Por Fernando Vidal

La necesidad imperiosa de la formación de un frente popular explícitamente antiliberal, alimentado de las tradiciones latinoamericanas de independencia y soberanía se hace cada vez más patente. Nunca en la historia habíamos estado en un escenario político más idóneo como para sentar las bases y consolidar un movimiento popular que de cabida realmente a las grandes demandas del pueblo, en la forma de un movimiento altamente disciplinado en términos de su orgánica interna y al mismo tiempo con la capacidad de integración suficiente como para apelar a las masas populares, dejando de lado todo atisbo de sectarismo, el cual ha sido uno de los grandes problemas de sectores revolucionarios a la hora de sumar gente a sus respectivos proyectos políticos.

El nombre de Frente Popular en Chile guarda relación con lo ocurrido en la década del 30, cuando el ex Presidente Pedro Aguirre Cerda logró aglutinar en torno a su programa de gobierno a las nacientes fuerzas revolucionarias que se formaron en ese período, entre los cuales estaba el Partido Comunista, el Partido Socialista, el Partido Radical y un gran número de colectivos de izquierda y mapuche, en oposición al bloque conformado por Liberales y Conservadores. Luego en 1969 se conforma la Unidad Popular, conglomerado que agrupó a Comunistas, Socialistas, Radicales, Social Demócratas, MAPU, Izquierda Cristiana, Izquierda Radical y MAPU obrero campesino. Además, contó con la colaboración directa e indirecta de organizaciones entre las cuales destaca el MIR.

Es inevitable estudiar estos movimientos populares a lo largo de la historia, en donde vemos que con el tiempo y bajo el apuro del clima electoral, se conforman bloques que provisoriamente superan sus diferencias, pero que posterior a la conquista del poder, empiezan a fragmentarse hasta perder la representación popular, quedando a merced de las fuerzas reaccionarias.

La historia es conocida. La intervención por parte del Gobierno Federal de Estados Unidos a través de sus direcciones de inteligencia, la infiltración en organizaciones y puestos claves, el sabotaje económico de quienes se pusieron de parte de la reacción y la fragmentación insostenible en medio de la crisis, dieron como resultado el Golpe de Estado de 1973. Así fue como Chile se sumió en la ruina, que fue caldo de cultivo para la dictadora oligárquica neoliberal, que se llevó a cabo de manera total y absoluta desde ese año hasta nuestros días.

Comenzaron las campañas de despolitización de la sociedad por causa de modificación de las estrategias comunicacionales del gobierno, la intervención ideológica en todos los frentes, el terror impuesto por las armas, la introducción de carteles de narcotráfico y el consumo de droga en las poblaciones (principalmente pasta base). Se crea así, una base cultural idónea para consolidar una institucionalidad en donde los ciudadanos se olvidaron de forma gradual de su soberanía política, su clase y su pertenencia a una comunidad para convertirse en un individuo carente de conciencia política y por ende, un mero esclavo del sistema.

A nivel continental la historia no ha sido muy diferente. La conformación de frentes populares ha sido una constante a lo largo de estas décadas, sin embargo, con resultados no semejantes. Tenemos el ejemplo de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, en donde estos frentes no solo se consolidaron de alguna manera, sino que además triunfaron de manera relativamente sostenible en el tiempo.

¿Qué es lo que hace falta para poder unificar intereses tan diversos, sobre todo considerando la baja representación que tienen los partidos políticos y sobre todo la falta de credibilidad que tienen las instituciones?

Desde el punto de vista de la Cuarta Teoría política, lo que tenemos en la actualidad es un mundo que se divide entre fuerzas que tienden al unipolarismo, esto es, la hegemonía del bloque occidental controlado por Estados Unidos, y quienes defienden el multipolarismo, representado por todos aquellos países que no se alinean con la influencia en términos económicos y políticos, sino que siguen su propio plan soberano, es decir que solo existen dos posiciones geopolíticas en el tablero del poder. Al mismo tiempo, entendemos que el Liberalismo sigue permeando tanto en sectores “progresistas” como en también en sectores reaccionarios, lo cual hace aun más complejo para el pueblo dilucidar con qué sector se sienten realmente representados. Es por esta razón, un frente popular actual, con miras a la conquista del poder y la consolidación de un Estado soberano en donde la oligarquía pierda sus núcleos de influencia, debe plantearse como opositora al liberalismo, entendida esta como la base política, ideológica y cultural que sustenta una visión de mundo individualista y promotora de la desintegración del tejido social.

Para lograr este objetivo, se hace necesario no olvidar los intereses de las mayorías trabajadoras, poniéndolas por sobre las luchas sectoriales que, si bien muchas de ellas no se pueden desconocer, forman parte de una batalla macro que abarca numerosas consecuencias. En este sentido, la lucha de clases está más viva que nunca. También es necesario abrirse a la posibilidad de conformar un gran bloque estratégico con los países hermanos latinoamericanos, compartiendo el sentir de los libertadores de américa tales como O´Higgins, San Martin o Simón Bolívar y así conquistar por segunda vez y para siempre nuestra Independencia y Soberanía.

BIBLIOGRAFÍA

-DUGIN ALEXANDER, La Cuarta Teoría Política, Ediciones Nueva República (versión PDF), 2013

-SALAZAR GABRIEL, Construcción de Estado en Chile (1800-1837). Democracia de los "pueblos", militarismo ciudadano. Golpismo oligárquico, Santiago, Editorial Sudamericana, 2006, 550 páginas.