Violeta fue una creadora en un mundo de imitadores, pero su mutante creación artística tomó forma final, luego de que rescatara y resucitara los vestigios de un Chile popular que se extinguía en los rincones de la historia. Tomó acordes, ritmos, pulsos, letras, tonadas, refranes, historias y mitos de los campos, de comunidades indígenas, de fondas, del norte y de variados poblados, como una misionera que entremezcló fragmentos para una obra superior y original, la cual posteriormente algunos denominaron: “Nueva música chilena”, un género propio de nuestro país, inspirando a centenas de artistas a nivel nacional e internacional incluso hasta hoy en día.

Sus canciones no solamente eran originales en cuanto a ritmo, sino también en lo que respecta a letras. Varias de sus canciones eran de combate político, llamaban al pueblo a levantarse contra el embaucador, el corrupto, contra el clérigo y el somnífero de la fe apaciguadora. Violeta llamaba al combate de la clase popular invocando el ancestral pulso bélico del kultrun y arpegios de guitarra agresivos. Amaba al pueblo, a su prójimo. Denunció la injusticia y la mentira, amó la vida con sus placeres y sus tragedias (ella siempre vivió en el centro de la tormenta), pudo comprender con extrema claridad el sentido profundo de la existencia, haciendo de ella una lucha sin cuartel. Encarnó en sí misma la batalla del Chile popular, la dolencia histórica y la gran batalla de nuestro pueblo por la conquista de la vida y la muerte.