Por Carlos Salazar

Antes de comenzar a hablar de lleno respecto al transhumanismo, es necesario hacer una breve recapitulación de las distintas categorías que Aleksandr Dugin plantea en su libro “La Cuarta Teoría Política” (en adelante, 4TP).

La primera teoría política de la modernidad es el Liberalismo y su sujeto político cartesiano es el individuo. La segunda corresponde al socialismo/comunismo con su sujeto, la clase-colectivo. La tercera es el nazi-fascismo, cuyo sujeto pueden ser las construcciones artificiales de Estado, Raza o Nación. Finalmente, la Cuarta Teoría Política de Alain Benoist y Aleksandr Dugin como propuesta, coloca como su sujeto político al Dasein de Martin Heidegger, esto es, el “Ser-Ahí” o “Ser-Ahí-En-El-Mundo”. El Dasein es el hombre (o la mujer), cada hombre o mujer único es Dasein, el Ser que es arrojado al mundo. El Dasein es el único ente, -entiéndase ente como todo aquello que existe-, que se pregunta por el Ser, se hace la pregunta de ¿Quién Soy?

En el ámbito humano, el Dasein es este “hombre existencial” (o “mujer existencial”) que se hace la pregunta primeramente sobre su propio Ser, y después por el Ser de los demás entes. En el ámbito político, esta categoría corresponde al Pueblo, como han señalado tanto el profesor Dugin, como el filósofo argentino José Pablo Feinmann en su libro “Una Filosofía Para América Latina”. Además de que los pueblos, -es decir cada pueblo particular-, constantemente se pregunta por su propio Ser (¿Quién Soy?); el Pueblo no corresponde a una categoría artificial de la modernidad como lo son el Estado o la Nación. El pueblo corresponde a una negación de la primera teoría política que eleva al individuo como centro de su pensamiento, como canon de interpretación de la realidad. Es decir, acá no estamos hablando de una suma artificial de “individuos”, por el contrario, el Pueblo es algo orgánico e histórico. En palabras del propio Dugin: “los muertos forman parte del Pueblo y también los bebés que están por nacer (…) El Pueblo no solo hace su propia historia, sino que al hacer su propia historia también se crea a sí mismo.”

¿Por qué es importante recordar esto? Porque, por un lado la 4TP es un llamado o invitación a superar las categorías de la modernidad (Individuo, Nación, Estado, etc), para avanzar hacia una teoría política que toma al Dasein como su punto de referencia, por otro lado, el liberalismo no solo toma el camino opuesto reduciendo todo al “individuo”, sino que además niega toda identidad colectiva que se oponga a este individuo, como puede ser la nacionalidad (actualmente se promueve la idea del ciudadano del mundo, el hombre global, es relativamente fácil cambiar de nacionalidad y además ha pasado a ser un signo de status de la élite). También puede ser la religión (hoy se abre un mercado infinito de creencias religiosas y cualquiera puede cambiar de religión según le apetezca). Incluso el género, la edad y todos los colectivismos se ven atacados por el desarrollo del liberalismo. Hoy, en mayor o menor medida los defensores e ideólogos del liberalismo buscan que todo se reduzca a nivel de una decisión individual.

El liberalismo propone la defensa de la “libertad del individuo”, es decir se opone a la libertad en todos los otros ámbitos fuera del individuo, y termina por defender un ámbito muy limitado de la libertad, y a fin de cuentas, la libertad individual en el sistema liberal capitalista termina siendo práctica y exclusivamente la libertad de consumo en el mercado, libertad que de todos modos queda condicionada a la cantidad de dinero que se tiene.

Respecto a este reduccionismo “ad-individuo”, en esta nueva etapa del liberalismo, habiéndose relativizado todo aspecto colectivo del ser humano, ya fuera por su nacionalidad, religión, género, y otros, no conformes todavía, algunos liberales de hoy ofrecen el transhumanismo como el futuro del individuo. En otras palabras, la última identidad colectiva a la que un “individuo” podía adscribirse, es decir la calidad de ser humano, pasa a ser opcional con el transhumanismo. Esta propuesta, apoyada por personajes como Elon Musk, que tiene como meta la unión de hombre con máquina, la unión de la conciencia a la máquina, y promete una vida eterna en el ciberespacio o alguna otra dimensión análoga, la realidad digital. Sobre esta realidad digital, podemos decir que incluso ya existe, toda vez que son cada vez más comunes los casos de personas que -en palabras de Zygmunt Bauman- viven una vida “online” y que muchas veces llega a tener mayor importancia para ellos o ellas, que la vida offline, ofreciéndonos un panorama distópico francamente aterrador (Respecto al fenómeno que hoy se percibe en Redes Sociales, revisar el artículo “El Gran Narciso” de Luis Bozzo).

Un enemigo abierto y frontal, opuesto abiertamente a todo lo que representa al liberalismo es la Cuarta Teoría Política.

La 4TP, como ya lo hemos mencionado, tiene como su sujeto político al Dasein. Asumiendo nuestra particularidad como Dasein, cabe hacernos la pregunta que nos es propia: ¿Quién soy?, en otras palabras ¿Cuál es mi Ser? No es fácil responder a esta pregunta. Al Ser de Heidegger “no se le vió nunca” nos dice Feinmann. Por eso algunos se ven tentados a vincular este “Ser” con el Dios veterotestamentario que con voz tronante nos afirma: “Ajyá Ashar Jeyá” (Yo soy el que soy). Y quizás nosotros deberíamos también respondernos lo mismo al momento de confrontar esta pregunta (esto es una reflexión mía).

Por otro lado, Heidegger nos dice que Ser del “Ser-Ahí” es el Ser-para-la muerte, es decir, que solo enfrentando la inevitabilidad de la muerte podemos existir auténticamente. Por lo mismo, Heidegger criticaba los escapismos trasmundanos como los que en su época ofrecían las promesas de “vida eterna” de las religiones (Heidegger decía, “cuando hacemos filosofía dejamos de hacer teología”) y que hoy el liberalismo con su especulación metafísica nos promete a través de la distopía del transhumanismo. Sin la perspectiva de la muerte, el “hombre o mujer existencial” se olvida de su Ser, empieza a vivir de forma inauténtica. El “Dasein” es atrapado por el “Dasman” y la preocupación principal por el “Ser” pasa a un plano menor en comparación a la preocupación por los entes.

Teniendo esto en cuenta, cabe mencionar que, como el ser humano nunca es un ente aislado, sino que vive en profunda conexión con respecto de su comunidad y de quienes la integran, no es descabellado pensar que lo que ocurre con el Dasein en un sentido antropológico, tiene importantes repercusiones en lo político respecto del Dasein en cuanto a que es Pueblo. Sin embargo, no podemos decir del Pueblo o los Pueblos, con la misma certeza con la que Heidegger decía respecto del hombre, que el Dasein es “Ser-para-muerte”. Todavía queda dilucidar cuál es ese “Ser” del Pueblo, y en específico del Pueblo Latinoamericano y más específicamente, el Pueblo Chileno. Por el momento puedo especular, siguiendo un poco la Idea de Feinmann, que el Dasein-Pueblo Chileno es “Ser-para-la liberación” o “Ser-para-la resistencia”, pues, así como el Dasein-Hombre se planta frente a la muerte para existir auténticamente, el Dasein-Pueblo se planta frente a los imperios y las oligarquías que niegan su forma auténtica de existir.

Retornando al problema del transhumanismo, este es un opio, entre los muchos que hoy se nos presentan. También lo es para el Pueblo propiamente, ya que el transhumanismo que ofrece el liberal-capitalismo no se trata del transhumanismo místico-evolutivo de Teilhard de Chardín -quien planteaba por ejemplo la evolución del hombre hacia el llamado punto Omega o Cristo Cósmico-, sino que más bien de un producto de consumo para los ricos, inalcanzable para los pobres, pero igualmente apetecible a estos. Pero solo enfrentando nuestra propia muerte tendremos libertad.