En la entrega anterior [La anti-ciencia, un problema político 1] se habló de los problemas políticos que implican el tener una población no alfabetizada científicamente y se dieron algunos lineamientos orientados a buscar una solución. En esta entrega se analizarán otros aspectos de la anti-ciencia, ya no en su arista netamente educacional, sino respecto a su influencia en la misma esfera política, tanto en las ideas de ciertas agrupaciones políticas, así como en partes importantes del debate público y la toma de decisiones. La penetración de ideas anti-científicas en la política tiene múltiples rostros. Algunos son evidentemente ridículos y saltan de inmediato a la vista, pero otros suelen pasar más desapercibidos y pueden tener consecuencias bastante graves para la población. El propósito de este artículo es mostrar que la anti-ciencia en la política es un fenómeno que debería preocuparnos no solo por sus posibles consecuencias, sino que también por las lecciones que se pueden extraer. Para poder realizar grandes cambios y conducir al país a un mejor destino, es indispensable poseer un conocimiento científico y profundo de las condiciones actuales y de las posibles consecuencias de las acciones encaminadas a generar los cambios deseados. De lo contrario, los cambios no serán posibles y las acciones podrían llevar a consecuencias no solo indeseables, sino nefastas y/o contrarias a los objetivos políticos inicialmente propuestos.
La anti-ciencia ingresa a la política de muchas formas distintas. Una de ellas es en el campo de las ideas y de las causas políticas. Hoy en día existen grupos políticos, algunos más importantes que otros, que sostienen causas que no solo no están amparadas por un análisis científico de la realidad, sino que a veces incluso llegan a ser totalmente opuestas al consenso científico. Existe todo un abanico de ideas y causas políticas anti-científicas. En un extremo podemos encontrar algunas de las fantasías más ridículas imaginables, pero en el otro extremo podemos encontrar ciertas ideas que, si bien se basan en la negación o contraposición de algún aspecto científico importante, no son percibidas como tal por una gran parte de la población, pudiendo incluso llegar a penetrar en la toma de decisiones públicas, produciendo serios daños y/o retrasando procesos históricos.
Conspiranoia y fantasías varias
Sin lugar a dudas, en el primer extremo del abanico de la anti-ciencia política nos topamos con aquellos movimientos políticos que se estructuran explícitamente en torno a alguna fantasía evidentemente disparatada. Conocidas son las teorías conspirativas, de las que hay de todo tipo, diseñadas para poder encajar con todos los hechos y, cuando algún aspecto de la realidad o el mismo consenso científico las refuta, éstas son capaces de salir airosas asegurando que esos hechos son mentira, o que los científicos están comprados por alguna entidad, lo que justifican acudiendo a información seleccionada cuidadosamente para tal efecto(muchas veces sacada con pinzas de entre muchísima más información que los refuta totalmente). Es así que la total ausencia de evidencias acerca de la existencia de esas supuestas conspiraciones también puede ser tomada por ellos como un hecho a su favor, puesto que si la evidencia no existe es producto que los conspiradores la han logrado ocultar muy bien, lo que hablaría de su gran poder. No cabe duda de que, en general, estas fantasías son ridículas y fácilmente reconocibles como tales. Que las vacunas posean nanobots de control mental, que las antenas del 5G activen ciertos virus, que la OMS quiera homosexualizar a la población, que existe alguna entidad que quiere cambiar el clima y robarse nuestras nubes, son tan solo algunas historias descabelladas que perfectamente podrían encajar dentro de las fantasías usadas para amparar las causas de ciertos grupos políticos.
Grupos marginales que sostienen dichas ideas siempre han existido. Sin embargo, poco a poco, sobre todo gracias al gigantesco aumento en la cantidad circulante de información de todo tipo, han ido tomando cierta relevancia. De esta forma, algunas teorías de la conspiración han logrado tener bastantes seguidores. Un ejemplo de esto son aquellos que buscan luchar contra un supuesto “nuevo orden mundial” (NOM), al que a veces dan atributos dignos de una novela de fantasía, o contra el organismo que lo busca implantar. Este NOM, de acuerdo con las creencias y principios de quienes afirman su existencia, sería responsable de todos los males actuales y por venir de la sociedad. Es claro que muchas veces quienes sostienen este tipo de ideas son motivo de risa y todos nos hemos divertido con ellos y sus disparates. Sin embargo, hay ciertos aspectos y consecuencias bastante serias a considerar.
La existencia y popularidad de grupos que proponen disparates como estos es tan solo un síntoma más de la baja alfabetización científica de la población. Si bien suelen sacar risas a muchos de nosotros, éstas terminan cuando las causas anti-científicas que defienden pasan a atentar contra la salud de la población. Conocidos son los casos de movimientos que incitan las dudas acerca de las vacunas o que niegan la pandemia de COVID-19, por mencionar dos ejemplos recientes. Hay que tener claro que estos grupos y sus ideas no nacen de la nada. Si existen es porque también existen las creencias en las que se sustentan, y un terreno fértil para que proliferen. El problema de fondo es entonces la existencia de estas creencias y el círculo vicioso que las alimenta [Leer primera parte de este artículo].
Si bien estos grupos constituyen un problema, su relevancia política es aun prácticamente nula. La forma de enfrentarse a ellos y frenar sus perniciosas influencias no es atacarlos directamente ni debatiendo con ellos, es buscando las causas de los problemas sociales que han permitido su asentamiento y proliferación, y buscar soluciones efectivas a largo plazo mientras se sigue educando a la población. Vale decir, la mejor forma de combatirlos es el buscar generar una sociedad mejor, más educada y con una población más crítica.
Es importante entender que estos grupos no tienen como objetivo la sola negación de la ciencia por temas antojadizos, sino que se oponen a ésta por diversos motivos. Por ejemplo, porque ven varias de sus aplicaciones (5G, vacunas, e incluso los celulares y microondas en algún momento) como cosas ajenas y extrañas de las que es necesario desconfiar o protegerse. En ese sentido, sienten que la propagación de su uso (u obligatoriedad en caso de ciertas medidas de salud o políticas públicas que incluyen aplicación de tecnologías o de avances científicos) es necesariamente realizada con malas intenciones por parte de alguna entidad que tiene fuertes intereses en que esto así sea y que está dispuesta en dañar a la población para lograr oscuros cometidos. Sin embargo, más allá de la oposición a ciertos aspectos de la ciencia o el abrazar algunas ideas opuestas a ésta, hay otra forma más fundamental en que estos grupos son anti-científicos: en su visión de la realidad. Si han llegado a conclusiones como las acá expuestas, es porque el análisis que realizan de su realidad y su entorno está completamente sesgado por algún conjunto de prejuicios, muchas veces bastante arraigados. Su visión de mundo y de la política no se basa en un análisis racional y científico de la realidad histórica y social, sino en ideas preconcebidas que son aceptadas dogmáticamente. En los casos descritos este hecho es evidente, sin embargo, el carecer de una visión racional y científica de la realidad es algo mucho más frecuente y en lo que muchos grupos políticos caen hoy en día sin darse cuenta (o sin cuestionárselo).
La política, entre el cerebro y el estómago
El ejemplo del NOM y las diversas teorías de la conspiración elaboradas a su alrededor, así como los movimientos políticos que basan en ellas sus causas, son un ejemplo bastante ilustrativo. Básicamente, recurriendo a la existencia de esta entidad u otras similares, cualquier aspecto de la realidad podría ser explicado por ellas, incluso si es necesario distorsionar la realidad para que esto así sea. Este ejemplo extremo nos permite entender cómo funcionan los razonamientos de varios grupos político que sostienen causas contrarias al consenso científico o basadas en una visión totalmente distorsionada de la realidad. En el caso del NOE, es evidente que se trata de un discurso conspiranoico sin sustento, sin embargo, veremos que existen muchos movimientos y causas políticas cuyas justificaciones y razonamientos no se alejan mucho de quienes dicen luchar contra este NOM y, donde la anti-ciencia muchas veces no es percibida de inmediato. Como se dijo anteriormente, el aspecto-anticientífico principal de muchas agrupaciones no proviene de ciertas creencias particulares, sino que de su misma forma de entender el mundo y actuar en él políticamente. Y en eso no solo caen quienes luchan contra el molino de viento que es el NOM, sino que muchos otros grupos con pretensiones de seriedad. En la arena política, una de las causas más efectivas del abandono de la racionalidad y el entendimiento científico de la realidad, es el dejarse llevar por los prejuicios, básicamente, dejar que el cerebro sea controlado por lo que viene del estómago.
Por un lado, podemos ver que el inventarse alguna entidad vaga y difusa que, tal como el NOM, estaría detrás de todos los males de la sociedad, o de los males que afectan a cierto grupo, no es solo algo exclusivo de las teorías de la conspiración más ridículas. Así mismo, es evidente que el carecer de una visión científica de la realidad a la hora de actuar políticamente es algo mucho más extendido que la sola conspiranoia más burda. Hoy en día existen partidos, movimientos y causas políticas que movilizan a mucha gente, pero que, en cuanto a los temas que propugnan, sus bases conceptuales y/o su visión del mundo, caen en un modo de ser totalmente contrario a una actitud científica, y muchas veces defienden ideas opuestas a la evidencia y la investigación. Conocidos son los casos de las llamadas izquierda “woke” o “progre” y la “Alt-Right”, ambas grandes familias de ideologías y movimientos muy diversos, la gran mayoría de ellos con importantes componentes y actitudes contrarios a la ciencia. Entre éstos es común encontrar ideas basadas en dogmatismos de todo tipo o en especulación metafísica, en idealismos varios, en conspiranoia, en sentimentalismos, etc. como por ejemplo, explicar varios aspectos de la realidad invocando alguna entidad abstracta omnipresente en lugar de considerar las investigaciones y evidencia al respecto de los fenómenos que les interesa entender o sobre los que les interesa influir, no muy distinto a como los conspiranoicos recurren al NOM y a otras fantasías. Entre estas especulaciones podemos citar, por ejemplo, el llamado “marxismo cultural”, o el “patriarcado” (en algunas de sus versiones), o, más contemporáneamente, una “revolución molecular disipada” [1] por solo citar algunos ejemplos notables de entidades invocadas para explicar aspectos negativos (o percibidos como tales) de la realidad. Algunas de estas ideas son incluso extraídas directamente de tendencias académicas vigentes que han penetrado fuertemente en las universidades a nivel mundial (sobre todo en el caso de la izquierda “woke” o “progre”). Pese a que generalmente es evidente cuales son los aspectos anti-científicos (o que incluso escapan a todo rigor crítico) de estas tendencias y movimientos políticos, eso no evita que en muchos casos logren aglutinar grandes cantidades de seguidores y que a veces lleguen a ser incluso capaces de monopolizar el debate público.
Pese a lo obvio que puede sonar, la realidad es mucho más compleja que un par de entidades causando todos los males que podamos identificar; por lo que muchas veces las explicaciones de algún aspecto pueden llegar a ser bastante complicadas. Sin embargo, no es poco frecuente que muchas personas se dejen llevar por las explicaciones más fáciles, y que además vayan de acuerdo con sus prejuicios, en lugar de basarse en un análisis pormenorizado de las condiciones materiales, sociales, económicas, políticas y geopolíticas que afectan una realidad determinada. Muchas veces los fenómenos están llenos de aspectos que, a la luz de nuestras creencias, pueden resultar tremendamente contradictorios [Lee el artículo “Comprender dialécticamente los fenómenos políticos mundiales”] o incluso poner en crisis varios de los preceptos que usualmente aceptábamos. Es por eso que no es difícil caer en el facilismo de distorsionar la realidad para que encaje en moldes previamente definidos. Es más fácil creer que existe un NOM (o una entidad análoga, como las mencionadas más arriba) que lo controla todo para que sea de tal forma que las cosas sean como son, que darme cuenta de que hay muchas más causas en juego, o que muchas de ellas tienen un origen que no encaja en lo que yo creo (o he elegido creer) previamente de forma dogmática.
Y, así como hay especulaciones diseñadas para explicar aspectos negativos de la realidad, también las hay para explicar aspectos reconocidos como positivos o deseables, o para justificar la acción de ciertos colectivos. Un ejemplo clásico de esto es el recurrir a unas supuestas leyes omnipresentes e inquebrantables de la economía para justificar el actuar de ciertas instituciones o para oponerse al actuar de otras. Lo mismo ocurre con ciertas ideas asociadas al construccionismo social (vale decir, a que varios rasgos humanos o sociales son fruto solo de la construcción de estos por parte de la sociedad dado un contexto determinado), o a los moralismos más profundos, que a veces llegan a bordear el derecho natural o el esencialismo.
El caer en una visión anti-científica de la realidad es un riesgo latente para todos quienes pretendan ejercer acción política de algún tipo. Muchas veces los prejuicios provenientes del estómago tienen más fuerza que lo que nuestro cerebro es capaz de advertir a primera vista. Es por eso que la constante crítica y análisis son herramientas necesarias para todos quienes aspiren a realizar cambios profundos. Para cambiar el mundo y ejercer una acción política efectiva se requiere de una actitud científica y una visión crítica de la realidad, de lo contrario, el único destino es el fracaso.
La necesidad de una visión científica en la política
Es importante destacar que las conspiranoias, así como el uso de fantasías y distorsiones con fines políticos, no solo son "negativas", en el sentido de que se utilizan para tener algún culpable de los males que nos aquejan al cual disparar los dardos fácilmente. La conspiranoia también pude ser "positiva". Ésta última es tan frecuente como la primera, y se da cuando surge la creencia de que existe alguna gran conspiración que afecta positivamente a quienes creen en su existencia, la que está trabajando para que ciertas causas políticas surjan y resulten triunfantes. Por supuesto que este tipo de conspiranoia positiva implica también creer que se forma parte de dicha conspiración. Vale decir, se trataría de una conspiración nacional o mundial donde hay mucha gente unida y confabulada para remar exactamente hacia la misma parte que a uno le gustaría, donde todo está planificado por alguna entidad para que las cosas resulten en algún futuro tal cual como sería conveniente, o donde incluso existen "fuerzas" (históricas, culturales, económicas o sobrenaturales) actuando a favor de la causa que a uno le gustaría que ganase. Incluso podría llegar a pensarse que existe una especie de “Nuevo Orden mundial positivo”, encarnado tal vez en una nueva generación que “lo ha entendido todo”, o por un segmento poblacional totalmente único y decente, en contraposición al otro NOM negativo.
Pensar de esta forma, es igual de conspiranoico que la conspiranoia “negativa”. Se cae en exactamente los mismos razonamientos, solo que de forma "positiva" y esperanzadora, pero con la misma ingenuidad. Y la verdad es que el mundo es mucho más complejo que eso, lo mismo que la acción política. Caer en esta conspiranoia “positiva” simplemente es elegir no querer ver las cosas tal como son, ver victorias donde no las hay y creer en soluciones que aún no existen. Toda acción política debe tener una gran cuota de realismo y pragmatismo si desea salir victoriosa. Es necesario tomar seriamente en consideración todos los factores en juego y en todo ámbito posible, y con esto me refiero a los factores reales, no a los que estarían sucediendo en un mundo idealizado basado en el dogma transmitido por alguna escuela de pensamiento o las fantasías contemporáneas de cierto grupo. Muchas veces los enemigos efectivamente existen, pero para poder luchar adecuadamente contra ellos hay que primero saber identificarlos correctamente.
Por ejemplo, de nada nos serviría atacar a un supuesto NOM si queremos luchar por la soberanía nacional. Así lo único que estaremos logrando es malgastar energías, mientras las fuerzas que están efectivamente atentando contra la soberanía no recibirán daño alguno y continuarán tranquilamente con su acción impune. Por otro lado, si queremos luchar adecuadamente por resolver los problemas de cierto grupo demográfico, ya sea un grupo etario, étnico, de género, etc. no sacaremos nada con quedarnos solo con los factores causales que encajan con un relato predeterminado, o distorsionar la realidad para que parezca como que existe una conspiración o un sistema cuyo fin es oprimir o dañar solo a ese grupo demográfico en particular. Por otro lado, así como puede ser el caso que efectivamente haya enemigos muy concretos que estén detrás de un problema determinado, y que no sean los que originalmente se creían, también puede ser el caso que no los haya de la forma que creemos, y que realmente haya muchos factores diferentes incidiendo en un problema determinado. Es frecuente que los factores causales que determinan un problema se encuentren distribuidos de forma compleja, interaccionando con varios otros problemas sociales y otras causas comunes, incluyendo factores económicos, geográficos, culturales, políticos y geopolíticos, todos los que deben ser tomados en consideración. Para poder detectar adecuadamente estos aspectos y poder focalizar correctamente la acción política, se hace necesario disponer de una visión científica de la realidad, contar con teorías adecuadas y estar dispuestos a criticar siempre los prejuicios. De lo contrario, difícilmente podremos solucionar los problemas o actuar para cambiar la realidad que los genera. Y así, mientras se ataca al NOE omnipresente o a alguna entidad abstracta de otro tipo, la soberanía seguirá en manos extranjeras y los miembros de ese grupo demográfico seguirán recibiendo daño.
Cualquier movimiento político que aspire a cambiar la realidad de alguna forma, deberá primero procurar tener un conocimiento acabado acerca de esa realidad que se aspira a cambiar, así como también una visión científica respecto de las posibles consecuencias de las acciones que se emprendan con ese fin. El caer en simplificaciones, reduccionismos u distorsiones de la realidad para explicar los fenómenos es un riesgo latente que debe ser siempre tomado en cuenta. Muchos movimientos políticos utilizan esto con alevosía para poder captar militantes y masas cada vez más grandes en su apoyo, enarbolando para esto alguna causa basada en distorsiones flagrantes. Para luchar contra esta hipocresía no hay mejor arma que la crítica y la verdad. Tener una visión científica del mundo es esencial para poder influir sobre él.
NOTAS
[1] Esta especulación, de la que no vale la pena entrar en detalles, es bastante marginal comparada con las otras dos mencionadas y se encuentra bastante cercana al NOM. Sin embargo, la menciono puesto que entre los grupos más reaccionarios ha penetrado bastante profundo. Incluso ha sido difundida entre la oligarquía colombiana y sus defensores producto de los recientes movimientos en ese país, donde su principal propulsor fue invitado a dar conferencias acerca de ella a sus organismos de inteligencia y policiales.