“Prefiero a los ateos que hacen el bien sin esperar recompensa alguna en la vida eterna, a los católicos que sólo actúan de buena manera porque serán premiados. Eso no es cristianismo, sino comercio.”
Clotario Blest
Don Clota es una figura reconocida en Chile. Los enemigos de la clase trabajadora solo pueden reconocer en él una especie de consecuencia y moral inquebrantable, un “idealismo moral”, pero ese es un relato recortado. La verdadera prédica y quehacer de Clotario Blest dictaba que el capitalismo es muerte, miseria y explotación, por ende, la revolución popular era vida, dignidad y liberación.
Rechazó cuantiosos sobornos de la clase política oligarca eligiendo la austeridad y el honor. Sobrevivió en la cárcel, cuando las autoridades lo enviaron con la intención de que lo matasen allí, pues incluso los criminales más peligrosos y marginales reconocían el trabajo de Don Clota. Siempre estuvo del lado de los más pobres, combatiendo la injusticia y la miseria, pero por sobre todo, era un declarado cristiano (y no de cualquier cristianismo), pues practicaba el cristianismo revolucionario del Cristo Obrero, que estaba en confrontación directa con el Cristo Rey de los poderosos, de los mercaderes y los fariseos; un cristo aristocrático deformado, que a los ojos de Don Clotario, llegaba a ser odioso ante las masas trabajadoras. Ese cristo divino con corona, era lo contrario al verdadero; al carpintero, hijo del hombre. Ese altar de oro era una ficción ajena al Jesús que caminó, rió, sufrió, bebió y murió entre los hombres, revelándose contra los dogmas de su época. El Jesús verdadero sufrió en carne propia la injusticia social naciendo en un pesebre entre animales. Sus primeros amigos fueron los hijos de pastores. Se crió entre hombres rudos de trabajo, entre pescadores.
Sentencia Don Clotario Blest: “Se ha desfigurado a Cristo ante las masas hasta el extremo de hacerlo odioso. Silencio alrededor del obrero que es Cristo: mucha palabrería alrededor del Dios que es rey. Se ha desfigurado a Jesús, mirándole sólo como Dios, y no como hombre y obrero, verdadero hermano nuestro según la carne, donde Él quiere y desea y pide ser imitado y amado.”
Para Don Clotario, el Jesús auténtico era aquel que expulsa con violencia a los mercaderes del templo, como si se tratase de una profecía para erradicar el reino corrompido de los mercaderes y los usureros de la faz del mundo. La interpretación cristiana de Don Clota, no tenía nada que ver con el pacifismo, o de ser un cobarde, por el contrario, era el cristianismo del Dios que destruye el mundo donde reinan los depravados y ladrones, para construir uno nuevo, donde el revolucionario encarna el azote y el relámpago de la divinidad sobre la tierra. El cristianismo de Don Clotario era aquel que interpreta la frase bíblica: “Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis.” (Mateo 26:11), como una amenaza imbatible y latente del poder de los pobres, de la cual no habrá salvación y ni siquiera él podrá frenar. Por Don Clotario señaló:
“Soy un incansable predicador de la unidad de la clase trabajadora chilena, porque cuando la clase trabajadora chilena está unida, es invencible. Nadie se atreve contra ella”
Sobre la verdadera iglesia que solo puede crecer en las filas de la lucha popular, Clotario indica: “Ha llegado el momento en que el cristiano dejará de ser un obstáculo en el camino del cristianismo que es pueblo explotado y masacrado. La iglesia Joven puede decir: no somos el ejército de la violencia, sino que somos el ejército de las víctimas de la injusticia, y a la violencia de aquella opondremos nuestra propia violencia, como lo hiciera Cristo al arrojar a los mercaderes del Templo de Dios, armado de un látigo.” (Blest Clotario, 1933).
Don Clotario contra el Cristo Rey: “El grito de Cristo Rey vuelve a ser lanzado a los cuatro vientos por las mismas gargantas de los que no comprenden ni aceptan la ley del dulce Jesús. Insisten los poderosos de la tierra en su sueño idolatra de Cristo Rey de un mundo lleno de injusticias, iniquidades y mentira. Cuanta ironía envuelve esta exclamación cuando por donde se vuelva la vista se encuentra desamparo, egoísmo, odio, infamia.” (Blest Clotario, 1933).
El cristianismo de Clotario, llama a derribar al Moloch del capitalismo, y a desafiar a los sacerdotes de Mamon (adoradores de la riqueza). Resalta la similitud entre el culto a la bestia Moloch y el capital, pues todo el trabajo humano se somete a las leyes de la esclavitud, la idolatría y sacrificio de sangre. Así lo escribió en la revista Germen [1]. Llama a hacer añicos el becerro de oro; símbolo repugnante del sometimiento extranjero y la corrupción. La élite chilena no es más que una amante del becerro de oro y sus patas de excremento.
La visión revolucionaria de Clotario pretende romper el falso halo de la humildad, de la que se vale el capitalismo para fomentar la sumisión. Don Clotario añora encender la rebeldía del poder popular, agitar a las masas de constructores para que no solo tomen las palas y los martillos, sino también las armas que harán temblar a todos los enemigos del pueblo. El cordero debe transformarse en león.
Clotario Blest dice que el evangelio original es de la hoz y el martillo: “Los escribas y fariseos reunidos para condenarnos, no han encontrado otra acusación que la de que nuestro signo es igual a la del Soviet. ¿Ignorancia? No; mala fe Clara y manifiesta. Desconocen estos Doctores de la Ley el símbolo del cristianismo, infinitamente enaltecido por el sacrificio y señalado a los siglos como emblema de redención. Los trabajadores como base fundamental de toda sociedad, deben ser la preocupación dominante de ella. Las herramientas del trabajo industrial y agrícola: hoz y martillo, son los emblemas de la manifestación mis sagrada, después de las manifestaciones del Espíritu. La cruz de Cristo puesta sobre estos símbolos, significa la cristianización de la producción y la vida.” (Blest, Clotario, 1931).
Clotario ataca a los líderes depravados y privilegiados de la iglesia católica chilena, justificando el ataque popular contra la institución eclesiástica, uno de los brazos históricos de la oligarquía mercantil:
“(…) mientras no renuncien a hacerse gratos a los de arriba, y despreciar a los de abajo, el proletariado, la porción escogida de Jesús, los repudiará con asco y desgraciadamente identificando a estos “traidores” con la iglesia misma atacará por iguales a ambos. (…) Por todas estas razones, y muchas otras que nos callamos, no podemos aplaudir ni aplaudiremos, y nuestra actitud será la del látigo en manos de Jesús, expulsando mercaderes de su Templo, enrostrando venalidades y traiciones, y llamando al hipócrita, hipócrita, y al traidor, traidor. Así nos encontraréis siempre, serenos y resueltos.” (Blest Clotario, 1933).
Así mismo don Clotario no titubeó en atacar durante toda su vida a los fariseos, los “doctores de las escrituras”, cuya única doctrina consiste en memorizar intactos los puntos y las comas de los libros sagrados, más no tienen al Cristo en el corazón. Son los hipócritas, los cristianos de la oligarquía al estilo de Kast, los cuales se golpean el pecho condenando a otros, sin comprender la auténtica doctrina de amor al prójimo que combate la usura y la corrupción. El cristo de los fariseos oligarcas es un canalla que se codea con los poderosos para colocarse una corona y mirar con desprecio a la turba de plebeyos. El cristo de los pobres es el perseguido, el que llama a las puertas y nadie le abre. Es aquel que sacrifica todo sentido del individualismo egoico en pro de un mundo nuevo, en favor de los otros. El Cristo de los pobres es el baluarte de la verdad que devuelve la vista a los ciegos y retorna la vida a los muertos, mientras que el Cristo de la oligarquía es el déspota que hace perdurar la miseria, el dolor y la muerte.
Notas
[1] "Germen" (Santiago de Chile), Número 11, marzo 1933.
Bibliografía
-ECHEVERRÍA, Mónica, “Antihistoria de un luchador”. Ediciones LOM. Santiago (1993).
-SALINAS, Maximiliano, “Clotario Blest, profeta contra el capitalismo”. Ediciones Rehue. Santiago (1987).
-SALINAS, Maximiliano, “Democracia y Proletariado (1825)”. Arzobispado de Santiago, Vicaría de Pastoral Obrera. Santiago: 304 p., 26 p. de láms.