bilbao de 1898 (que ya esbozaba un incipiente socialismo) y el Partido Obrero Socialista fundado por Luis Emilio Recabarren en 1912, antecesor directo del Partido Comunista de Chile. A pesar de los fraccionamientos y el continuo auge de popularidad del partido de Recabarren en el Norte Grande, el Partido Democrático se mantuvo como el principal referente político de los trabajadores chilenos por algunos años (pág. 299).
Fue en el turbulento gobierno de Juan Luis Sanfuentes, epítome del inestable y oligárquico “parlamentarismo a la chilena”, donde los demócratas alcanzarían puestos ministeriales por vez primera [3]. Malaquías Concha, Ángel Guarello y Manuel O´Ryan ocuparían de manera intermitente el Ministerio de Industrias, Obras Públicas y Ferrocarriles y el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública. La compatibilidad entre política institucional y movilización colectiva demostraba ser efectiva, con esto: “El Partido Democrático había dejado de ser un mero canal de expresión del descontento social, para convertirse en un engranaje del sistema político y de la administración del Estado, sin abandonar su ethos reformista fundacional” (pág. 350).
Para la elección de 1920, se enfrentaron al liberal Arturo Alessandri Palma y al liberal Luis Barros Borgoño. Esta elección tuvo un carácter peculiar debido a la claridad de los intereses sociales representados por ambas candidaturas:
Aunque ambos candidatos eran liberales, el tono de sus discursos, el estilo de sus campañas y las fuerzas sociales que marcharon detrás de ellos hicieron gala de un profundo antagonismo. El grueso de la oligarquía parlamentaria cerró filas detrás de Barros Borgoño, estandarte de las fuerzas de conservación social. Alessandri, por su parte, encarnó la idea del cambio y de la reforma social y política; su verbo de marcado sello populista movió tras sí a las masas populares y a los sectores medios. (págs. 391-392)
En este escenario, los demócratas apoyaron a Alessandri, quien resultó vencedor. El PD ingresó con un nuevo ministro al gobierno (Zenón Fuentealba en la cartera de Obras Públicas, quien tuvo que renunciar por presiones políticas a los pocos meses) y se vio fortalecido en las elecciones municipales y parlamentarias de 1921, consiguiendo 12 diputados, 2 senadores y 243 regidores, conformándose como la cuarta fuerza política del país. Pero, a pesar de estas victorias, los demócratas sufrieron una serie de adversidades que entorpecieron su labor reformista, como pueden ser el bloqueo legislativo de la opositora Unión Nacional, las pugnas internas en el partido y el malestar económico y social que tensionaba las relaciones entre las clases populares y el gobierno. Como bien sabemos, a pesar de los intentos del gobierno reformista de Alessandri, debido al malestar generalizado, se producen en 1924 una serie de pronunciamientos militares que si bien aceleraron la promulgación de una nueva legislación (leyes de presupuesto, aumento de salarios para militares y policías, leyes sociales y un Código del Trabajo), terminaron por poner fin a la “República Parlamentaria” y dieron paso a un nuevo régimen político, de carácter marcadamente presidencialista.
Durante este nuevo periodo, se vería el declive del Partido Demócrata frente a nuevas fuerzas políticas representantes de las clases trabajadoras.
Un claro signo de desgaste de los demócratas corresponde a la designación del candidato sucesor de Alessandri, Emiliano Figueroa Larraín. El Partido Demócrata apoyaría la nominación del viejo y débil representante de la Oligarquía, en contra de sus propias resoluciones de apoyar un candidato representante de los intereses de los “asalariados”:
En el caso del Partido Democrático, la contradicción entre los principios y objetivos proclamados tres meses antes en su Convención de junio y su acción concreta, era evidente: de la alianza preferente con los partidos obreros o «afines» se pasaba, «por patriotismo», a la convergencia con todos los partidos oligarcas y burgueses. (pág. 521) Durante la Dictadura de Ibáñez, el Partido Demócrata correría la misma suerte que todos los partidos políticos, una existencia formal y funcional para el régimen de facto. Participando como la tercera fuerza más grande del “Congreso Termal”, los demócratas contaron con la peculiaridad de ser presididos por el hermano del presidente, Javier Ibáñez del Campo.
Con la caída de Ibáñez se inició un breve pero convulso periodo de reestructuración del sistema de partidos. En este contexto, los demócratas sufrirían varios vaivenes. Para las elecciones de 1931 decidieron apoyar a Arturo Alessandri, quien sería derrotado por Juan Esteban Montero (radical, apoyado por conservadores y liberales unionistas). A pesar de apoyar a un candidato reformista e integrar la llamada “Federación de Izquierda”, los demócratas se moverían paulatinamente a la derecha: “Sin embargo, este partido termino definitivamente por asumir una actitud distante de los partidos avanzados y de acercamiento al partido conservador y al liberal” (León Echaíz, pág. 121).
Con el derrocamiento de Montero y la posterior “Republica Socialista”, los demócratas pasarían a integrar el gobierno de Carlos Dávila, teniendo a Nolasco Cárdenas como miembro de la Junta de Gobierno y Ministro de Tierras y Colonización.
Es en este periodo, en que el Partido Demócrata vería surgir un importante fraccionamiento: La conducta inestable del Partido Demócrata y la tendencia marcadamente derechista de muchos de sus elementos, dio motivo a frecuentes divisiones y luchas que al fin culminaron con la conformación del Partido Democrático, encabezado por Don Juan Pradenas Muñoz. (pág. 126)
Si bien para las elecciones de 1932 ambos partidos apoyarían a Arturo Alessandri (apoyado por todos los grupos Liberales y Radicales), el Partido Democrático abandonaría el gobierno en 1934 (igual que lo haría el Partido Radical) para integrar el opositor Bloc de Izquierda. Los democráticos serían pieza importante en la conformación del Frente Popular que llevaría a la victoria a Pedro Aguirre Cerda en 1938, mientras que los demócratas seguirían aliados a la derecha y apoyarían al candidato Gustavo Ross Santa María. Finalmente, tras un magro resultado electoral en las parlamentarias de 1941, el Partido Demócrata sería absorbido por el Partido Democrático. Reflexión final:
El Partido Democrático constituyó el primer intento de las clases trabajadoras (tanto artesanos como obreros) del país por organizarse y obtener representación política real, siendo además la primera organización en revelar el conflicto social entre los propietarios y los trabajadores, posicionándose decididamente del lado de estos últimos. Los Demócratas, los originales, surgieron como una feroz reacción al orden oligárquico que sometía y despreciaba al pueblo de Chile. Y si bien, con el pasar del tiempo, este partido sería integrado a la maquinaria política de la época para luego desaparecer, no podemos decir que su lucha haya sido en vano. Su éxito se hizo patente en la legislación que pondría fin a la Cuestión Social.
El comportamiento errático y el continuo fraccionalismo de esta colectividad, si bien le jugó en contra en momentos cruciales, fue también el reflejo de las ideas de la época. Los demócratas prometían llevar a cabo las tareas emancipatorias que el liberalismo y el radicalismo dejaron inconclusas, se plantearon en más de una ocasión la dicotomía “reforma o revolución” y finalmente, de su seno surgirían los primeros núcleos socialistas del país. Por último (y el tema que nos trajo hasta acá), su nombre nos evoca el tiempo en que la “Democracia” era un valor desconocido para las inmensas mayorías y por el cual era necesario luchar para hacerlo valer. Hoy en día, la “democracia” se ve tristemente reducida a procesos electorales en un sistema político tenido por poco representativo a los ojos de las mayorías. Los “Demócratas”, los originales, fueron valientes obreros, intelectuales y dirigentes sociales que lucharon abiertamente contra la Oligarquía en favor de las amplias mayorías populares del país. Mientras que los “demócratas” de hoy no son más que unos tristes payasos, oligarcas llorones que se espantan ante la más mínima crítica ante un orden social, político y económico en plena descomposición.
Notas
[1] A pesar de ser fundado bajo el nombre de “Partido Democrático” popularmente se le conoció de manera indistinta como “Partido Demócrata” o por su nombre original.
[2] El Partido Demócrata apoyaría a todos los presidenciables de la Alianza Liberal, excepto en la elección de 1906 donde llevarían un candidato propio, el dirigente sindical Zenón Torrealba Ilabaca.
[3] La influencia de los demócratas se vería reflejada en la tímida legislación social de este periodo, como la Ley 3.170 del Régimen de Indemnizaciones sobre Accidentes del Trabajo.
Referencias:
Grez Toso, S. (2016). El Partido Democrático de Chile: Auge y ocaso de una organización política popular (1887-1927). Santiago de Chile. Lom Ediciones. Recuperado de: https://archive.org/details/el-partido-democratico-de-chile-auge-y-ocaso-de-una-organizacion-politica-popula/page/n3/mode/2up?view=theater
León Echaíz, R. (1971). Evolución Histórica de los Partidos Políticos Chilenos (3era Ed.). Santiago de Chile. Editorial Francisco de Aguirre.