Desarrollo extraído desde el listado de conceptos fundamentales del Círculo Patriótico

El Desarrollismo Industrial

Es una teoría económica surgida en América del Sur durante mediados del siglo XX, en un contexto de mundo bipolar. Su impulso se debió al escaso desarrollo económico de países del denominado tercer mundo, entablando el concepto de subdesarrollo y su aplicación en el continente.

La causa principal de este subdesarrollo sería el esquema mundial de división entre centro-industrial y periferia agrícola-minero extractivista. Esta división se traduce en una desventaja dentro del campo del intercambio en el comercio internacional, provocando una gran brecha entre los países industrializados y los que no poseen industria.

En términos precisos, el desarrollismo-industrial indica que existe la necesidad de una revolución industrial tardía en los países de América del Sur, forjando una industria nacional impulsada por un Estado empresario que invierta en bienes de capital y una fuerte planificación pública de investigación y avance tecnológico, dirigiendo una política de nacionalización, tanto de riquezas naturales como de empresas privadas; esto con la finalidad de disminuir la dependencia económica respecto del imperialismo, permitiendo el crecimiento del mercado interno, comprando divisas y competiendo en igualdad de condiciones dentro del panorama internacional.

En este contexto, es interesante hacer mención de como el liberalismo se apropió totalmente y monopolizó el concepto de mercado. El mercado y la relación oferta-demanda existen desde tiempos inmemoriales en los más variados sistemas, culturas y épocas. No corresponde enaltecerlo a la categoría burguesa de "prolongación de la libertad individual", interpretado en la desregulación, sino como un mecanismo de relación social y de aspecto económico, que no escapa a la regulación del Estado en pos del bien común.

Un ejemplo exitoso de desarrollismo industrial fue China que, basada en los métodos antes mencionados, transformó un sistema feudal-agrícola en una potencia desarrollada, capaz de luchar en la mismas ligas que occidente.

El recalcitrante nacionalismo reaccionario chileno se esmera en proponer el obsoleto "corporativismo". Dentro de una realidad neoliberal, donde el mercado ha sido totalmente absorbido por el retail, la inversión extranjera o venta al por mayor de mercancía importada ¿Dónde están los gremios nacionales como expresión de los grupos intermedios? los monopolistas del retail, a través de sus casas comerciales, incluso han fundado sus propias bancas.

La teoría del desarrollismo-industrial se condice con el soberanismo político en su objetivo de construir una nación fuerte, autocrática e industrializada, administrada por un Estado articulado, popular-patriota, intervencionista y proteccionista, que nos permita conquistar la independencia nacional.

El Ecologismo

Muchas veces se usa el término “ecologismo” para referirse a una variedad de cosas no necesariamente compatibles entre ellas. Si bien todas tienen en común la protección de la ecología, pueden diferir enormemente en cuanto otros aspectos relacionados.

Para definir ecologismo y cómo lo entendemos nosotros, primero es necesario identificar dos aspectos en cuanto a la protección del medio ambiente: Cuales son los medios y estrategias para alcanzarla; y cuales son los fines de esta protección. Es usual que en muchos casos se hable de “ecologismo” en forma acrítica sin precisar estos dos aspectos definitorios, convirtiéndose de esta forma en un eslogan políticamente neutro o en un instrumento que podría ser aprovechado por intereses con objetivos perniciosos para la sociedad, las naciones, la soberanía y el desarrollo.

Primero hay que entender cómo se debe lograr la protección del medio ambiente. Hoy es frecuente encontrar discursos ecologistas acompañados con consignas liberales, pacifistas e incluso anarquistas y primitivistas, todo esto envuelto en un halo mundialista y explícitamente anti soberanista, cuando debería ser todo lo contrario. Gran parte de los problemas medioambientales que aquejan hoy al mundo entero se deben a la falta (o nula) soberanía de los países y los Estados frente a intereses comerciales depredadores internos y externos. El caso de Chile es un ejemplo de esto. La mayoría de los problemas medioambientales que enfrenta hoy nuestro país responden a una falta de soberanía sobre las zonas protegidas, los humedales, los ríos, el mar y los bosques, además de la poca o nula capacidad -por parte de la autoridad-, de hacerla valer frente a las empresas nacionales y transnacionales inescrupulosas y nada de sustentables como forestales, inmobiliarias, mineras y agrícolas, por mencionar solo algunas.

Para solucionar estos problemas hacen falta políticas públicas robustas y fuertes, planificadas con una visión de país a largo plazo. Y, para que esto sea posible, es necesario contar con un Estado fuerte que sea capaz de hacerlas cumplir. Además, es necesario que el Estado propicie las políticas públicas basadas en evidencia científica y en las necesidades de los territorios, y no en intereses comerciales, demagógicos, egoístas o minoritarios.

Por otro lado, ¿Cuál es el fin de proteger el medio ambiente? Sin entrar en los detalles de todas las evidentes razones éticas en cuanto a la protección de las especies, la biodiversidad y los ecosistemas (que exceden con creces el espacio de esta definición), una razón para preservar y proteger el medio ambiente tiene que ver, por un lado, con el sostenimiento de la economía nacional, con la integridad territorial del país, y más a largo plazo aún, con la posibilidad de persistencia de la misma civilización. Visto de otra manera, un país industrializado y próspero, basado en una institucionalidad fuerte que garantice la justicia para todos sus habitantes, debe estar inserto en un sustrato que lo haga sostenible en el tiempo. Parte importante de ese sustrato corresponde al propio territorio donde la nación está emplazada, el que debe protegerse y preservarse como un imperativo ético.

En ese sentido, el modelo de producción capitalista y extractivista basado en la maximización de los excedentes no es sostenible a largo plazo. Es por eso que términos como “desarrollo sustentable” deben ser tomados en serio más allá de los eslogan vacíos de una que otra ONG de carácter liberal y cortoplacista. Un proyecto nacional a largo plazo implica pensar en su sostenimiento no solo económico, social y político, sino que también territorial y ecológico, lo que hace posible los otros aspectos.

En este sentido, propiciar la Industrialización nacional no es contrario a la protección de la ecología. La industrialización no tiene por qué ir de la mano con la depredación medioambiental, es más, el ser un país productor de materias primas es lo que nos ha costado el enorme sacrificio medioambiental que cada vez se incrementa más. La industrialización, realizada en forma sustentable y planificada, puede favorecer el surgimiento de actividades productivas industriales e innovadoras diversas que no conlleven la destrucción del medioambiente.

Finalmente, para generar un ecologismo que tenga sentido, urge pensar también un cambio de sistema político, la generación de una institucionalidad robusta y un Estado fuerte con la autoridad capaz de proteger el territorio y garantizar la soberanía nacional y popular frente a los intereses comerciales foráneos, que invierta en ciencia y tecnología, y que actúe basándose la evidencia. La defensa del medio ambiente solo tiene sentido en el contexto de un proyecto de país independiente, industrializado y sostenible a largo plazo. Por otro lado, el tender hacia este objetivo es la única forma de garantizar la protección del medio ambiente.