Por Camarada F.

Tal como comentábamos en la primera entrega de “Ojo Geopolítico”, la caída del Campo Socialista a finales del siglo XX y el ascenso de Estados Unidos como única potencia hegemónica cambió radicalmente la cancha en que toca jugar a los revolucionarios y patriotas del mundo. Los extraños sucesos del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York sirven al gobierno de Bush para legitimar una retórica cada vez más agresiva contra cualquier Estado soberano, incluso contra aquellos Estados gobernados por fracciones de la burguesía nacional que no aceptan una sumisión total ante el imperialismo. Cuando Bush declara la “guerra contra el terrorismo”, sindica a algunos países como “Eje del Mal”, e inviste a Estados Unidos del deber divino de defender “la libertad y la democracia” por todo el orbe, quedó claro que el siglo XXI estaría signado por las guerras. Los imperialistas anglosajones se aprestaron para obtener sus objetivos de corto y mediano plazo, los cuales son: derrotar a los socialismos irredentos y conjurar la amenaza de cualquier revolución socialista futura, reforzar las cadenas que atan a los países subdesarrollados a relaciones comerciales inequitativas y a una división mundial del trabajo injusta, impedir el desarrollo de otras potencias, y acelerar el proceso de valorización del capital a través de la explotación del trabajo humano y de la naturaleza. Para ello es preciso que los Estados Unidos:

1) Controlen el negocio de los hidrocarburos en el mundo

2) Controlen las principales rutas comerciales terrestres y marítimas

3) Mantengan un poder militar inigualable y avancen progresivamente contra China y Rusia, instalando bases y realizando ejercicios en las mismas fronteras de estas potencias

4) Destruyan las estructuras de los Estados-Nación “marcados para morir” debido a su situación geoestratégica privilegiada y/o riqueza de recursos naturales

5) Creen una confusión y desinformación globales de tal envergadura que permitan realizar todo esto sin mayores costos políticos y sociales. En este sentido, Estados Unidos prolonga y perfecciona la vieja “doctrina Monroe” según la cual los países de América Latina deben servir de factoría de recursos y bodega de reserva para sostener y financiar las aventuras político-militares del imperialismo por el mundo. Una América Latina controlada es indispensable para que Estados Unidos pueda proyectar su dominio sobre el globo.

Pero todo se trunca a partir del año 1999, cuando un carismático militar venezolano llega al poder en su país e inicia un proceso de profundas transformaciones sociales, se acerca a los enemigos de Estados Unidos (Rusia, China, Irán, etc.) y, para colmo, proclama el carácter “socialista” de su gobierno en el año 2005. Los imperialistas venían declarando al menos desde los 80s la muerte del marxismo y “el fin de la historia”, es decir, el supuesto hecho de que no existiría ninguna alternativa al capitalismo y a la hegemonía norteamericana. Y entonces, en este siglo XXI que parecía “el siglo americano” en las mismas narices del Imperio sale un Hugo Chávez con este atrevimiento. Los poderosos de Washington y Nueva York no cabían en sí de rabia y de frustración. Tantos esfuerzos gastados en derrotar al socialismo en Eurasia y se les aparecía de nuevo pero en “su propio hemisferio”: la historia no se había acabado. Esta es la importancia radical de la revolución bolivariana para nuestra generación y para el desarrollo de los acontecimientos mundiales. Bolívar, como se sabe, fue el principal general independentista americano y abogó siempre por un continente unido que no se arrodillara ante ningún imperio, incluyendo los Estados Unidos. Es por ello que la revolución venezolana, armada con la espada de Bolívar, representa un poderoso símbolo de oposición y resistencia al proyecto de dominio imperialista norteamericano. Es el duelo histórico entre Monroe y Bolívar, entre la soberanía y la sumisión.

Tras la muerte de Hugo Chávez en 2013 y hasta el presente Venezuela vive una crisis socioeconómica innegable, de origen multicausal. Como no nos gusta el simplismo en que cae la propaganda de los mass media, expondremos aquí estas causas en forma sucinta: 1) El subdesarrollo propio a todos los países excoloniales, saqueados durante siglos por las potencias coloniales; 2) El modelo rentista petrolero que ha impedido una diversificación productiva exitosa y que, ante la caída de los precios mundiales del petróleo, ha privado al Estado venezolano de su principal fuente de divisas; 3) La guerra económica multidimensional, agravada tras la muerte de Chávez, que se expresa en persecución y sanciones contra los Estados, empresas o particulares que se atrevan a comerciar con Venezuela o invertir en su territorio, así como en la más vulgar piratería contra los barcos venezolanos; y 4) Los errores y desaciertos de la dirección bolivariana que, al igual que todo lo humano, es imperfecta. Sólo un ignorante o un mercenario del imperialismo pensaría que este último factor es la principal explicación para la crisis venezolana.

Hoy la Venezuela bolivariana se encuentra en un estado de guerra total contra el imperialismo, con bloqueo económico y mediático, presión diplomática y política, internación de bandas paramilitares y varios intentos de magnicidio contra los líderes de la Revolución [1] . Afortunadamente las fuerzas populares han sabido resistir y responder al enemigo con inteligencia y valor, y no se augura que vayan a ser derrotadas en el mediano plazo, si bien es posible que Estados Unidos o sus vasallos invadan directamente el territorio venezolano: en este caso se encontrarían con una dura resistencia por parte del pueblo, entrenado y preparado en el Método Táctico de Resistencia Revolucionaria (MTRR), también llamado Guerra Popular Prolongada (GPP) o Guerra de Todo el Pueblo (GTP), según la nominación de cada país, que es la misma táctica usada en Vietnam para derrotar al invasor. Además, una invasión directa a Venezuela podría desatar la intervención de sus aliados del Campo Popular (China, Rusia, Irán, etc.) y con ello caeríamos en el peligro de una conflagración bélica mundial. Estados Unidos necesita recuperar el control sobre América Latina para poder concentrar todas sus fuerzas contra sus enemigos en Eurasia, pero no puede hacerlo porque la coordinación entre sus adversarios es cada vez mayor y achican el campo de acción. Fueron muy acertadas las alianzas estratégicas impulsadas por Chávez y que Maduro ha mantenido y fortalecido. El éxito o fracaso de la revolución bolivariana, sentada sobre las mayores reservas de oro y petróleo del mundo, y ubicada en una posición privilegiada en el norte de Sudamérica, redundará a su vez en el éxito o el fracaso de la revolución patriótica y popular en toda Nuestra América.

Antes de concluir este resumen sobre la situación venezolana consideramos necesaria una pequeña digresión dialéctica: así como “la cuestión nacional” sirve, muchas veces, para encubrir “la cuestión de clases”, también puede ocurrir al revés: que una retórica “de clases” sirva para encubrir la cuestión nacional. En los países excoloniales, particularmente en aquellos ubicados en “el patio trasero” del imperialismo, la cuestión nacional debe ser resuelta antes de poder resolver la contradicción entre el capital y el trabajo, y la historia está repleta de ejemplos de revoluciones fracasadas por no comprender este hecho. Estados Unidos y sus centros de pensamiento, conocedores de esta contradicción, vienen jugando durante este siglo XXI con una osada táctica: la formación de falsos partidos comunistas (o la cooptación de viejas estructuras vaciadas) y su uso contra las revoluciones soberanistas del mundo. En Venezuela, así como en otros países, hemos visto el triste desempeño de estos falsos revolucionarios que, desde un discurso aparentemente radical, le hacen el juego al imperialismo. Por eso este siglo nos requiere más inteligentes y suspicaces que nunca, para que la sofisticada propaganda del enemigo no haga mella en nuestros principios, prioridades y estrategias políticas.

Notas

[1] Los intentos de magnicidio frustrados contra Chávez fueron varios y están documentados en el libro “La muerte de Hugo Chávez: la vida por su pueblo”, del periodista José Sangronis. También hay fundadas sospechas de que tras la misma muerte del comandante haya estado la mano del imperialismo. Luego los intentos de magnicidio contra Nicolás Maduro también han sido públicos, notorios y comunicacionales, pero hasta ahora no han tenido éxito.