Recientemente el Ejército de Chile, lanzó una declaración condenando la quema del monumento del General Manuel Baquedano, catalogando a quienes perpetraron dicha acción como “antichilenos”, alegando que estos manifestantes desconocen la historia del personaje y su importante contribución respecto de la anexión de territorios en el norte luego de la Guerra del Pacífico contra Perú y Bolivia.
Sobre el supuesto desconocimiento histórico que podría exhibir nuestra población, podemos discutir mucho, pero también sobre el conocimiento histórico parcializado y mitológico que suele manifestar el Ejército. Es necesario plantearse la interrogante: ¿Está en condiciones morales el Ejército de Chile de considerar a otros como “antichilenos”? puesto que la historia de las fuerzas armadas está bien documentada y podemos rastrearla de forma tan minuciosa como los escandalosos casos de corrupción, robos millonarios o matanzas contra el propio pueblo de Chile. Ya de antemano podemos declarar que el Ejército actual efectivamente es ladrón, corrupto y asesino, funcionando con las lógicas añejas de guerra fría de “enemigo interno”, cuyo adoctrinamiento gringo hacía referencia a los movimientos sociales y populares del propio país.
Vamos a exponer algunos puntos para la discusión:
El Ejército de Chile tuvo un origen libertador, revolucionario, latinoamericanista y antimonárquico, fundado bajo los principios republicanos de la democracia popular y la construcción de una nueva civilización continental distanciada del viejo mundo. Este Ejército fue financiado y comandado principalmente por connotados próceres de la independencia, quienes dedicaron su vida a esa tarea.
Luego del triunfo sobre los realistas y el comienzo de la etapa de la formación de la república y ensayos constitucionales, varios militares y héroes de la independencia tomaron interés sobre los procesos políticos que se llevaban a cabo. Chile presentaba una multitudinaria y fuerte cultura popular de asambleas, con participación directa de la población, cultura vecinal de cabildos y numerosos gremios principalmente artesanales, buscando construir un Estado esencialmente descentralizado. No obstante, la existencia de una fuerte burguesía mercantil oligarca, forjada por décadas de matrimonios arreglados, latifundios y monopolios varios, ya se planteaba a sí misma como la encargada de dirigir los destinos de Chile.
Esta burguesía mercantil organizó y financió un Ejército irregular para la toma del poder, aboliendo la Constitución democrática de 1828, y redactando finalmente la de 1833. Ese Ejército ilegal estuvo comandado por José Joaquín Prieto y Manuel Bulnes, quienes ostentaron durante un decenio cada uno, la Presidencia de la República. Durante esa época, -conocida normalmente como “portaliana”-, se desterraron y se sentenciaron a muerte, a numerosos héroes de la independencia. Caso emblemático, es el de Ramón Freire, héroe militar, respetado por el pueblo, por sus compañeros de armas, pero condenado al destierro por las fuerzas golpistas. Durante este periodo, el Ejército pasa a transformarse en un instrumento del poder político-económico vigente; la oligarquía histórica.
Chile es el pueblo, y contra el pueblo de Chile se registran más de 18 matanzas llevadas a cabo por las fuerzas de orden nacionales ¿Qué podría ser más “antichileno” que apuntar las armas y disparar contra el propio pueblo desarmado?
Ese infame acto de cobardía dibuja una marca maldita y deshonrosa en el Ejército. El Ejército deja de ser la extensión armada de la soberanía popular -como debiera serlo-, para transformarse en la fuerza perruna de una oligarquía que de vez en cuando, suelta algunos trozos de pan.
Se mencionan las hazañas bélicas del General Baquedano, pero ¿Por qué el Ejército no menciona que el bajo pueblo combatiente valeroso en aquella difícil guerra del desierto, no tocó nada del botín, y que de hecho murieron en el más infame abandono? ¿Por qué no se dice que la oligarquía, pudo llevar a cabo una revolución industrial tardía con los recursos de los territorios integrados para el bienestar de toda la nación, pero que por el contrario, negociaron con el imperialismo anglosajón la repartija comercial, dejando nuevamente al pueblo en la más absoluta miseria? ¿Qué podría ser más anti-patriota y anti-chileno que preferir el bienestar de la propia clase usurera por sobre el resto de Chile?
El Ejército, debiera considerar primeramente a la oligarquía histórica como aquella excrecencia anti-chilena, y debiera auto-plantearse un mea culpa por representar tan servil actitud de vasallo ante la politiquería usurera; el reinado de los mercaderes que durante décadas, nos hunde en la crisis que hoy estalla. Si el Ejército conociese de historia, podría realizar una conclusión cercana a esa.
¿Cómo puede pretenderse que exista una especie de veneración o respeto por ciertas simbologías monumentales? Quizás no lo comprendan, las escuelas académicas del Ejército no lo enseñan, pero las mayoritarias generaciones desarraigadas que han nacido en el basurero neoliberal, presentan una desconfianza radical contra cualquier símbolo de la institucionalidad histórica, sean las fuerzas armadas, la religión, las autoridades políticas e incluso contra los grandes medios de comunicación. Existe un odio visceral-espontáneo contra todo lo que pueda ser una representación del sistema. Décadas de marginación social, impotencia por todos los casos de corrupción reiterados e impunes, una educación pública y subvencionada nefasta, propaganda consumista insertada por la fuerza, despolitización cultural durante la dictadura, no reproducirán exactamente un modelo cívico respetuoso de las estatuas o lo que puedan conocer como “memoria histórica”.
Nosotros sostenemos que dentro de un nuevo Chile popular refundado si debe existir un Ejército, pero cumpliendo su misión original, que es ser una prolongación armada de la ciudadanía. Todo trabajador debe ser un soldado, y todo soldado debe ser un trabajador; todos ciudadanos laburando para la construcción de una patria auténtica y libre, sin usureros privilegiados. Actualmente el ejército sigue siendo un triste grupo social marginado, desconfiado de la ciudadanía, sin respaldo popular, utilizado por la oligarquía política, corrompido hasta las heces por sus mandos superiores oligarcas, quienes pactan con los monopolistas comerciales y los negociantes de la política.
El asunto central ni siquiera es Baquedano –pudo haber sido la estatua de cualquier otro-, el tema principal es preguntarse por la razón que conlleva al ataque instintivo contra los patrimonios propios de un sistema repudiado y corrupto. El Ejército, y los hipócritas que emprenden sus cuestionamientos solamente contra los manifestantes, aún no comprenden la complejidad del proceso histórico encarnado, marcado por una irremediable crisis de representatividad y legitimidad. No se reconoce la legitimidad de las autoridades, la han perdido completamente, ni siquiera por los medios de comunicación podrán aquellos zombies de la política lavar su pudrición, menos aún habrá respeto por estatuas, (si eso es lo que les importa). Las depuraciones siempre comienzan por las estatuas, las simbologías, los pilares, y terminan propagándose por las carnes de los grandes acusados de la historia; los enemigos de la vida, los enemigos del pueblo.