Este documental tuvo la forma del drama coral de las multitudes, un tipo de cine revolucionario que se perfecciona en los años veinte dentro del sistema soviético, cuyo estilo se caracteriza por carecer de personajes individuales, proyectando escenas colectivas históricas que representaban acontecimientos relevantes. La Batalla de Chile recoge grabaciones auténticas sobre el diario vivir de años 70, exponiendo los fenómenos y conflictos del convulsionado periodo. A nivel histórico, dichas escenas tienen un valor incalculable, al permitirnos conocer con máxima precisión los sentimientos, ideales y conflictos dentro de la población de Chile.
La primera impresión que se nos viene a la cabeza, es la de percibir un pueblo politizado, es decir, con conciencia de dirigir los destinos comunes y de participar en el desenvolvimiento histórico, no habiendo espacio para la indiferencia. Existe una evidente identidad de clase obrera y campesina, apoyo al gobierno de la Unidad Popular y anhelos de combatir la injusticia histórica impuesta por la burguesía mercantil.
Con el triunfo electoral de Salvador Allende y la “vía chilena al socialismo”, la oligarquía y sectores reaccionarios, comienzan la movilización fuera la institucionalidad y las leyes, llamando al boicot, al paro de sectores monopolistas, ejerciendo terrorismo y el ataque a través de los medios de comunicación (hay una propagación notoria de los supuestos peligros del advenimiento apocalíptico comunista ordenada desde Washington). Podemos presenciar, que ya durante las elecciones presidenciales, existía un clima transversal de rotura de las instituciones. Los lemas de revolución y de golpe de estado, deambulaban como fantasmas desde el primer momento.
Esto es una demostración del resultado de contradicciones históricas entre el anhelo de la clase trabajadora contra los deseos de la burguesía mercantil, y su interés en conservar la estructura social-económica de desigualdad en desmedro de los pobres. Los acontecimientos exhibidos poseen un trasfondo superior a la mísera interpretación reaccionaria e idealista de los sucesos, que concibe todo como una vil “lucha de ideas”, pues no, ya que estamos observando una lucha material y real de intereses comunes soberanos entre dos Chiles diferentes; el pueblo trabajador contra la oligarquía parasitaria y sediciosa.
Se muestran escenas impactantes, como lo ocurrido en el tanquetazo, gatillante de una veintena de civiles fallecidos, además registros de discursos en asambleas y cordones industriales, fuertes debates televisados y batallas callejeras, incluidas las conocidas imágenes del golpe de estado del 11 de septiembre de 19731. Salvador Allende trató de culminar la llamada vía democrática hacia el socialismo, confiando en la oficialidad leal a la constitución, y en 18 meses había concretado gran parte del programa social y económico de la unidad popular, nacionalizando y estatizando numerosos sectores de la economía, combatiendo el latifundio y haciendo al pueblo, partícipe del futuro patriótico y nacional del nuevo Chile.
Sin embargo, la confianza y espíritu democrático de Salvador Allende se pagó con el sanguinario Golpe de estado de 1973, prueba de que la oligarquía burguesa no tiene miramientos a la hora de recuperar o salvaguardar su posición de poder. La batalla de Chile, es un nombre propicio para lo que pareciera ser la senda a recorrer por el pueblo patriótico, cuya conquista de la soberanía representa una lucha por la liberación nacional. Declaramos sin dudas que esta batalla histórica no ha terminado y las banderas de otrora, se alzan otra vez, por otros hombres y mujeres que marchando bajo la estrella victoriosa de Chile, activan la sirena de alarma de la fábrica, que anuncia el fin del mundo de los explotadores y usureros de la patria.