"Nunca debemos sentirnos satisfechos con nuestros éxitos. Debemos refrenar la autosatisfacción y criticar constantemente nuestros defectos, al igual que nos lavamos la cara y barremos el suelo diariamente para quitar el polvo y mantenerlos limpios."
-Mao Tse Tung
El camarada Luis Bozzo dijo en cierta ocasión que se debe ser duro con los enemigos, pero durísimos con los amigos. Es más, la verdadera amistad se basa en tener la confianza de lanzar críticas sin temor, encausando por la senda correcta a quien se le tiene en estima.
Es cierto que el pasado domingo 21 de noviembre, la llamada “izquierda” -en un sentido amplio- sufrió un revés notorio. Y pese a que muchos de quienes apoyamos la candidatura antisistema de profesor Eduardo Artés, nos alegramos con el modesto pero significativo aumento en su apoyo electoral, este no deja de ser insuficiente en relación con el panorama político general.
También es cierto que, pese a que el actual escenario de “Kast vs Boric”, era bastante previsible, si tomó por sorpresa a varias personas que proclaman ser de izquierdas, -principalmente liberales-, los cuales, quizás por encontrarse en una posición cómoda de autocomplacencia, no dimensionaron el precario estado en el que se encuentra el conglomerado.
Esta autocomplacencia se arrastró por mucho tiempo desde “triunfo del NO” a fines de la década de los 80 en adelante. Muchos creyeron que ser de izquierdas consistía solo en “sacar del poder a Pinochet” con lápiz y papel en un plebiscito; una simplificación escandalosa. Evidentemente que, no se trata de juzgar a quienes vieron en aquellos años que la única alternativa era esa, las opciones no eran muy amplias, ni las condiciones muy favorables. Sin embargo, esa mentalidad se arrastró hasta hoy por quienes dicen ser de izquierda en Chile. Con el tiempo, el conformismo de muchos terminó siendo la regla general, y los que ayer se tenían como revolucionarios, terminaron siendo usufructuarios del sistema neoliberal de la oligarquía, e incluso algunos pasaron a ser defensores directos o indirectos de éste.
Las opciones reformistas como la de Boric, son un claro ejemplo de como se pretende defender y seguir dando vida al neoliberalismo en Chile. Tiene un programa que le acomoda a cualquier oligarca que sea más astuto y pragmático. A modo de ejemplo, se puede observar que en sus planteamientos no existe una verdadera recuperación -de tipo expropiatoria- de los recursos mineros para ponerlos a disposición y en beneficio del pueblo chileno, sino que se limita a proponer ciertas regulaciones de carácter ambientalista (ambientalismo sin plan desarrollista es vil jardinería). Más allá de Boric mismo y su forma de ser, lo relevante es analizar su programa, verificando que éste apenas raspa el sistema capitalista. Nos recuerda al raspado de los restos de pintura vieja de la fachada de un edificio antes de poner una capa nueva. Podemos cambiarle el aspecto las veces que queramos, pero el edificio seguirá siendo el mismo.
Poco ayudó a la candidatura de Boric, -para muchos autocomplacientes la “única candidatura de izquierdas con verdaderas posibilidades de salir”-, alinearse en exceso con el liberalismo cultural burgués, que no deja de producir un rechazo bastante amplio en una considerable cantidad de personas dentro del universo votante. Otra vez, el discurso enfocado en grupos identitarios-sectoriales y pseudo-aristocracias academicistas, sin un correcto análisis de la realidad material, han terminado por espantar a muchas personas que otrora votaban contra la derecha. Por otro lado, existen y siguen proliferando corrientes que han mostrado ser nefastas para la izquierda como lo son el primitivismo, el anarquismo/antiautoritarismo, el seguidismo demócrata al estilo estadounidense, el antipatriotismo, etc.
Está claro que el Estallido Social de 2019 nunca fue la revolución que muchos esperaban, sino la consecuencia obvia de un proceso en curso, de esto ya hemos hablado en diversas ocasiones, sin embargo, del clima generado por diversos incidentes que ocurrieron en el devenir, sumándole el sensacionalismo mediático y las dificultades generadas por la pandemia global de 2020, muchas personas del universo de votantes, optaron por la opción que les trajera de regreso la “estabilidad”, el “orden” y la “seguridad”.
A estas alturas, es evidente que la renuencia de las izquierdas liberales y socialdemócratas, para hablar del tema de orden y seguridad por temor al fantasma del “autoritarismo”, es un regalo que se le hace a los reaccionarios, quienes siempre dispuestos a querer conservar y proteger el sistema neoliberal con discursos directos y facilistas. No obstante, olvidan desde la “izquierda”, que revolución no es sinónimo de desorden y anarquía, es más, una revolución es capaz de consolidar una situación mucho más estable para un país en el mediano y largo plazo, con el sistema político dirigido por la voluntad popular. El orden puede plantearse perfectamente desde el discurso del pueblo en favor de los trabajadores, por el contrario, jamás debe olvidarse que el “orden” ofrecido por los reaccionarios, no es más que la opresión social del garrote, nociva para cualquier rebelión, en garantía del inmenso patrimonio y saqueo de unos pocos, mientras al mismo tiempo, promueven la desregulación irracional de la economía, dejando libre albedrío para las hienas adoradores de la riqueza.
Es cosa de ver como funciona la seguridad en los países socialistas, donde la delincuencia y el desorden no son tolerados en ninguna circunstancia. Por desgracia, la izquierda liberal chilena ha sido muy mala difusora de dichas ideas y realidades, peor aún, las ha condenado.
Para resumir lo anterior, en lugar de culpar al votante por el avance del reaccionarismo en las elecciones, -pues no faltaron los clásicos epítetos de “fachos pobres”, “ignorantes”, “tontos”, etc.-, se necesita salir de cualquier burbuja elitista, y no cegarse frente a los intereses populares actuales. Lamentablemente, la campaña de Boric, junto con la convención constituyente que de momento sigue operando, solo han dado, hasta el momento, señales en el sentido contrario ante la percepción pública, lo que es utilizado en materia de publicidad por la reacción.
¿Qué se debe hacer ahora?
Evidentemente que la solución no está en caer en lastimeros llantos, ni lamentos estériles. La oleada de pánico y de comentarios temerosos ante el eventual triunfo de Kast en la segunda vuelta no se han hecho esperar. Hay quienes dicen que votando por Boric se evita un mal mayor, no obstante, esto solo es retrasar lo inevitable: si en esta ocasión no sale Kast, en la siguiente perfectamente puede salir él o alguien muy similar a él. En cambio, si sale Kast, no pasará mucho tiempo antes de que veamos como su modelo de sociedad, y su programa económico fracasan tal como fracasó en EEUU con Trump y está fracasando en Brasil con Bolsonaro. También han proliferado las fuerzas que votarán por Boric, no porque concuerden con él, sino para evitar la elección de Kast.
Parece ser una muy mala estrategia la que me ha tocado ver por redes sociales, el que estén haciendo un listado de razones por las cuales no hay que votar por Kast, especialmente porque esas mismas razones son las que motivan a los votantes de Kast a votar por él. Es como decirle a un alcohólico "no vayas a la botillería, ahí venden trago".
A Kast no se le combate con el alarmismo lastimero, a Kast se le debe desenmascarar como el tercermundista que es. Como líder, buscará perpetuar el sistema neoliberal, el extractivismo y saqueo de recursos para que vayan a manos de sus amos; los comerciantes usureros de las empresas transnacionales. Con Kast seguiremos siendo un país subdesarrollado, colonial y dependiente de los vaivenes de la economía globalizada. Con Kast, no veremos por largo tiempo ningún desarrollo investigativo autóctono, ni ningún avance científico que nos haga enorgullecernos como nación. Con Kast seguiremos mirando “modelos a seguir” en países como España, Estados Unidos, etc., en lugar de buscar ser nosotros mismos amos de nuestro propio destino soberano.
Irónico es que a Kast lo apoyen tantos que se hacen llamar “patriotas”, pues si uno analiza el programa de Kast, es la antípoda de todo patriotismo. Quizás para Kast, el patriotismo se reduce a que el pasto de los parques de Vitacura y Las Condes siga verde y bien regado y los vidrios de sus rascacielos sigan bien pulidos. Quizás para Kast, Chile solo sean esas tres o cuatro comunas en las que ganó el “Rechazo”.
Nosotros en cambio, tenemos que seguir con nuestras labores, serenos, sin pánico, sin llanto, ni victimización estéril, trabajando para torcer los caminos en favor de la liberación nacional y popular, donde haya patria y pueblo que reivindicar. La izquierda, debe recuperar su papel en la historia como vanguardia del pueblo organizado. Es cuestión de tiempo.