Por Carlos Salazar

Artículo actualizado y publicado originalmente en el cuarto número de la Revista Herejía

La Cuarta Teoría Política, cuya génesis debemos atribuir al gran Martin Heidegger, y que posteriormente fue hábilmente desarrollada e interpretada por Alain de Benoist y Aleksandr Dugin, nos presenta una superación y propuesta teórica de las grandes ideologías de la modernidad, contraponiéndose finalmente a la actual hegemonía post-liberal global. La Cuarta Teoría Política es tajante en señalar la derrota de la tercera teoría (Fascismo) y segunda teoría (socialismo) en Occidente. La única teoría vigente es la primera (liberalismo), que ya va mutando de liberalismo a post-liberalismo, una etapa de primacía del poder económico por sobre del político, y en consecuencia la pérdida de relevancia del fenómeno político-institucional frente a la nueva política dirigida desde las empresas transnacionales, el monopolio del mercado y los medios de comunicación masivos. Sólo resisten en las periferias del mundo, Estados Socialistas patrióticos como Corea del Norte, Irán, Venezuela o Cuba.

Precisamente, el proyecto de la Cuarta Teoría Política, es proponer una alternativa contraria al post-liberalismo. Su impronta anti-individualista se traduce en lo que Dugin ha llamado, en forma muy atinada, el Populismo Integral. Este propone como sujeto político al “Ser ahí” (Dasein), o Ser auténtico [1], en contraposición al “individuo” como sujeto del liberalismo: “El hombre es cualquier cosa menos individuo”. En otras palabras, se opone atomismo uniformador globalista y le contrapone todo tipo de identidades colectivas que el liberalismo ha negado constantemente: “El hombre es su clase, su nación, su tribu, sus costumbres, su comunidad, su historia, su espiritualidad, etc”.

No existe para la Cuarta Teoría (en adelante 4TP) un interés individual, por el contrario, el interés del hombre en particular, es el de sus identidades colectivas, la originalidad y multiplicidad de pueblos junto a su derecho a Ser, sin que esto le signifique contradicción alguna, pues el antagonismo entre lo individual y lo colectivo es nuevamente, una conceptualización propia del liberalismo. La 4TP, como propuesta política en desarrollo, presenta algunas debilidades (el mismo Dugin señala en su libro La Cuarta Teoría Política, que esta no es un dogma, por el contrario es una propuesta y una invitación a construir), bastante bien explicadas por Luis Bozzo en un artículo anterior de la revista “Herejía” (número tres), entre las que vale la pena destacar la que a mi juicio tiene mayor relevancia para nosotros: la 4TP ha intentado aplicarse como calco de sus manifestaciones Europeas y Euroasiáticas, sin ahondar en el “Ser ahí” de nuestra América Latina.

Cuarta Teoría Política, no es sinónimo de Eurasianismo ni de Revolución Conservadora Alemana, por el contrario, la base fundamental de la 4TP es contraponer la diversidad o multipolaridad (étnica, nacional, cultural, política, religiosa, geográfica, lingüística de cada pueblo o continente), al unipolarismo anglosajón de la globalización. Esto permite que haya alianza entre nacional-materialistas norcoreanos, social-islamistas persas, nacional-conservadores, rusos, bolivarianos venezolanos, socialistas chinos, etc. ¿Pero qué hay de América Latina? ¿Es posible proponer un “Ser ahí” continental, que trascienda las identidades localistas de nuestros provincianos nacionalismos? Acá hay que reconocer que quienes más pasos han dado en esta dirección han sido los venezolanos desde el bolivarismo de Chávez: la reivindicación del concepto perdido de la Patria Grande, la creación de la (hoy tristemente inoperante) UNASUR, etc. No obstante, hay aspectos del bolivarismo chavista que son exclusivamente de la realidad venezolana, y por lo tanto, poco aplicables a realidades tan diversas como lo son Perú o Chile, por ejemplo.

Un pensador, que ha buscado proponer una especie de 4TP latinoamericana, es quizás sin saberlo, el Argentino José Pablo Feinmann. Su obra “Una Filosofía Para América Latina”, es bastante decidora al respecto: “¿Hay un Ser auténtica, autónomamente americano, y que para ello sea distinto a otros seres, el ser europeo, el ser oriental? Yo creo que no, que no hay una ontología americana. Lo que si hay, y hemos visto, son proyectos políticos, humillaciones, respuestas, guerras. América Latina que se busca a sí misma, las clases dominantes que siempre procuran la unión con el imperio y la lucha de todos los desdichados, desastrados que han habitado América Latina.” (Feinmann, Filosofía para América Latina, pág. 200) Siendo un hombre del peronismo, Feinmann, comparte las ideas de integración latinoamericana y las críticas del movimiento al imperialismo anglosajón y al capitalismo.

Curiosamente, su crítica parte desde una valoración a Heidegger y una visión bastante reticente de Marx: “Heidegger escribe Ser y Tiempo en 1927 y luego hace una voltereta y comienza con otro trabajo, que consiste en la crítica a la modernidad capitalista. Pero no al estilo de Marx, que afirma que la modernidad capitalista es injusta porque es expoliadora, porque es explotadora, por la lucha de clases. A Heidegger no le importa eso. Heidegger dice que la modernidad capitalista está destruyendo la Tierra, que la está arrasando a través de la técnica. Todo el “segundo Heidegger” es una crítica a la técnica en tanto devastadora del mundo en que vivimos (…) El capitalismo y el colonialismo no se detienen porque cuando un país necesita tantos recursos energéticos debe buscarlos afuera.” (Feinmann, págs. 18-19).

Esto lo hace tangencialmente cercano a una concepción latinoamericana de la 4TP. No es mi intención reproducir en este artículo toda la obra de Feinmann, la cual considero lectura obligatoria para todo seguidor de la 4TP. El objetivo de sacarlo a colación, es mostrar que existe un desarrollo intelectual importante en nuestro continente que nos permitirían avanzar en pos de una propuesta integral para América Latina. No hay necesidad de buscar en oscuros manuscritos medievales moscovitas o imitar cosmovisiones ajenas a nuestra realidad efectiva. Me preocupa que haya seguidores de esta corriente que todavía piensen que la 4TP es una nueva forma de conservadurismo o de fascismo, cuando es todo lo contrario (El propio Dugin llama a combatir el neofascismo caricaturesco, y el racismo pro-occidental). Las condiciones de nuestro continente son muy diferentes a Europa, acá nunca hubo un desarrollo de un marxismo en el sentido tradicional, la tercera teoría apenas tuvo efímeras manifestaciones -salvo en Argentina donde mutó adaptándose a nuevas realidades-, y el liberalismo fue impuesto a fuerza de balas, bayonetas, torturas y desapariciones.

América Latina es única, hasta el momento no hemos sido parte central de la historia universal (disciplina eminentemente eurocéntrica), desde la periferia hemos sido vistos como un “continente mágico”, un lugar donde lo suprarracional y lo supranatural convive perfectamente con la cotidianeidad (por eso es tan popular el “realismo mágico” entre los lectores yanquis y europeos). Nosotros mismos nos hemos visto como hijos del “mundo occidental”, al que queremos emular desesperadamente y tenemos como meta referencial.

Una 4TP latinoamericana, tiene que librarse de estas ataduras y fetiches, que solo sirven de lastre inútil. El absurdo y anacrónico culto a la pureza racial, el amor tóxico y masoquista a un “Occidente” que nos ve como basura humana (un estorbo en el avance de la “civilización” progresiva) o como pobres víctimas (buenos salvajes), el histérico anti-comunismo o anti-marxismo, etc. La genialidad de Feinmann es su propuesta de desarrollar una Filosofía para nuestro continente, no una filosofía en un sentido formal, nacida en las academias donde se estudia a Hegel o a Aristóteles y se aprende de innumerables categorías y clasificaciones en griego, latín y alemán. No, es una filosofía latinoamericana que nace directamente de la praxis. Un pensamiento que surge de las vivencias, de los conflictos históricos, de los mártires patrios. Bolívar, Mariátegui, John William Cooke, Salvador Allende, entre otros, son los artífices de nuestro original pensamiento, de nuestra propia manera de ver, pensar y hacer las cosas. Con todas sus fortalezas así como sus defectos y debilidades, reflejan la característica del Ser latinoamericano, que no es dado a la minucia de los detalles conceptuales, sino que se arroja a la acción. Esto nos acerca más al conocimiento del “Dasein” que nos es propio.

La característica de nuestra historia, es la lucha constante por la liberación, la liberación nacional – como en Vietnam- pero a diferencia de los vietnamitas, la nuestra tiene que ir de la mano con una liberación continental. Una oposición al imperio yanqui, que nos ve como patio trasero, y a cualquier otro imperio que aparezca en el futuro: “¿Qué es lo que tenemos que oponer?”- se pregunta nuestro pensador argentino, - “Lo que el hombre libre ha opuesto siempre a la tiranía: su afirmación de sujeto libre, su capacidad de decir: no, a mí no me van a someter. Yo no voy a aceptar pasivamente que me digan como son las cosas (…) porque efectivamente nos están mintiendo. Y para saber que nos están mintiendo, tenemos que elaborar nuestra propia verdad, que es nuestra propia visión del mundo, nuestra propia conciencia crítica. Aquello que hace de nosotros un ser humano. Alguien que habla y no es hablado. Que piensa y no es pensado. Que interpreta y no es interpretado.” (Feinmann, págs. 204-205).

De ahí que valoremos nuestros propios saberes alternos a la filosofía formal de las academias europeas: nuestra teología de la liberación, nuestra sabiduría popular-ancestral-indígena, nuestra poesía que muchas veces logra tocar los insondables misterios que el racionalista pensador ni siquiera conoce. Sobre todo nuestra forma de pararnos ante el destino. Como buen Heideggeriano, Feinmann regresa a la pregunta del Ser: “¿Qué es el Ser? ¿Y si digo que el Ser es praxis? ¿Qué el Ser es acción? ¿Qué lo propio del hombre es actuar? ¿Qué lo propio del hombre es hacer historia? (…) Si el Ser es praxis, habría una praxis política claramente diferenciada en América Latina.” (Feinmann, pág. 202).

Notas

[1] El Ser-ahí, la existencia auténtica de Ser, es un fenómeno material, tangible, para comprender como la globalización y su imperialismo universal expansivo, arrasan mediante el totalitarismo del “fin de la historia” (mencionado por Fukuyama), -es decir sin contrincantes políticos-, imponiendo una falsa existencia cultural, un Das-man en todos los rincones del planeta, sobre los pueblos, a los cuales se les aplasta con el desquicio del capitalismo desregulado, el individualismo hegemónico nihilista (autodestrucción, hastío del propio individuo, transespecismo, etc) o pseudo-vitalista exitista ( el buen hombre o mujer de negocios, el turista identitario ciudadano del mundo, el magnate).