Uno de los hitos más llamativos de la administración de Donald Trump en los Estados Unidos, fue la creación de una Fuerza Espacial de carácter militar, análoga a la Fuerza Aérea y Fuerza Naval.
Lejos de considerarlo un chiste, hay que tomar en serio la existencia de esta nueva rama de las fuerzas armadas de Estados Unidos. Tal como lo indica el video promocional de dicha institución:
“Hoy, el espacio es esencial no solo para nuestra forma de vida, es absolutamente fundamental para la forma moderna de guerra. GPS, cajeros automáticos, teléfonos celulares, bombas de gas, semáforos, redes eléctricas, misiles guiados, vigilancia, RPA, control de combate terrestre… No existe un día sin operaciones espaciales.”
Sin duda el espacio ultraterrestre es un escenario que cada día está más presente en el ámbito de la geopolítica. Hace poco vimos que ésto, no solo se aplica a nivel gubernamental, sino que también desde el llamado “sector privado”, pues magnates como Jeff Bezos pueden darse el gusto de viajar al espacio usando sus propios recursos. Es cuestión de tiempo antes de que el espacio sea en gran medida cooptado por los diversos intereses empresariales globales, como ya está sucediendo.
El espacio ultraterrestre está estrechamente vinculado al ciberespacio, y por lo tanto, ambos son terrenos disputados por diversas potencias mundiales, pero sobre todo, por los Estados Unidos. (En cuanto al rol del ciberespacio en la geopolítica, es recomendable leer el libro del politólogo ruso Leonid Savin).
El unipolarismo estadounidense se alimenta de la narrativa del supuesto rol de Estados Unidos como el garante de “la democracia” a nivel internacional y como policía del mundo globalizado. Dentro de tal narrativa, la Fuerza Espacial cumplirá un rol estratégico para los intereses yanquis en el espacio exterior. Nuevamente citando al video promocional: “Ahora es el momento de una nueva rama militar. Una rama con un enfoque claro y singular en el espacio. Una rama militar que proteja las esperanzas y los sueños de los Estados Unidos de América y nuestra forma de vida a medida que el dominio del espacio se vuelve cada vez más disputado. Es hora de otro gran salto (…) Cuando las potencias extranjeras puedan construir bases en el lado oscuro de la luna. Cuando las empresas privadas estén inventando una nueva economía más allá de nuestro planeta. Necesitamos estar un paso por delante del futuro (…) Nuestra Fuerza Espacial está defendiendo nuestro país…”
Mientras que la Unión Soviética desarrolló la exploración espacial con fines colectivistas inspirados en la filosofía del cosmismo, para el beneficio del proletariado y la humanidad en general, los Estados Unidos, en cambio, ven la conquista del espacio como una versión futurista de la conquista del Lejano Oeste y la “fiebre del oro”.
Es cierto que existen tratados internacionales que regulan y restringen tanto el uso comercial como militar del espacio ultraterrestre y los recursos que de él deriven, no obstante, así como en el juego de la geopolítica, la exigibilidad de tales tratados se relativiza frente a la política real de los países y la capacidad que tienen de imponerse frente a otros. Es bastante claro que, con la creación de esta Fuerza Espacial de Estados Unidos, la potencia anglosajona pretende ejercer una soberanía efectiva sobre el espacio exterior y monopolizar sus recursos, además del aprovechamiento de esta “tierra de nadie”. Por ejemplo; para la primacía de satélites.
Para nosotros como latinoamericanos, el tema de la soberanía del espacio puede parecer distante o incluso poco relevante en comparación con las temáticas sociales que han cobrado notoriedad en los últimos años y meses (estallidos sociales, protestas, procesos constitucionales, etc), no obstante, es un tema que está intrínsecamente relacionado con la geopolítica y la cibergeopolítica, por lo que debería prestársele más atención. Solo por mencionar un ejemplo; para el terremoto del año 2010 en Chile, la ONEMI y otros organismos estatales del país, se vieron en la necesidad de solicitar e incluso comprar imágenes satelitales a la NASA para poder realizar las distintas maniobras de rescate y evaluar los daños provocados por el sismo. Este tipo de dependencia es inaceptable para un país que aspira a ejercer la plena soberanía y que en teoría cuenta con los recursos y capacidades para proyectarse en desarrollar tecnología e industria espacial.
Un país que, para sorpresa de muchos, ha dado especial importancia al tema del espacio ultraterrestre es Venezuela, el cual en su constitución política de 1999, establece el derecho que tiene la nación a obtener la soberanía del campo espacial. El año 2004 se creó la creó la Comisión Ministerial sobre la utilización del Espacio Ultraterrestre y en 2005 se creó la Agencia Bolivariana para Actividades Espaciales. El Gobierno Bolivariano de Venezuela ha firmado acuerdos con India y con la República Popular China en esta materia. En 2006, Venezuela estableció un acuerdo con Uruguay para el uso compartido de la órbita 78W, así como también se creó el Plan Estratégico de Desarrollo Espacial.
El año 2008, se lanzó al espacio del Venesat-1, o Simón Bolívar, el primer satélite venezolano construido con tecnología china. Ese mismo año se firmó un acuerdo con la República Federativa del Brasil en materia espacial y se inauguraron dos estaciones de control satelital, en los estados Bolívar y Guárico.
En tal ocasión, el entonces presidente venezolano, Hugo Chávez, pronunció las siguientes palabras:
“Ahora, tenemos un satélite socialista, para construir el socialismo, dentro de Venezuela y para cooperar con otros pueblos, para activar nuevos mecanismos de solidaridad, de cooperación, de integración con países como Bolivia, Ecuador, pueblos que han estado excluidos durante siglos” (Hugo Chávez, Discurso inaugural de la Estación de Recepción de Imágenes y control satelital de Luepa, Estado de Bolívar, 2013).
Sin lugar a dudas, los cielos han dejado de ser el límite para los conflictos geopolíticos. El espacio, como escenario de nuevos desarrollos, se ha convertido en un complejo teatro de operaciones. Los ojos de imperialismo norteamericano se han posado en los astros y ahora depende de las naciones que apuestan por el mundo multipolar hacer extensible su compromiso más allá de los límites de nuestra atmósfera. En América Latina, urge que con la unión y alianza de los gobiernos populares, democráticos y antiimperialistas que vendrán, haya también unión en materia espacial para hacer valer la soberanía de los pueblos que verán en el cosmos la infinitud de posibilidades del desarrollo humano.