Por Luis Bozzo

El sábado y domingo 15 y 16 de mayo de 2021 respectivamente, se llevaron a cabo las esperadas votaciones para elegir gobernadores, constituyentes, alcaldes y concejales. Las predicciones simplistas declaraban que los partidos tradicionales ganarían ampliamente, con notoria ventaja de los llamados “centros políticos”. Pero nada ocurrió así, puesto que quienes dominaron las elecciones fueron, aquellos personeros de la llamada “Lista del Pueblo”, compuesta por independientes y también por miembros relacionados con el Frente Amplio y la izquierda liberal. Por otra parte, la derecha oligárquica típica como la UDI, RN, o el Partido Republicano, perdieron en múltiples frentes, sobre todo en las constituyentes, no teniendo habiendo ganado una fuerza mayoritaria como para influir en la redacción de la carta magna.

Estos acontecimientos provocaron cataclismos dentro de los partidos institucionales que disfrutan y participan del negocio neoliberal, los cuales procedieron a la vieja táctica de la alianza y coaliciones. Llamó la atención por ejemplo, el pacto entre el partido comunista y el frente amplio (colectividad nueva que decía derrocar los viejos paradigmas de la concertación y el neoliberalismo).

Los hechos también representaron una bofetada para aquellos fanáticos de la conspiración que alegaban el secuestro del proceso, cocinado de manera minuciosa por los partidos políticos y las trampas de la convención constituyente , planteando que la casta política encarnada en el duopolio “bacheletista-aliancista” -como clamara Joaquín Lavín-, se robaría el proceso. No es una mentira que los partidos institucionales optarían por incidir en el porvenir de la constitución venidera, el error es considerar que tienen las facultades y poderes como para teledirigir los acontecimientos a su antojo y sin imprevistos. Lo cierto, es que pese a los artilugios oligárquicos de la convención, las votaciones sorprendieron, otorgándole el triunfo en los escaños a personajes inesperados, ajenos a una carrera política, o más bien mediáticos como la conocida “tía pikachu” o Daniel Stingo entre otros.

Recordemos lo que dijimos durante la campaña del apruebo o rechazo:

1-La nueva constitución no es el fin de la historia, sino una mera etapa producida por el fracaso de la inconsistencia neoliberal, gigante con pies de barro desintegrado con presiones empujadas desde las bases populares. El pueblo cumple el rol de la piedra.

2-El estallido social no fue producido por conspiraciones súper-poderosas como alucinan los lunáticos de la reacción, sino como una consecuencia de las contradicciones e injusticias de un modelo funesto, dando lugar a la oposición desde abajo contra la estructura de poder. El neoliberalismo es la perpetuidad de la injusticia misma, y los pueblos no son inertes ante el peso que obstaculiza la vida, por el contrario, contrarrestan la corriente desde las fuerzas que nacen en las entrañas y el cerebro.

3-Por la evidente crisis de legitimidad y representatividad, el pueblo de Chile no cree ni creerá en la palabra de los viejos partidos neoliberales ni de sus apéndices gremiales y sindicales como la CUT, y buscará accionar políticamente de formas más directas que a través del gastado sufragio. Estamos vivenciando la repolitización civil.

4-Ha quedado en evidencia que los viejos partidos institucionales y abiertamente neoliberales, no tienen capacidad de dirigir el curso histórico según su voluntad. Los imprevistos les presionaron primeramente a tener que ofrecer el paquete de “convención constitucional”, y ahora, les obligan a rearticularse en coaliciones para pervivir a la fuerza como ánimas en pena, planificando desde ya las elecciones presidenciales.

Nos encontramos, entonces, frente una variación de las condiciones políticas y sociales en Chile. Dentro de la crisis del neoliberalismo se produce la etapa de caos capitalista, desde cuya oscuridad, pueden surgir monstruos, pero también héroes.

Los derechistas más inocentes y defensores del modelo, creen que podrán frenar el proceso rechazando la eventual constitución en el plebiscito de salida. Alucinan con la victoria del neoliberalismo y la institución oligárquica, pero por lo mismo, están incapacitados para ver la realidad. Los reaccionarios aluden esperanzados a la masa no votante, interpretando que quienes no sufragan, se abstienen por estar aparentemente desconfiados del proceso constituyente, sin embargo, el peso de la verdad adviene aplastando las ilusiones infames de estos lacayos. Quienes no votan, no lo hacen por indiferencia, sino porque están hartos de las políticas de votación, de la falsa representatividad, y buscan otras formas de participación directa, es decir, son un componente humano aún más enemistado con el orden vigente. El peticionismo semicolonial, y la despolitización jaimeguzmanista de los cuerpos intermedios también están siendo vencidos. El pueblo vuelve a recuperar sus tejidos y transformarse en sujeto político.

¿Qué ocurrirá entonces en la redacción de la Constitución? Todavía queda por ver, pero el centro de la batalla, no radicará esencialmente en cuestiones valóricas (como temen los reaccionarios más torpes), sino que se determinará por la capacidad de extinguir los últimos numerales del Artículo 19 de la Constitución actual, que dicen relación con la no intervención del Estado y la consolidación del libre albedrío de los mercaderes usureros. Aquellos numerales que van del 20 al 24 incluyen los mecanismos estructurales económicos por los cuales se desarrolla el neoliberalismo junto a todas sus consecuencias culturales. Con la reelaboración de los numerales 9, 10, 11, 14 y 16, entre otros, podría desarmarse en su totalidad el centro de gravedad neoliberal de la Constitución.

Como ya lo hemos establecido, esta constitución no implicará el término del proceso histórico de larga data que estamos viviendo los chilenos. Podría que ser, que las fuerzas reformistas de la izquierda liberal y burguesa, maquillen el modelo con algunas pautas de justicia social, sin golpear el centro de gravedad del sistema, lo que aseguraría el triunfo gatopardista que dice: “todo tiene que cambiar para que nadie cambie”. Aquello no debe preocuparnos tanto, porque aún en esos parámetros, recordemos que las condiciones materiales han variado y el rechazo al neoliberalismo se agudiza dentro de las fuerzas populares. Si el armazón estatal-gubernamental no se condice con los anhelos del pueblo, este será proclive al derrumbe, ya que no habrá resolución de contradicciones entre la necesidad histórica de soberanía política y la imposición de directrices oligárquicas verticales, impuestas desde arriba.

También podría ocurrir (aunque menos probable), que otro golpe de sorpresa nos impresione en la elaboración constitucional, y se redacte una carta magna donde efectivamente se erradiquen los aspectos fundamentales del neoliberalismo estructural. Esto tampoco debe observarse desde el triunfalismo, más bien del análisis científico de la realidad, facilitándonos cerciorar que el curso histórico chileno se desarrolla en aras de las pretensiones del pueblo contra la estructura oligárquica.

El hecho de que los liberales de izquierda, progresistas o personas cercanas a esos programas conquisten el auge de la política del ahora, no debe ser motivo de alarmismo para quienes buscamos la transformación total de Chile, pues recordemos que si esos personeros se remiten vulgarmente a maquillar el modelo fracasado existente, el precio a pagar será muy caro, al no tener competencia para alivianar la grave crisis social y satisfacer los reclamos civiles que seguirán in crescendo. Antes de la victoria jacobina por medio del Comité de Salvación Pública, fue necesaria la etapa de Monarquía constitucional. Antes de la victoria bolchevique, fue necesario el gobierno burgués provisional. El triunfo de las fuerzas del "liberalismo de izquierda" y el desplazamiento de la "derecha más dura", define una evidente variación favorable de las condiciones sociales.

Hay que seguir trabajando y ganando terreno en las bases populares, más allá de la institucionalidad. Nada se ha perdido, por el contrario; la misión histórica del pueblo chileno aún no se ha concretado. Cuando llegue el momento de quienes no negociamos, ni ponemos falsas sonrisas de candidatura, ni pretendemos conciliar con neoliberales y reaccionarios, entonces la oligarquía si tendrá razones fundadas para temer.

La cultura de peón semicolonial que “pide derechos” a la autoridad, se extinguirá cuando se comprenda qué hacer política no es sinónimo paradigmático de votar esporádicamente, o ir con un pliego a la marcha (esas son estrategias ocasionales y utilitarias), sino construir poder popular disciplinado en destacamentos ajenos a la institucionalidad, forjando capacidad de presionar e incluso derribar estructuras, instaurando otro ordenamiento. Cuando se desmiembra el peticionismo, ahí el peón se transforma en ciudadano.