I. INTRODUCCIÓN
“La Independencia es el único bien que hemos conquistado a costa de todos los demás, pero ella es y será la puerta abierta que nos permitirá ir conquistando todos los demás bienes para la Patria. Sin Independencia no hay nada”
Simón Bolívar
La revolución bolivariana y chavista de Venezuela representa para nuestra generación la negación radical de la tesis del “fin de la historia” y la principal resistencia al proyecto de “el nuevo siglo americano”, que con tanta pompa declamaron los ideólogos del sistema a inicios del nuevo milenio. Firmemente imbuidos de las lecciones que el siglo XX nos dejara, con sus errores y derrotas, los revolucionarios venezolanos han sabido construir y defender un nuevo polo de poder asentado sobre la herencia histórica de los Libertadores de América y su ideario original, sobre un poder popular diverso y vigoroso, sobre unas fuerzas armadas patriotas, sobre la mayor reserva de recursos energéticos del mundo, y sobre una amplia coalición política que representa a la mayoría del país. Buscando asentarse en el interior y con la convicción internacionalista intacta, la revolución bolivariana se ha transformado en un puntal de apoyo para otras revoluciones socialistas y soberanistas del continente, e incluso más allá, tejiendo redes alternativas de poder que representan “una amenaza inusual y extraordinaria” (en palabras del expresidente Obama) para el dominio del gran capital oligopólico, fundamentalmente anglosajón, sobre los destinos de la Tierra.
Desde los primeros gobiernos del comandante Hugo Chávez, la revolución bolivariana se ha presentado como una revolución “pacífica, pero armada” y, sin perder jamás de vista las cuestiones relativas a la defensa nacional y al mantenimiento del orden público, ha tendido la mano una y otra vez a las oposiciones políticas buscando diálogo y entendimientos. La muerte de Chávez en 2013 indicó al imperialismo el momento propicio para arreciar su asedio contra la revolución bolivariana, por lo que buscó conjurar contra Venezuela una tormenta perfecta, que algunos han sindicado como una “guerra de quinta generación”. Utilizando sus influencias dentro de la OPEP, el imperialismo obtiene por esas fechas la caída mundial de los precios del petróleo, principal fuente de divisas para el Estado venezolano. Al mismo tiempo, se pone en práctica el desconocimiento de la Constitución y de los procesos electorales legítimos, lanzándose la oposición proimperial hacia las “guarimbas”, el Golpe de Estado, el magnicidio y la sedición contra la República. El aparato mediático mundial hace su aporte a la trama de diabolización y chapucería, legitimando las salidas de fuerza reaccionarias tal como lo había hecho en Abril de 2002. Y, como es lógico, las administraciones yanquis recurrieron también a sus instrumentos económicos para asfixiar a la nación venezolana, cortarle su flujo de divisas, reactivos químicos y otros materiales estratégicos o bienes de consumo elemental, y llevar así al pueblo bolivariano hacia el desespero, buscando que fuese él mismo quien derrocase a sus autoridades constitucionales.
En una demostración de habilidad política, sagacidad organizativa y convicción pétrea, la Revolución Bolivariana no sólo ha impedido que los planes del imperialismo se concreten, sino que ha devuelto a la oposición al juego electoral pacífico, ha obtenido una mejoría en sus indicadores económicos (un crecimiento mayor al 7% en este año 2021) y una progresiva diversificación productiva (milagrosa en su contexto de asedio), ha estrechado sus alianzas regionales y mundiales con el Campo Antiimperialista, y ha salvaguardado las conquistas democráticas y populares de estos dos decenios de chavismo, a saber, que la renta petrolera se invierta en bienestar social, viviendas, salud y educación para el pueblo venezolano. El presidente Nicolás Maduro ha cumplido, hasta este momento, con el juramento que hiciera frente al féretro de Chávez en esos días infaustos de Marzo, de que los enemigos de la revolución jamás podrían derrotarla, sin importar lo que ocurriera. Para sortear algunos de los baches que ya hemos mencionado, el Gobierno chavista ha sabido entablar sendas negociaciones con las oposiciones políticas, tanto dentro como fuera del país, y algunas de ellas han contado con acompañamiento internacional, como han venido siendo, por ejemplo, las de República Dominicana, Barbados, Noruega y México. La “izquierda” no venezolana, acostumbrada más en soñar cosas que en realizarlas, no comprende la dinámica del poder que ya entendió Simón Bolívar hace tantos años y que enunció correctamente en la cita que abre este texto. Han aparecido las voces siempre críticas de la “izquierda de cafetín” (como la llamara García Linera en 2015) que aducen una supuesta “traición” de Nicolás Maduro ante algunas de las medidas tomadas por su gobierno en el marco de la “guerra de quinta generación” y, muchas veces, como resultado de los procesos de negociación con la oposición. Trataremos esta materia porque aclarar los cuestionamientos y comprender el verdadero carácter de esta cuestión entraña una lección crucial para nuestro propio proceso.
II. EL PÁJARO EN LA JAULA
“Mi opinión firme, plena, como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que ustedes elijan a Nicolás Maduro como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela”
Hugo Chávez
Un aprendizaje fundamental de las experiencias socialistas y comunistas en el siglo pasado, es que resulta difícil gestionar una sociedad revolucionaria que propugna, en un cierto tránsito, la plena colectivización, socialización y democratización de la economía nacional. La planificación centralizada de la economía que es, sin duda, un elemento fundamental en lo material y en lo cultural para construir el comunismo futuro, debe limitarse a determinados acápites, pero no puede abarcar el conjunto del movimiento económico nacional. No puede hacerlo porque no existen condiciones espirituales para aceptarlo, porque no existen de inmediato las fuerzas suficientes para derrotar las resistencias clasistas que se le enfrentan, pero también porque no existen la ciencia ni la tecnología necesarias, en este momento histórico, para poder predecir en un grado óptimo todo lo que se requeriría planificar. Sin embargo, la computación y otros avances siempre están siendo utilizadas para investigar estas materias en los países revolucionarios, y van dando aportes cada vez mayores en tal sentido. Pero los revolucionarios no podemos simplemente esperar a que un invento científico venturoso conjugado felizmente con un milagro espiritual entre las masas nos permita siquiera empezar a construir la Nueva Sociedad. Debemos intentar siempre y en todo lugar, con las armas que tengamos a la mano y con las condiciones que encontremos, forzar el curso de los acontecimientos en la dirección que nos interesa, en la dirección de los intereses objetivos de nuestros pueblos.
Las revoluciones socialistas y comunistas que captaron estas enseñanzas de la historia han diseñado economías complejas, donde conviven las comunas autogestionadas y horizontales propias del comunismo, con grandes empresas estatales en sectores estratégicos, con empresas mixtas en el sector servicios, e incluso con pequeñas y grandes empresas privadas de capital nacional e internacional. Sin embargo, la superestructura jurídica de tales Estados revolucionarios obliga al conjunto de la economía nacional, por medio de instrumentos legales, tributarios, comerciales, y, en fin, pacíficos, a acoplarse a una gran estrategia de desarrollo que apunta, en un proceso relativamente largo, a la instauración definitiva de la sociedad sin clases. La planificación centralizada opera activamente en los tópicos fundamentales y estratégicos del país, y un cierto mercado capitalista convive con ella, pero restringido, mas no abolido. La “izquierda de cafetín” de la intelectualidad rosa de Occidente ya quisiese construir la sociedad soñada a punta de aboliciones instantáneas, y proscribir un día y por decreto la creencia en Dios, el mercado capitalista y sus leyes, el fenómeno humano de la representación, y todo lo demás. Por eso cuesta que entiendan esto, pero hacemos el esfuerzo.
La República Popular China es una de las revoluciones que ha comprendido y aplicado estas estrategias, tal vez de modo paradigmático. Los teóricos chinos entienden muy bien los peligros de convivir con fuerzas burguesas al interior del país, pero todas las decisiones que se puedan tomar en este o cualquier ámbito político llevan a riesgos en realidad. Atreverse a hacer es atreverse a errar. Quien tema equivocarse es mejor que nunca haga nada, como dijo Perón. Para la burguesía china y extranjera que opera en el país el PCCh ha diseñado la política de “el pájaro en la jaula”: que cante, pero que no vuele. La finalidad de tolerar que ciertas palancas económicas se mantengan en manos privadas es acceder a divisas, acceder a mercados para importar y exportar, adquirir tecnologías estratégicas, generar empleos y capacitación de los trabajadores, y un sinfín de elementos que, lamentablemente, no pueden obviarse ni sacarse de la nada, como un conejo del sombrero. Y vaya que ha resultado ser una política exitosa en todos estos ítems, por lo que ha sido replicada y perfeccionada a lo largo del mundo por decenas de revoluciones triunfantes. La “jaula” de la burguesía consiste en impuestos altos y progresivos, leyes laborales favorables al trabajador y un sindicalismo empoderado, obligación de transferir su tecnología a la nación, vigilancia política sobre los patrones, no poder entrar en ciertos mercados estratégicos o bienes nacionales controlados por el Estado o las comunas y, en último término, todos los instrumentos legales y constitucionales con que el Estado socialista cuenta y que puede usarlos para obtener su propósito ante cualquier eventualidad. Así, los capitalistas chinos obtienen ganancias limitadas, pero aun así importantes, el trabajador se capacita y prospera, el Estado obtiene recursos para distribuir, crece el mercado interno y se diversifica la economía, y la patria socialista se fortalece paso a paso, rumbo a la meta señalada.
Claro, la “izquierda de cafetín” adolece de un pesimismo crónico, lo contrario a lo que nos invitaba Lenin, a quien no conocen. En su pesimismo son incapaces de confiar en el ser humano, y piensan que la ambición, el egoísmo y la traición son la naturaleza original de nuestra especie. En esto comparten filosofía con el liberalismo reaccionario, lo que nos habla de su posición clasista. Estos falsos izquierdistas ven en toda revolución una traición y en todo revolucionario un traidor. Ellos, como no hacen nada, creen estar libres de culpa, y en cierto modo lo están, como también están libres de mérito. Si compartimos con la burguesía liberal la idea esencialista de que en todo ser humano habita un monstruo, pues entonces nada que hacer, las “jaulas para pájaros” no sirven de nada, no habrá vanguardia revolucionaria que no se corrompa, ni proceso que no se trunque, y por tanto jamás habrá victoria. Y si tal es el caso, mejor es no hacer nada y plantar tomates en el patio. Este el rol que juegan y para eso existen los “siempre críticos y desconfiados” de la progresía aculturizada.
Como nosotros no comulgamos con la burguesía, creemos en el hombre y confiamos en un futuro mejor para la humanidad, no podemos más que esperar que los pueblos y sus organizaciones revolucionarias sean capaces de sortear todas las pruebas, superar las tentaciones y los ataques, y construir, cada cual en las formas que democráticamente se dé, un pedacito del Nuevo Mundo que todos esperamos. Y si podemos ayudar en algo sin duda que lo haremos, partiendo por el deber para con nuestra Patria. Esta es la actitud correcta y es la misma que tuvo Chávez, cuando entendió que su hora llegaba y que debía dejar este mundo. El comandante sabía que el nuevo procedimiento médico al que se sometería era riesgoso, y además comprendía que el extraño cáncer que le aquejaba estaba decidido a asesinarle tarde o temprano. Imagínense el desvelo infinito por la niña de sus ojos, por su Revolución Bolivariana, por el futuro de su amado pueblo, por el destino de su Patria y de nuestra Gran Patria latinoamericana. Imagínense el natural temor de que todo se pierda, de que nuevamente haya sido en vano, de que otra derrota ante el enemigo manche de sangre las esperanzas de la historia. Obviamente él no iba a permitir que eso sucediese. Su pueblo y su Partido no lo iban a permitir. La Milicia y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana no lo iban a permitir. Las Comunas y los Consejos de Trabajadores no lo iban a permitir. ¿Qué se necesita para enfrentar con éxito al imperialismo capitalista, principal enemigo de los pueblos? Pues se necesita un pueblo organizado, consciente y unido tras un liderazgo. Nosotros creemos en el hombre, hemos leído historia y sabemos lo grande y hermoso que es capaz de lograr la humanidad cuando se une tras una causa justa. Chávez pensaba igual, y por eso hizo el esfuerzo de realizar una última cadena televisiva, su despedida final. El 8 de diciembre de 2012, el indio de Sabaneta rodeado por sus compañeros, pide abiertamente al pueblo elegir a Nicolás Maduro como su sucesor, con las claras palabras que inician este capítulo. “Opinión irrevocable”, dijo. Él sabía que no iba a estar presente para reafirmar su decisión y conocía de primera mano el comportamiento serpentino del enemigo de los pueblos, que con su lengua bífida vendría atacando a la Revolución Bolivariana “por izquierda” y “por derecha”, y que no faltarían quienes quisiesen “reinterpretar” y “revocar” sus claras palabras, su claro y firme deseo de entregar a Nicolás Maduro, quien fuera su compañero de mil batallas, el bastón de mando de la Revolución. Largos días y largas noches se la pasó la máxima dirección bolivariana reunida a solas con el Comandante moribundo aquellos funestos días de enero, febrero y marzo, hasta la siembra de su heroica vida el glorioso 5 de marzo de 2013. Pueden estar seguros que aquel tiempo no fue desaprovechado, y que quien juró tantas veces ante el Samán de Guere obtener la libertad plena y definitiva de la Patria, supo dejar claras instrucciones y sabios consejos que han servido de mucho en el nuevo período abierto tras su muerte. Las medidas que se han tomado en el plano económico y político para enfrentar la “guerra de quinta generación” son, sin duda, parte de ello. La misma izquierda intelectualoide y traicionera que desconfiaba del “teniente Chávez” por su prejuicio ideológico siempre absurdo, es la misma que ahora funge como mercenaria del imperio, atacando a sus legítimos y constitucionales continuadores, encabezados por el Presidente Maduro.
III. CEDER EN LO TANGENCIAL, DEFENDER LO FUNDAMENTAL
“Cuando el enemigo avanza, retrocedemos; cuando acampa, lo hostigamos; cuando se fatiga, lo atacamos; cuando se retira, lo perseguimos”
Mao Zedong
En la negociación con las oposiciones el gobierno bolivariano aplica los principios del “pájaro en la jaula” y, aunque parezca a veces que cede, logra defender y mantener el rumbo fundamental de la Revolución, es decir, salvaguardar los intereses clasistas de la coalición chavista gobernante, conformada por los obreros, los campesinos, los pequeños comerciantes, los militares, los policías y los funcionarios administrativos, entre otros. Lo fundamental para una revolución que pretenda avanzar en la dirección socialista y comunista es mantener el control de la máxima dirección política del Estado, la soberanía nacional sobre una base interclasista popular, es decir, lo mismo que dijo Bolívar: sin independencia no hay nada. Sólo hegemonizando la alta dirección del Estado es posible efectuar los cambios que se requieren en el plano económico, cultural y militar. Lo demostraron los comunistas chinos, que supieron privatizar algunos sectores cuando fue necesario, y supieron socializarlos nuevamente cuando fue posible. Que la dirección revolucionaria pueda mantener firmes e inclaudicables convicciones es premisa fundamental para que esto se pueda hacer. La fe inquebrantable en el futuro socialista y comunista nunca fue olvidada por los revolucionarios chinos, y no ha sido dejada de lado tampoco por los socialistas bolivarianos.
La izquierda simplista y unilineal sólo ve la capa superior de los fenómenos, no logra llegar al fondo de estos. Sus críticas a la Revolución Bolivariana no sólo son injustas y poco solidarias, sino que provienen de la ignorancia. Para muestra, un botón: parte importante del plan imperialista contra Venezuela consiste en balcanizarla, separar de ella los estados petroleros occidentales para convertirlos en neocolonia o anexionarlos a Colombia. Por ello, allí las guarimbas fueron más duras, el terrorismo más atrevido, y la destrucción del tejido social utilizando el paramilitarismo y el narco ha sido más empeñosa. Ante aquello, la revolución chavista ha empleado los instrumentos constitucionales y legales en su poder para cortar estos planes y proteger la integridad territorial de la nación. Una de las principales medidas que se tomaron fue de tipo jurídico-político, y consistió en crear la figura del “Protector estatal”. Como cada Estado elige democráticamente sus gobernadores y como los gobernadores opositores de la franja petrolera occidental conspiraban desde sus puestos contra la unidad de la República, el Presidente constitucional designó Protectores hacia los cuales se transfirieron buena parte de las competencias con que contaban los gobernadores. Los gobernadores opositores vieron esfumarse su control sobre las policías estadales y sobre la seguridad de sus estados, control que pasó a los Protectores, todos los cuales se seleccionaron de entre los mejores cuadros del chavismo. Como es lógico, la oposición pataleó y denunció esta medida como “antidemocrática”, obviando su participación en los planes secesionistas anticonstitucionales. Durante estos años, un punto fundamental de las demandas opositoras ha sido eliminar la figura del Protector y devolver las competencias a los gobernadores intervenidos… Y este año, la Revolución cedió. A contar de las elecciones regionales del 21 de noviembre ya no existirán más Protectores. “¡Traición!”, grita la progresía histérica y unilineal. “¡Abandono del legado de Chávez!”, gritan los hipócritas oportunistas, que nunca confiaron en el comandante. ¿Ustedes creen que por eliminar a los Protectores la Revolución Bolivariana permitirá la secesión de la República? Esto es impensable. Así como se crearon en un momento determinado, la máxima dirección política del Estado puede “darse el lujo” de eliminarlos, porque cuenta con decenas de otros mecanismos legales para salvaguardar los intereses de la República Bolivariana. Por ejemplo, si un estado federal llega a quedar bajo control de la oposición, todavía existirán allí la Milicia Popular, las Grandes Misiones Sociales, la Guardia Nacional (que es una policía federal controlada por el Ejecutivo), las Comunas Socialistas, los Cuerpos Combatientes, los Alcaldes y concejales bolivarianos, y las diversas manifestaciones del poder popular que han prosperado en estos años y que sabrán defender la Patria ante cualquier circunstancia.
Este ejemplo nos permite comprender en qué sentido hablamos de ceder en lo tangencial, pero defender lo fundamental. Las oposiciones venezolanas pueden creer que ganan este o aquel punto, pueden pensar que la revolución cede, y lo mismo pueden pensar los “izquierdistas de cafetín” ajenos al proceso bolivariano. Pero no es que se le abra la jaula a la burguesía proimperialista: solamente se les cambia el color a sus barrotes. Manteniendo la Independencia y la hegemonía política, sobre la base de un proyecto original y nacional, dotados de liderazgo genuino y organización popular, los compañeros chavistas sabrán seguir adelante en la dirección señalada por la historia. Y si en tales o cuales ámbitos de la vida social, política y económica del país debe hacerse como que se claudica para sortear alguna circunstancia pasajera, no debemos temer, porque al mantener el Poder Nacional en manos revolucionarias ese traspié podrá repararse después, bajo la misma o bajo nuevas formas, cuando sea posible y sea conveniente, y a pesar de lo que pretendan los enemigos del pueblo. La marcha triunfante de la revolución socialista, patriótica y antiimperialista en la Gran Nación Hispanoamericana dependerá de cuan hábiles seamos en construir hegemonías amplias, variables y móviles, de cuán astutos logremos ser para ofrecer aparentes y controlados espacios de poder al enemigo mientras construimos y perfeccionamos un Nuevo Poder, y dependerá, sobre todo, de cuán leales nos mantengamos a las luchas de nuestros predecesores y al deber que libremente hemos contraído para con la humanidad.
En nuestra convicción granítica de todos los días encontrarán adecuada respuesta todos aquellos pesimistas que odian y desprecian al ser humano, y que sólo le auguran males y desgracias; en nuestra victoria final se demostrará la profundidad de su error. La patria de Bolívar nos marca un camino de dignidad y de resistencia que, si bien incomprendido muchas veces, sigue dando escozor a los poderosos de este mundo. Lo observamos cada vez que los medios de desinformación y propaganda vomitan calumnias y amenazas contra Venezuela. Jamás nos verán agazapados en la misma trinchera que los imperialistas. Nosotros sí creemos en el ser humano, porque a nosotros y a nuestros hijos les pertenece el Nuevo Mundo del futuro. No así los enemigos de los pueblos, que no quieren saber nada de certezas históricas, porque desde el Gran Octubre que se ven asaltados por recurrentes pesadillas nocturnas, que no se pueden quitar de la cabeza: que nace un nuevo y mejor mundo, un mundo donde la explotación y la ignorancia son cosa del pasado, y donde ellos ya no pueden causar su mal, porque ya no existen.