Si bien el individualismo puede definirse de manera simple como la exaltación excesiva del individuo, o como una doctrina donde el individuo es el centro fundamental del todo, lo cierto es que en nuestros tiempos, toda moda, corriente ideológica o doctrina de auto-ayuda o espiritualidad, recurre al dogma del individualismo. Ejemplos existen muchos; “se tu propio jefe”, “eres dueño de tu destino”, “revoluciónate a ti mismo”, “vibra alto, eres luz”, “eres único y especial en el universo”, “tu pensamiento influye en el cosmos”, “somos sistemas cerrados”, etc.
El individualismo no solo es caballo de batalla del liberalismo o teorías abiertamente pro-capitalistas, sino también de doctrinas que se dicen disidentes del sistema; como anarquismos varios, tradicionalismos reaccionarios que hablan de “individuo absoluto”, o “L' uomo differenziato”, solo para terminar culminando en la más aberrante inacción nihilista y conformismo del sujeto para con el mundo, acabando con experimentar una simple y facilista “lucha espiritual interior”, quejándose del presente en una habitación, sin capacidad de influir en las transformaciones auténticas para vencer a los enemigos de los pueblos libres.
Como podemos observar, no importa si ese individualismo esencial, promociona una noción de falsa felicidad ilusoria destinada a “sentirse especial” en el mundo para tratar de superar vacíos existenciales a través del “exitismo”, o si se trata de creerse una especie de súper-individualista librepensador, elevado espiritualmente, o un disidente solitario contrario al mundo moderno, puesto que allí prima la ficción del individualismo.
El santo y seña liberal; “mi libertad termina donde comienza la del otro” cala hondo y reina la hipocresía infame del cortesano-burgués y la debilidad sin carácter del anti-partisano, al cual todo ofende, y cuya ofensa se responde con sollozos, porque la individualidad se transforma en una realidad sacra que no debe tocarse. Contra esa decadencia, la autenticidad se revela transgrediendo toda mentira y charlatanería. Hay que ofender, hay que atacar, ser intransigente con la mentira y los agentes del sistema, y defender la verdad, aceptando todas las consecuencias. Como se preguntaba Diógenes: “¿De qué sirve un filósofo que hiere los sentimientos de nadie?”.
¿Por qué hablamos de ficción del individualismo? Es cierto que individuo e individualismo abarcan materias de discusión diferentes, hay una relación de origen y desarrollo, porque negar la existencia del individuo, requeriría otro comienzo, no obstante, abordar la problemática desde el individualismo, nos puede pavimentar el porvenir del análisis. El liberalismo filosófico, inicia sus primicias desde el individuo como esencia de la persona, y por ende, como fuente de la libertad original (libertad opuesta a cualquier poder público-institucional o común). El liberalismo no tiene su nacimiento en el materialismo, sino en la teología nominalista de pensadores como Ockham, donde se fundamenta que todo lo que existe es singular-individual.
El liberalismo como corriente que sustenta y defiende al sistema capitalista, es solo el resultado de un largo trayecto teórico donde se oculta o se huye de la verdad. Existen unos más que otros interesados en propagar el reino de la mentira. Es conocido el dicho que plantea que, el hombre está en constante búsqueda de la verdad, pero lo cierto, y como expusieron los principales filósofos modernos, lo que ha existido es el ocultamiento sistemático y fundamentado de la verdad, que se radicaliza en el triunfo de la concepción transmundana, es decir, la creencia en el más allá de la muerte, la especulación en el más allá, el desprecio por la vida transitoria y la consagración de una existencia penitente y sumisa para “salvar el alma individual”. Este planteamiento problemático fue trabajado por la ontología del Ser, pues cuando se niega o se rehúye de la muerte, se acepta la mentira anti-vitalista y se piensa y actúa en base a ello, concretando la existencia inauténtica. El materialismo dialéctico, también comprendió la realidad en su máxima expresión y sentenció que la religión es opio del pueblo, un aturdidor que favorece a la clase burguesa dominante, aportando otros antecedentes de mayor envergadura posteriormente.
La dialéctica del amo y el esclavo de Hegel, se entiende desde una posición existencial, pues aquel que es libre-amo, es quien se ha enfrentado a la muerte, y superado los riesgos para desatarse de sus cadenas, en cambio, el esclavo, teme a la muerte, por tanto, prefiere aceptar sus cadenas y no emprender el combate por la libertad. Nietzsche atacó esta mentira transmundana desde la genealogía de la moral, Marx la atacó desde la dialéctica materialista que estudia las relaciones entre dominadores y oprimidos, y Heidegger, vino a exponer esa falsedad desde el estudio del Ser en tiempos donde nadie se pregunta por el Ser, y se vive en una situación de esclavitud material y existencial, sin percibir la realidad, atrapados por la avidez de novedades o las modas, que distraen al sujeto de la posibilidad de pensar en la muerte, porque cuando se acepta la muerte, la existencia adquiera consistencia y autenticidad.
El revolucionario que es capaz de aceptar la posibilidad de la muerte (porque todas las posibilidades de la vida conducen a la muerte), es un guerrero auténtico, porque está dispuesto al sacrificio (sacrilegio para la dogmática liberal, cuyo culto al individuo no puede explicar el sacrificio heroico). La humanidad solo pudo existir y evolucionar gracias al trabajo comunitario en tiempos de salvajismo total, sea para la caza o para la organización política. Toda la antropología ha determinado que el ser humano es comunitario y gregario. Ser desterrado de un clan era condena a muerte ante un mundo brutal. El comunitarismo es una realidad, en cambio el individualismo es un idealismo erróneo, que se fomenta por los explotadores del mundo, para refrendar la gula usurera de su irracional deseo individual de acumular eternamente y desunir posibles uniones revolucionarias combativas. El burgués, el mercader apátrida, vendría siendo el máximo decadente, el individualista que concibe la vida como una detestable práctica de ganar a costa de otros.
Hoy todo gira en torno a la cultura hipócrita, mentirosa y negociante del burgués, incluso la política, que se ha transformado en mesas de negocios, en falsas risas amables, en partidos empresariales y multimillonarios, compuestos por políticos de profesión, amantes de la demagogia, el cinismo y el engaño. Nosotros no concebimos así el arte de la política, sino como un combate en tiempos de opresión, y un orden planificado en pro del bien común, en tiempos donde la soberanía recaiga en el pueblo.
Si bien la enfermedad de la depresión tiene múltiples orígenes y requiere de medicación en muchos casos, existen factores que la desarrollan con mayor intensidad, como la soledad, o el agobio ante un mundo que parece absurdo y doliente, porque en efecto, la realidad moderna sigue siendo brutal y absurda, injusta y repleta de distractores (avidez de novedades), ficciones sin consistencia, alucinógenos hedonistas, consumo irracional de mercancía, y competencia, para tratar de llenar un vacío que jamás se llena, porque toda promesa de felicidad, o timo de auto-ayuda consiste en ser feliz individualmente, y el individuo es ficción. Contra esa falsedad, la pregunta por el Ser, viene a asumir la verdad de la muerte, y el estudio dialéctico viene a comprobar con alarmante claridad la comprensión de una realidad terrible e injusta. La revolución por tanto, es el objeto, la creación comunitaria de un grupo de guerreros auténticos, un destacamento avanzado, de los mejores hijos de los pueblos, que alzan estandarte de batalla, dispuestos a sacrificarlo todo en pro de la verdad y la justicia. Esa es nuestra proclama en una época donde se combate al imperialismo de la mentira.