Clases sociales
Las clases sociales se definen como aquellos sectores de la población, cuyos intereses económicos son semejantes, en consecuencia de la relación de los modos de producción, tomando en consideración la realidad histórica determinada. Las clases sociales tienen menciones antiquísimas; desde la Grecia clásica, en Platón, Aristóteles y otros.
Es común observar que, dentro de una misma ciudad contemporánea, existan diferencias arquitectónicas y de cultura radicales, entre diversos barrios vecinales. Por ejemplo, en el mismo Santiago de Chile, si comparamos un sector de la comuna de Vitacura con otro de La Pintana, comprobaremos múltiples grietas enormemente abismales entre un grupo socioeconómico y otro, pese a que ambos existen dentro de un mismo país, cuya Constitución asegura -o debiera garantizar-, igualdad de derechos y condiciones para todos los habitantes. Examinamos aquí una contradicción social.
Los reaccionarios apátridas (aquellos que defienden el modelo nacional socioeconómico, valórico y cultural liberal-conservador, entre otras cosas), niegan las diferencias de clases –o incluso las justifican aludiendo a darwinismos sociales anglosajones del corte de Spencer-, por ignorancia o porque deliberadamente, defienden ciertos intereses de clase. No hay destino común, ni nada de esa falsa bandera unionista entre oligarquía y pueblo (donde la primera parasita del segundo). Lo verdadero, es que estas profundas desigualdades, podemos comprenderlas con el estudio histórico de las clases sociales y su conformación.
Tras los lemas reaccionarios pseudo-patriotas de “unionismo”, “colaboracionismo”, o “corporativismo”, suelen ocultarse doctrinas pro-burguesas que siempre juegan a favor de los segmentos sociales que parasitan de la nación, pues a éstos, lo último que les importa es la patria comunitaria (el pueblo), sino sus privilegios. Esos carroñeros Interpretan la patria como el sistema que garantiza su posición y estatus social.
El socialismo científico centró su estudio en esta realidad social, en un contexto histórico de revolución industrial, dando origen a las ciencias sociales. En ese sentido, se identificaron las enormes diferencias entre la burguesía industrial y el proletariado obrero, cuya primera clase se caracterizaba por poseer los medios de producción (el capital), y la segunda por tener solamente su fuerza de trabajo. De igual forma, se estudiaron otras clases modernas como la burguesía financiera (bancos y monopolistas de materias primas), clases terratenientes, pequeña burguesía (los comerciantes pequeños, propietarios y gremios), clase campesina, los ya nombrados proletarios y la burguesía industrial, así como el fenómeno de la explotación humana, y la metodología para resolver esas contradicciones irreconciliables.
En la historia hubo numerosos ejemplos de la existencia de clases sociales; como la que se chequea dentro de la contradicción de amo y esclavo, de señor y siervo, o proletariado y burguesía. Son hechos ciertos e indiscutibles. Incluso en nuestra historia latinoamericana, hubo instituciones como la encomienda (un encomendero designado por el rey tenía a su cargo indígenas destinados al trabajo -principalmente minero o agrario-, a cambio de evangelización católica y protección), así también hubo esclavitud, sistemas de hacienda, y posteriormente fichas-salarios ocupadas en pulperías.
En Chile, la Hacienda colonial (que perduró hasta el siglo XX), y que dividía a patrones, de mayordomos, inquilinos y peones, es un ejemplo histórico evidente, entre los grandes propietarios y aquellos que no poseían más que su fuerza de trabajo (dos clases de chilenos). Inclusive, los inquilinos no recibían salario alguno, sino “regalías”, como el derecho de ocupar una choza y recibir comida (feudalismo a la chilena), oscurantismo social, que lamentablemente existió durante el siglo XX, siendo combatido ampliamente por las fuerzas populares obreras, cuya afrenta no rara vez terminó en masacre perpetrada por el monopolio de la fuerza institucional. De igual manera lo vemos en los salarios-fichas, con los que se remuneraba a obreros pampinos, para que las intercambiaran en pulperías (centros de abastecimiento) por alimentos y otros víveres.
Este modo de producción agrario semicolonial, no pudo competir de ninguna forma en el mercado mundial, pues no hubo revolución industrial tardía en Chile, produciendo solamente una pobreza histórica social y nulo desarrollo. Las fuerzas armadas sirvieron como brazo de la defensa del orden, contra cualquier sublevación del pueblo, y la Iglesia como el brazo ideológico, que utilizando la fe, condenaba toda la revolución, por ser "luciferina". De ahí se desprende que la noción de clase media o estratos sociales intermedios, resulten una ficción, puesto que la gran clasificación se divide tangiblemente entre explotadores y explotados, entre usureros y trabajadores, entre pueblo y oligarquía.
Es la explotación misma, aquella que despierta el anhelo de emancipación de los pisoteados, y es ahí cuando los intereses entre explotadores y explotados, entre pueblo y oligarquía se contradicen históricamente en extremo. Aquella contradicción, puede resolverse mediante el enfrentamiento y la acción -no se realizan revoluciones con guantes de seda-, sino con la movilización y la organización del pueblo. Recientemente vimos como el estamento político, se vió ampliamente presionado y temeroso de otro “estallido social”, aprobando leyes que jamás habría aprobado hace un año atrás. En este aspecto, la misión de toda la clase popular; los asalariados, pequeños propietarios, endeudados, etcétera, es la unificación y la conquista soberana del poder político, para refundación de un Chile verdaderamente justo.
Pueblo
“Pueblo” corresponde a una de las categorías más complejas de definir, esto debido a su antigüedad (halla sus orígenes en el mundo antiguo clásico) y la variedad de definiciones que posee desde una gran variedad de disciplinas (derecho, sociología, historia, política, demografía, etc.). Una definición general se puede hallar en la “Enciclopedia de la Política” del intelectual y político ecuatoriano Rodrigo Borja Ceballos: “Pueblo es un concepto eminentemente político: designa al grupo humano orgánicamente estructurado, consciente de su destino histórico, cuyos componentes están ligados entre sí por ideales comunes más o menos bien definidos”.
Si bien esta definición delimita el concepto “pueblo” a su uso dentro de los discursos políticos, cabe precisar que este uso puede tener distintas interpretaciones, basadas en ideologías opuestas. En este sentido, también es útil el trabajo del teórico argentino Ernesto Laclau, para quien el “pueblo” corresponde a un “significante vacío”, o sea, es una “identidad” que puede ser construida o dotada de sentido mediante concatenación de demandas populares no resueltas y que sirve para diferenciar a los actores populares de aquellos actores que detentan el poder.
Con lo anteriormente señalado; comprendemos que la definición correcta de pueblo, se enmarca dentro de una naturaleza política, comprendiendo su papel como sujeto histórico y social, en lo que se denomina “Clase Popular” o bajo pueblo.
Ya durante la revolución francesa; los teóricos jacobinos, los cordeliers y otros intelectuales filósofos de los movimientos ilustrados y enciclopedistas, habían propuesto definiciones políticas para comprender al pueblo.
Robespierre lo asimiló con la Patria, la república (cosa pública, de comunidad) y la soberanía popular, como antípodas a la tiranía monárquica y el privilegio de las aristocracias y los cleros: “¿Qué es la patria sino el país en que todo ciudadano es partícipe de la soberanía? Como consecuencia del mismo principio, en los Estados aristocráticos, la patria sólo significa algo para las familias patricias que han usurpado la soberanía. Únicamente en un régimen democrático el Estado es verdaderamente la patria de todos los individuos que lo componen y puede contar con tantos defensores interesados en su causa, como ciudadanos haya en su seno.”
Es ahí cuando el pueblo cumple un papel soberano y político, al identificarse como una clase social (de intereses comunes-colectivos), combatiendo al despotismo y la tiranía, ejerciendo el derecho de rebelión para consolidar la vida plena, armar su propia historia. De ahí la fórmula francesa: “Contra el horror del tirano, el terror popular”.
Dos siglos después, el socialismo científico, identificó y trabajó de forma desarrollada, el papel histórico de la clase obrera (proletariado) y su convivencia en medio del capitalismo industrial y la explotación laboral. Se componía el pueblo proletario, de todos aquellos que sólo poseían su fuerza de trabajo; obreros, campesinos, comerciantes pequeños (pequeña burguesía), -que no produce suficientes excedentes como para expandir su negocio, y siempre vive proclive a proletarizarse-, y por otro lado los explotadores; los grandes capitalistas industriales, y financieros. Por ende, correspondería la organización del pueblo, en las vanguardias populares políticas, organizadas en partidos, para dirigir los procesos revolucionarios, derrotando a las oligarquías dominantes, tomando en consideración la realidad diferencial y las condiciones materiales dadas en cada lugar del mundo.
Lo cierto, es que “Pueblo” es una comunidad política, una clase popular, que para constituirse como sujeto social, debe organizarse, para ejercer su poder soberano supremo, construir la patria, luchando contra todo dominio de la clase política oligárquica, nepotismo, tiranía corrupta, imposición imperialista o plutocracia. Si el poder corrupto enquistado, debe usar la fuerza para defenderse de su propio pueblo, es demostración de que no existe la representatividad ni la legitimidad del gobierno, por lo consiguiente, es menester recuperar y ejercer el poder popular; núcleo de una auténtica soberanía política.
Oligarquía
Según Aristóteles, es la forma negativa de una Aristocracia (gobierno de los mejores, reconocido en la comunidad por sus aptitudes éticas o intelectuales), siendo la Oligarquía, un gobierno de pocas personas perpetuado en el poder, no por las aptitudes de sus miembros, sino por motivos irracionales, como lo son; la mitología del linaje de sangre, una supuesta elevación espiritual o la riqueza económica que ostentan, trabajando además para sus propios intereses y no por la comunidad, ni la Patria.
El Marxismo-leninismo definió a la Oligarquía como una excrecencia parasitaria ajena a la nación, devoradora de la vitalidad de la misma, Oligarquía que debe ser eliminada por el Pueblo; único representante y constructor de la Patria.
La historia de América del Sur ha sido moldeada en gran parte por el trabajo de Oligarquías localistas que se han perpetuado de forma pétrea en la dirección política de los pueblos, pactando incluso con intereses imperialistas. Chile no ha sido la excepción.
¿Y quiénes componen la oligarquía? Se preguntan muchos. En Latinoamérica la respuesta es fácil. En Chile por ejemplo, nunca surgieron burguesías industriales, sino mercantiles extractivistas semicoloniales. Estas burguesías (clase de comerciantes), de carácter monopolista y terrateniente, no iniciaron reformas sociales una vez derrotado el poder peninsular realista (como lo puede ser la reforma agraria), sino que exiliaron a próceres que pretendían forjar una patria nueva, y tomaron para sí mismos, -inventándose incluso-, títulos de nobiliarios, adoptando caricaturescamente valores de nobleza (lo que Braudel denomina “traición de la burguesía”; con el pactismo post-revolución que tentó a los comerciantes a ennoblecerse, imitando a los patricios, y llegando a tratativas con los mismos). Ese fenómeno se desarrolló en Chile, y ésta burguesía mercantil; la “fronda aristocrática”, afianzó su poder económico y político durante la historia, con matrimonios arreglados, acumulación de patrimonio familiar, nepotismo en los altos cargos políticos, dentro de la oficialidad de las fuerzas armadas y hasta en la alta jerarquía de la Iglesia. Este es el núcleo de la oligarquía histórica (Quiste político), la cual también comprende en sí misma, a todos los aparatos ideológicos, corrientes de pensamiento, grupos de presión y simpatizantes que respaldan directa o indirectamente su existencia.
Por ello, decimos que todo aquel que plantee la coexistencia, el pactismo o la tolerancia con la oligarquía, es un enemigo y falso patriota. Puesto que no hay más sujeto de la patria que el Pueblo. La falsa consigna del colaboracionismo de clases es un absurdo en Latinoamérica. ¿Cómo podría un campesino o un obrero, colaborar consentidamente y elegir su destino precario, sirviendo a la acumulación de otro? Ese es el nacionalismo reaccionario que debemos erradicar.
Ya desde el golpe de Estado de los monopolistas del estanco en 1830, existía una poderosa oligarquía mercantil unificada por lazos familiares y de comercio, antes especificados. Representaban una fuerza imbatible dentro del país como bien lo estudió Edwards Vives. La oligarquía es el bloque conformado por la burguesía intercambiaria proimperialista en conjunto con las clases remanentes (latifundistas, alto clero, alta jerarquía militar), bloque que se beneficia del intercambio desigual con el imperialismo y perjudica a su vez al país, lo mantiene desindustrializado y sometido.
Formaron una oligarquía plutocrática, esto es; un gobierno dirigido por pocas personas, en razón de su clase, su pedigree y su situación económica privilegiada, por sobre toda la población chilena, imponiendo un sistema político vertical.
La historia social expuso este fenómeno y lo definió como "Dolencia histórica", pues el Pueblo chileno no ha construido su propia historia, sino que ha luchado con la oligarquía, incluso a costa del derramamiento de su sangre, Golpes de Estado, matanzas, torturas y exilio, por refrendar la justicia y el derecho supremo popular a gobernar la Patria.