Hace más de un siglo que la pampa nortina se teñía de rojo, con sangre de obrero salitrero, de mujeres y madres, de niños mestizos y patipelados, de ancianos que rompieron sus piernas por vivir con lo necesario.
La masacre de la escuela Domingo Santa María en Iquique, es una de las muestras explícitas de la brutalidad con la que actúa la oligarquía chilena. Pedirles o exigirles conductas democráticas es, desde ese momento histórico, un sinsentido. "Derecha democrática" es un oxímoron que se derrumba por sí solo.
En solo un día, el ejército asesinó a lo que, oficialmente, se conocen como 3600 víctimas civiles: hombres, mujeres, niños, niñas, y ancianos. Enterrados en fosas comunes o hechos desaparecer en el mar. Trabajadores que pedían tan poco, lo necesario para subsistir. Que caminaron horas por la madrugada en el desierto, solo para terminar siendo asesinados.
Es menester también, analizar cuánto se ha avanzado y cuánto continúa siendo la regla general desde aquel trágico suceso. Nuestro pueblo, como se vio en años pasados, sigue expuesto a masacres, mientras la burguesía mercantil-rentista mantenga el poder político. Sus lacayos políticos negocian unos pocos pesos para aumentar el sueldo mínimo, manteniendo a madres solteras en la incertidumbre que genera no poder alimentar a su prole.
Sin embargo, la historia sigue su curso, y cosechamos lo sembrado por esta sangre martirizada, sangre de familias argentinas, chilenas, bolivianas, peruanas, pascuenses y chinos esclavizados, mestizos… obreros del salitre que reposan en los hombros de todo buen patriota, mostrándole a los oligarcas que no podrán aplastarnos, no podrán dejar que exijamos nuestra patria justa, libre y soberana. Ese sacrificio no será en vano, y sabremos vengarnos.
《 Es nuestra confianza en nosotros lo que incrementa nuestra fe en los grandes valores de la humanidad, en la certeza que esos valores tendrán que prevalecer. ¡No podrán ser destruidos!》
-Salvador Allende