Por Fernando Vidal

Desde antes de las elecciones presidenciales se ha hablado de cambiar el modelo económico y social de Chile. Sectores de la izquierda parlamentaria han señalado a viva voz, la idea de terminar por ejemplo con el lucro en le educación, con el modelo de competición que existe entre estudiantes, con promover mejoras en general al sistema educativo. Ahora que vemos que el presidente electo Gabriel Boric, nos presenta su flamante futuro gabinete, muchos sectores observan con esperanza el hecho de que sea un profesor con marcada experiencia profesional en el área, quien conduzca las políticas públicas en el ministerio de Educación. ¿Quién es el nuevo ministro de educación?, para poder comprender y de alguna forma anticiparse a lo que podemos esperar de su gestión, debemos tener en consideración su historial político y profesional.

Marco Antonio Ávila es un profesor de Castellano y Magíster en Educación e Innovación de la Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez. Ha sido director de establecimientos educacionales y además coordinador Nacional de Educación Media durante los 2015 y 2018, esto quiere decir que ha participado ya de instancias gubernamentales tanto en el gobierno de Bachelet como en parte del Gobierno de Piñera. No resulta raro considerando que el enfoque que Boric ha pretendido darle a su gobierno, es el de continuidad respecto de la institucionalidad pre-existente, bajo el discurso de “cambios profundos, pero con gradualidad”. El nuevo ministro es militante del partido Revolución Democrática, ha participado en instancias de la UNESCO, tales como; “Formación docente para la ciudadanía mundial: contribución de la educación sobre holocausto y genocidios”. Fue director de la Fundación Educacional Emprender, cuyo presidente actual es Eduardo Gras Díaz, fundador de Socovesa (quién además de ser un gran actor empresarial, se ha definido como alguien que votó por el apruebo y partidario de una educación pública gratuita y de calidad, pero sin abandonar la educación privada, la cual quedaría relegada solo para un sector de la sociedad con más recursos). Marco Antonio Ávila también fue coordinador de contenidos en Educar Chile y jefe de Proyectos de la Fundación Chile.

Esta no es la primera vez que un profesor asume el cargo de ministro en la cartera, también lo hizo Yasna Provoste entre el 2006 y el 2008, Mariana Aylwin en 2000 y 2003 y Ernesto Schiefelbein en 1994, con gestiones que dejaron bastante que desear.

No es difícil darse cuenta, de que el nuevo ministro de Educación tiene un enfoque claramente coherente con la postura social demócrata del nuevo gobierno que se aproxima. Su participación en instancias como Educar Chile, -que abiertamente promueve la privatización de la educación- ya nos entrega algunas luces del sentido que tendrá su gestión, que seguramente servirá de amortiguación respecto de los intereses de los profesores y principalmente movimientos estudiantiles, quienes ante la amenaza pinochetista de Kast no les quedó otra que apoyar a Boric abiertamente en segunda vuelta. Si sumamos la falta de consistencia política del profesorado, no es extraño que no se tomen en consideración aspectos tan relevantes como la relación de Ávila con grupos directamente afines a Andrónico Luksic.

¿Qué podemos esperar de la gestión del nuevo ministro? Quizás no una política marcadamente verticalista como la que experimentamos durante el período de Figueroa, sin embargo, el enfoque privatizador prevalecerá, pues la educación siempre ha sido un terreno rico en especulación y lucro del cual obviamente los sectores privados no se quieren deshacer. Si a esto agregamos la falta de organización y claridad política por parte de estudiantes y profesores, seguramente veremos lineamientos más centrados al ámbito de la “innovación”, o el “emprendimiento” en concordancia con las expectativas que la OCDE plantea para países como el nuestro, una vez más, siguiendo de manera indirecta las órdenes del imperio a través de sus fundaciones y organismos insertos en el área de la educación. Marco Antonio Ávila es un actor más del gran engranaje político, en donde la oligarquía se reparte el poder entre demócratas y republicanos, y pesa más el hecho de pertenecer a la comunidad LGBT (lo cual no tiene nada de malo en sí mismo) pero no se le pone énfasis en la propuesta de una educación estatal conectada con un plan de industrialización y trabajo para los y las estudiantes.

Es nuestro deber mantenernos activos y expectantes respecto de la gestión de este nuevo ministro que seguramente intentará mediante un discurso conciliador, apagar las llamas de la rebelión estudiantil, ávida de cambios estructurales profundos y de los profesores con mayor conciencia social y de clase, quienes entendemos que la Educación debe estar al servicio del pueblo y no de los intereses empresariales camuflados de filantropía y buenas intenciones.

Consideremos que este nuevo gobierno es la continuación gradual de las políticas de la concertación, en particular del gobierno de Bachelet, por lo tanto, debemos estar atentos a qué va a ocurrir con las pruebas estandarizadas tales como el SIMCE, lo que ocurrirá con la mal llamada Carrera Docente, con el proceso falso de desmunicipalización SLEP que ha costado miles de puestos de trabajo para muchos profesores. Si Marco Antonio Ávila es coherente con su historial, veremos más de lo mismo, profundización de la privatización y énfasis en los procesos de medición estandarizados.

Es una lástima que un gobierno que se hace llamar heredero del sendero de Allende y que incluso cuenta con la participación de familiares directos del ex presidente, no sea capaz de mirar los planes para la educación plasmados en la Escuela Nacional Unificada, el cual es un documento imprescindible para poder forjar una educación realmente enfocada a las necesidades actuales y futuras del pueblo chileno.

Complejo momento el que vivimos en Chile, donde la esperanza a veces se confunde con la ilusión infundada y no somos capaces de ver detrás de la cortina de humo que el poder hegemónico de la oligarquía en sus variantes conservadoras y “democráticas” nos ponen en frente para mitigar al malestar de todo un pueblo.