Si hay una máxima que debemos recordar en estas festividades, es la de empuñar el estandarte de rebelión, y zanjar la independencia definitiva, comandada por el pueblo de Chile; por los plebeyos, rotos y guachos, expulsando a los usureros de esta tierra y dignificando el suelo que alguna vez pisaron los grandes próceres. En ese instante podremos decir que la patria es nuestra. En Chile no han de tener cabida los tiranos que amparen su poder en la superstición, ni sectores sociales parasitarios que secuestren el país.

La patria ha sido mancillada, y la bandera usurpada por la oligarquía mercantil y sus vasallos. Hay que recuperarla y erradicar a los enemigos del pueblo sin contemplación. Muchos sueñan con ser profetas de la revolución, pero no basta con anhelarlo, hay que serlo, prepararse, sacrificarse, vencer los espejismos de la comodidad, el individualismo y el miedo, convirtiendo ciegos y tuertos en belicosos con ojos de águila, haciendo de los parapléjicos, ahora caminantes combatientes, y levantando con ansias de lucha a quienes otrora estaban muertos. Por todo eso: Patria o muerte: conquistemos la verdadera independencia.